sábado, 24 de febrero de 2018

DESDE MI TORRE: EL RECUERDO DE JOSÉ MARÍA PÉREZ OROZCO



Desde hace un año no se ve su imagen singular por las calles de Valencina de la Concepción, con su clásica gorrilla campera e impartiendo en cualquier mesón, venta o taberna, sus clases gratuitas en defensa del habla andaluza, asignatura de la que no sólo era catedrático, sino un auténtico sabio. José María, gran amigo personal, disfrazaba su auténtica cultura con el ropaje de un patán de pueblo. Nació en Montellano -que le va a rendir un gran homenaje el próximo día 1-, pero, por cosas caprichosas de la vida se fue a vivir a Valencina, de la que él decía que era el pueblo más alto del Aljarafe sevillano, la que tenía el aire más limpio, la que acumulaba los mejores artistas de diversas tendencias por metro cuadrado y la que gozaba, aparte del tesoro de sus dólmenes, la mayor cantidad de especies endémicas de flora, tema en el que también era un experto.

Era un catedrático genial con un corazón bohemio. Pudiendo haberlo conseguido todo en este país en el que todo el mundo va a forrarse a costa de lo que sea, José María eligió su forma de vida: una vida basada en la sencillez, en la bonhomía, en el amor a esos viejos que tenían muchas vivencias que contarle y que él apuntaba, con una letra preciosa, en cualquier servilleta de bar o en los pocos huecos libres que le dejaban las páginas del ABC.

Lo conocí hace muchos años, allá por el 74, a él y a su hermano Alfonso Eduardo, un gran especialista en cine y muy famoso por su presentación de festivales flamencos por toda la geografía del Sur, en los tiempos de los grandes genios, y por las ondas de las emisoras. Alfonso se fue a Madrid, y sigue haciendo su vida en la capital de nuestro país, y José María tomó otros derroteros. En Valencina todo el mundo lo quería por ser tan cercano al pueblo. Mi hija vive allí y, cada vez que iba a ver a mis nietos, me lo encontraba en los diversos tabancos hablando al personal de sus cosas. Su cuartel general era la Venta del Bobito -en cuyo parque le han erigido un monumento-, la Peña Bética, "El Titi", "El Chispa"... Un personaje singular que no puede clonarse. Me encantaba hablar con él, disfrutar de su sabiduría, y hasta colaboré con él para una conferencia que tenía que dar en el Aula de Cultura sobre el erotismo, para la que me pidió que le dictara algunas de las miles de letras que conservo en mi archivo. Como el de la vieja que cantaba de esta guisa:

A una cuarta del ombligo
tengo un letrero que dice:
Hasta aquí me llegó el pito
en mil novecientos quince.
¡Ay, qué tiempos más bonitos!

Y nos descojonábamos los dos al mismo tiempo que caía otra Cruzcampo bien fresca.

Recuerdo que, en uno de los patios de la Universidad de Sevilla, él presentó el libro de letras para el cante originales de José el de la Tomasa, "Alma de Barco", propiciado por él cuando estaba dentro de la Fundación Machado. Fui al acto con el concertista de piano flamenco José Romero. El patio estaba lleno total. José María se llevó hablando de una forma genial, totalmente de memoria, sin un papel en la mano, durante cerca de una hora, desentrañándonos el poder linguístico de la copla andaluza. ¡Un genio!


Con Juan Alberto Fernández Bañuls publicó un libro esencial sobra la copla: "La poesía flamenca lírica en andaluz" (Sevilla-1983). Fue director de la IV Bienal de Flamenco "Ciudad de Sevilla", aunque todo salió de regular para mal, lo que suele pasarle a quien hace tantas cosas, y aparte de colaborar con Manu Sánchez, cuando estuvo un poco tieso, realizó dos hermosos programas para TV: "Caminos del Flamenco" y "El Arriate" al que ponía su voz de agua, para las letras que elegía José María, mi admirada Mari Carmen de Las Casas.

Ya, cada vez que voy a Valencina, y estuve el pasado jueves, creo que me lo voy a encontrar por los sitios de siempre para hablar de nuestras cosas, charlar con los artistas, hablar de poesía con el hijo de Alfonso Grosso y tomarnos las cervezas que creíamos convenientes. Pero ya no está por sus quicios, ya no aparece por la esquina de su calle que da directamente al "Bobito", ni por su aledaña Peña Bética. Estará por otros cielos -no ni ná, como decía-, convenciendo a Dios de que el mejor lenguaje del mundo es el andaluz, a pesar de las barbaridades que hayan dicho algunos gilipollas catalanes. 

Estés donde estés, querido y reverenciado José María, mi fuerte abrazo. Nadie se muere nunca cuando alguien te lleva peremne en el recuerdo.


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