viernes, 2 de marzo de 2018

DESDE MI TORRE: VEINTE MIL LEGUAS EN VIAJE SUBMARINO


Invitado por la hija de mi compañera, que vive en Madrid, nos desplazamos el llamado "Día de Andalucía" a la capital de España, aunque habría que llamarla capital del caos, para ver "El Guardaespaldas", un musical de esos que se están poniendo de moda por todos lados y que, de verdad, te hacen pasar un buen rato, no sólo por sus protagonistas sino por sus decorados y su parafernalia de luz y sonido. Un diez. Chapó. El teatro Coliseum de Gran Vía estaba a tope. Pero para chapó de los gordos el que nos cayó encima desde que salimos de Atocha. Madrid, entre la huelga de los pensionistas en la Carrera de San Jerónimo, la media Andalucía que se había desplazado a la capital para ver "El Rey León" en el "Lope de Vega", los cortes parciales del centro y otros etcéteras, totalmente colapsada. Está prácticamente al lado, pero desde Atocha a la altura de Mesonero Romanos 16 euros de taxis. No había forma de entrar a la Gran Vía, que ya le podrían cambiar el nombre por Vía pal pueblo de Moncloa.

Llegados al hotel, y rezando para que el tiempo diese una tregua, el tiempo nos dijo que sí, que sí, que por aquí se va a Madrid. El hijo de mi compañera, su mujer y sus mellizos llegaron, y menos mal que estaba al lado El Corte Inglés de Callao. Allí almorzamos, en su espacio gourmet -que mal me cae este vocablo-, charlamos un rato, e intentamos salir. Imposible. El diluvio universal de nuevo.

Por la tarde era imposible llegar al teatro, que estaba a cien metros. Salimos y cenamos al lado, en un vasco, con la hija de mi compañera. No paró de llover en toda la noche. Y nos levantamos, estrenando el mes de Marzo, con otro chaparrón de lujo. A las diez y media llegamos a Atocha, pero como los billetes se habían sacado por una promoción especial dos meses antes, no pudimos cambiarlos. Nuestra idea, para la hora de vuelta, era dar una pasada al Prado, al Thyssen, a los libros de viejo de la Cuesta de Moyano, y al Reina Sofía, que sí visitamos por una clarita para ver el Guernica y poco más para volver a una lluvia con guasa.

Total, que vimos el musical, el hotel, el hotel y el hotel, Atocha, Atocha y Atocha, nos vinimos con un cabreo excelente y con 400 euros menos. Veinte mil leguas en viaje submarino. Ya no voy más a Madrid, a la que odio desde que tenía que ir por motivos de trabajo al menos tres días a la semana, cuando no semanas enteras para cursos profesionales. Ni con sol ni sin sol. Con la lluvia de estos dos días, nunca.


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