viernes, 23 de febrero de 2018

DESDE MI TORRE: MI GRAN ILUSIÓN DEL CIRQUE DU SOLEIL


Aunque este circo super especial ha venido varias veces a Sevilla, nunca había tenido la oportunidad de ver ninguno de sus espectáculos. Este año dije que no me lo perdería, pero se adelantaron mis tres hijos y fue su regalo conjunto de Reyes. A lo mejor escribo estas líneas para los que habéis gozado de su presencia alguna vez. Mi compañera y yo estábamos ayer como niños con zapatos nuevos en un Domingo de Ramos. En Triana, en su antiguo Charco de la Pava, donde antes tenían sus muelles los areneros, y las chatarrerías y hornos de ladrillos llenaban los espacios, donde "El Canela" tenía su espacio de venta para ofrecerte cerámicas y balcones de palacios derribados y de casas señoriales que cayeron con su piqueta. Inolvidable y extenso Charco de la Pava en el que se daba cita el flamenco en las noches sin prisas de Manolo Caracol. Ese lugar en el que me montaba mi abuelo en la barca de un compadre para atravesar hasta la orilla de Tomares, lugar de campos y comidas en mis domingos de niño, de bambas entre las moreras, de amores prometidos en una juventud que yo ansiaba cuando ya entendía que un beso tendría que ser maravilloso.

Toda esa maravilla de mi niñez de "El Torruñuelo", pegado a su linde, y de mi barriada de Santa Ana cuando ya era hombre casado, frente a frente de sus carpas, se añadió a la que el Cirque du Soleil -vamos a llamarlo el Circo del Sol- nos ofreció ayer. Es un espectáculo imposible de explicar. Hay que verlo, hay que sentirlo, hay que mamarlo, como se dice por las tierras gaditanas.

No puedes parpadear ni un momento. Si lo haces, te pierdes un cambio de escenario, un giro inesperado en el guión, una sorpresa que no esperabas.

No es un circo tradicional: el Mundial; el desaparecido de los hermanos Tonetti -que era "El Atlas"-; aquellos circos que venían a las ferias; el de Ángel Cristo con una portada sensacional de las piernas hermosas de Bárbara Rey; ni siquiera el de los grandes-grandes: El Plume, el argentino Fuera Bruta, el Oz, el de Moscú, el Krone... No, no, el Circo del Sol es totalmente distinto. Muy caro, sí, pero te alivia las tensiones. Lo mejor de lo mejor, aparte de los artistas que intervienen, la atención de cuantos intervienen para indicarte dónde tienes tu asiento, dónde los WCs, dónde las diversas entradas. Todo está medido en esa gran organización. Una botellín pequeño de agua son cuatro loros; una cosita de recuerdo del circo, la mitad de una hipoteca; un botellín de cerveza le vale 5 euros. Hay que pagar el lujo de este espectáculo genial, aunque le dejan que se traiga lo que quiera de su casa. ¡Chapó!

Desde niño he visto mucho circo, ya que en casa era como una biblia en días feriales, excelentes actuaciones: a "Pinito del Oro" en el trapecio del Mundial; a los hermanos Raul y Rosita en el Circo Trinidad, cuando lo montaban en la explanada que había en la orilla del Baturones; a Roberto Font; y a artistas de poco renombre, pero geniales, en circos de barrio que montaban en Navidad en lo que hoy es el Ambulatorio Amante Laffón aledaño al barrio del Tardón.

Pero esto es otra cosa: un espectáculo de luz y sonido, de alta sensibilidad, un cinco estrellas de los circos que tuve la oportunidad de ver a lo largo de mi vida. Una maravilla. Mi ilusión de años se cumplió gracias a la dadivosidad de mis hijos. Todo estaba lleno, y por algo será que este circo tan atípico, tan contrario a los que conocemos, enganche al personal y no deje a nadie indiferente.

(Foto José Manuel Holgado)

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