viernes, 23 de febrero de 2018

DESDE MI TORRE: LA PÉRDIDA DE DOS GRANDES AMIGOS ARTISTAS


Tuve la suerte de conocer y charlar mucho con Antonio Fraguas "Forges" con motivo de la firma del primer libro que publicó: "El libro del Forges" (Ediciones 99. Año 1972). Por regla general, para la empresa que trabajé hasta mi jubilación, yo era el encargado de diseñar los espacios de firmas, y la verdad que era un placer hacerlo. No recuerdo cuántos fueron a lo largo de mi vida laboral, pero sí recuerdo con especial cariño los que realicé para Henri Charrièrre "Papillón" -cuyo libro guardo en  mi biblioteca con una dedicatoria muy especial-; el de Juan Antonio Vallejo-Nágera para su libro "Concierto para instrumentos desafinados", que el propio autor me regaló y firmó; el de Alfonso Grosso, "Con flores a María" y, entre otros muchos, el de Forges. Cuando me enteré de que venía a firmar no tuve duda para el diseño de un espacio que, por aquel entonces era muy amplio. Reproduje en el stand sus cosas, sus dibujos, sus "basilias", sus "marianos", sus "náufragos", y la mesa de firma era como una mesa de comics de las que él dibujaba: hundida y a punto de caerse. Le encantó el montaje con todo el espacio lleno de "bocadillos" que él se inventaba. Como agradecimiento, me regaló este dibujo de 45x45 cms. y me dedicó el libro con un recuerdo muy especial. Estuvimos todo el día juntos, y puedo dar fe de su gran talante como persona, de su bonhomía  y de su serio gran sentido del humor.

Dios ha querido llevárselo aún joven, tal como ahora se cuentan los años. Pero Antonio nos ha dejado un gran magisterio, el legado de un compromiso integral, la lección de enfrentarse a los poderes fácticos y gubernamentales con una actitud muy honrada. 

En el cielo que estés, querido amigo, que el dios de los humoristas, tan comprometidos como tú, te arrime a su lado y te ponga una gran mesa de dibujos llena de lápices y rotuladores.


Y el mismo día se me ha ido también otro gran amigo, el escultor y gran artista y gran conversador Venancio Blanco, un salmantino que parecía haber nacido en la Cava de los Gitanos de Triana. Tuvimos la suerte de coincidir en Córdoba, cuando aún yo no residía en ella, y el ayuntamiento nos invitaba para ser miembros del Jurado del Concurso Nacional de Arte Flamenco. Nuestra charpa de amigos era inmejorable: Ángel Marín, Rafael Salinas, Pilar López... Los ratos que nos dejaba libres la presencia en el Concurso, los disfrutábamos a tope, y ya digo que Venancio era uno de sus grandes participantes en las ocurrencias y en los chistes. A él le gustaba que yo le contase esas ocurrencias que nadie se espera, y, como si fuese a hacer un boceto, apuntaba los que más le gustaba, seguro que para hacerlos correr en sus grupos de amigos.

No hay que hablar de su larga biografía, ni de sus numerosas exposiciones, ni de sus innumerables premios y distinciones. Aparte porque a él no le gustaba hablar de sí mismo.

Tiene obras en todos los países, pero para mi barrio, Triana, se hizo inmortal con esa imagen en bronce que preside El Altozano: Juan Belmonte, con el pecho hueco para que desde él los trianeros podamos contemplar la Giralda desde su hornacina.

Si insigne artista, mejor hombre, mejor persona, sencillo a carta cabal. Alcanzó los 94 años abrazado al barro, a la madera y al hierro, a todas las materias que él pudiera moldear.

También él, como Forges, ocupará un sitio privilegiado en el cielo. En mi vida, los dos tienen un lugar singular en mi corazón.


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