martes, 14 de septiembre de 2010

ENTRE COPAS Y COPLAS (13)


Por regla general, los grandes borrachos, después de una gran jumera, prometen y juran solemnemente no volver a beber más; claro está que hasta que se les pasa la crujía. Ciertamente, los amigos se desesperan con bastante frecuencia:

Qué jormiento andas jecho,
compadre del alma mía,
tú me hiciste juramento
de que jamás beberías
¡y mira cómo te encuentro!

La tierra minera de La Unión, entre la "láguena" y "el reparo", una por allí y otro por aquí, también ha dado unos buenos curdas:

Salgo por Las Herrerías
y entro por El Garbanzal,
no eches vino, que me ahogo
y no puedo beber más.

Cuando va uno a bañarse para quitarse el calor debe hacerlo por fuera, nunca por dentro. Con la segunda modalidad, pasa lo que pasa:

San Isidro lo asegura,
y por seguir la corriente
fue ayer Manolo a su fuente
a dejar la calentura.
Mas como peor fresca y pura
el agua le desagrada,
beberla quiso mezclada
con vino, y cuando se hartó,
sin calentura volvió,
pero no sin la tajada.

En el argot de la borrachera hay trancas, tablones, papalinas, moscorras, moñas, jumas, turcas, etc., y también hay sacramentas de padre y muy señor mío:

Serrana, enciende la luz,
que traigo tal sacramenta
que a Dios le digo de tú.

En Colombia, después de la borrachera, los cumplidos:

Si ayer cuando nos topamos
no pude hacerme pa un lao
no fue por rivalizarte
sino que estaba jalao.

¡Qué malísima fama la que le dan a los curdófilos!:

Si el río de Cartuja
fuera de vino,
¡cuánto borracho hubiera
por el camino!

Más y más vueltas con los hombres que se dedican a borrachear:

Si los hombres se calaran
como se cala un pepino
ni serían tan sinvergüenzas
ni beberían tanto vino.

Menos mal que algunos -a lo mejor también borrachos-, se compadecen y les echan un capote de alivio ante la sociedad acusadora:

Si son borrachos, que sean,
a nadie les importa nada,
ellos pagan lo que deben
al terminar la semana.

Preocupación por el vino y las mujeres es la de las madres. Como muestra, esta hermosísima y popular letra de tarantos:

Son las tres de la mañana,
dónde andará ese muchacho,
si estará bebiendo vino
o andará por ahí borracho
o una mujer me lo ha entretenío.

La formación parsimoniosa de la borrachera para olvidar un amor suele ser alegre y divertida durante algunas horas. Poco a poco, y por la masiva ingestión alcohólica, se termina como canta el fandango:

Tó el hombre que está penando
y le da por la bebía,
mientras se está emborrachando
hay en su cuerpo alegría,
luego termina llorando.

Hay dipsómanos ciertamente precavidos para la hora de la muerte:

Un borracho se murió
y dejó en el testamento
que lo enterrasen en viña
para chupar los sarmientos.

Aviso vecinal a la mujer de un excelente aficionado a las costumbres de Baco:

Ve por tu marío
que está en la esquina borracho,
se está queando dormío.

En todas las ocasiones, como dice el refrán, más vale prevenir que curar:

Vente ahora a "Los Parrales",
pa que aprendas el camino,
que luego yega la noche
y te recargas de vino
y vas a volcar el coche.

Malo es cuando en un grupo todos están un poco ciegos:

La que canta está borracha,
el guitarrista también,
y los cuatro bailaores
no se saben entender.

Pero más malo es el cachondeo del abstemio contra el bebedor difunto. Para ser tan irónicos no cabe duda que se ha de poseer una porción de refinadísima mala leche:

¡Pobrecitos los borrachos
que estáis en el camposanto,
que Dios os tenga en su gloria
por haber bebido tanto!

La pítima y la melopea de campeonato, resignado bloguero, se acabó por ahora. Ni son todos los que están ni están todos los que son, aunque bien es cierto que muchos borrachos andan por el mundo: con dinero y con títulos nobiliarios, y tiesos y más secos que la mojama de Isla Cristina; con trajes y harapientos; altos ejecutivos de postín y habituales de los asilos de la caridad pública; jueces y reos; reyes y vasallos; políticos y porteros vecinales; artistas y desarrapados. LA BORRACHERA, en mayúsculas, no es elitista, y por eso los borrachos se dan en cualquier entorno, aunque se den más, o se vean más, en los estratos marginales de las grandes ciudades y en los suburbios pueblerinos.

Tomar una copa sabiamente -como nos guiaba Fernando Pérez Camacho-, es un manjar de dioses; tomarse la cosecha de un año en tres jornadas es, además de una barbaridad, muy peligroso para la salud y extraordinario para la cuenta bancaria del tabernero. No caigamos en ese error por muy apenados que estemos un día, por muchas mujeres que nos abandonen o por muchas quinielas que nos toquen. Que jamás nos pase como a aquel borracho del chiste popular: que lo incineraron y se llevó tres meses ardiendo.

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