Ignoro a quién se le ocurrió la idea de crear estos lazos solidarios que se ven por todo el mundo y que utilizan todas las causas y todos los colectivos, sin duda alguna con dudoso acierto. Los hay de todos los colores y para significarse con todos los problemas y, aunque yo no los use -siendo solidario con casi todas las propuestas- respeto y estoy muy de acuerdo con quienes los lucen en sus solapas. Los lazos se han hecho viral -como se dice ahora- y es muy difícil dar una vuelta por cualquier ciudad sin ver a señores/as con esta propuesta reivindicativa que se ha puesto de auténtica moda.
Quienes inventaron las banderas y estos lazos montaron una industria ganadora. Si yo lo sé -tonto que soy para los negocios- me hubiese puesto una mercería. Lo que no estarán ganando ahora los plagiadores del lazo amarillo que se sacaron de la manga los independentistas catalanes, y los creadores de la bandera de la nueva Tabarnia, y los que diseñaron la llamada Estelada. ¡No ni ná!
Creo que los cofrades de mi ciudad fueron los primeros creadores de este uso. Recuerdo que, aún siendo muy pequeño de edad, cuando iba con mis padres el Domingo de Ramos a visitar capillas e iglesias para ver los "pasos", salías banderilleado, literalmente, con los lazos de la Estrella, de la Esperanza, de la O, del Cachorro, de san Gonzalo... La costumbre ya es vieja, aunque ahora todos se han apropiado de esta idea feliz (?) para machacarnos cada día con un lazo distinto.
Me signifiqué inocentemente una sola vez en mi vida. Y fue cuando Andalucía consiguió su autonomía, que para poco ha servido, o para nada. Con mucho orgullo, coloqué una pegatina pequeñita de la bandera blanca y verde tras el maletero del recién 4-L que acababa de comprar. Había venido a Córdoba a dar una conferencia, acompañado por "El Arenero", "El Teta" y "El Zapatero". Fueron unos falangistas, vestidos de falangistas, a los que casi dimos alcance. Menos mal que no lo hicimos. Como siempre, como ahora, las dos españas que nos vaticinaba el gran Antonio Machado. Llovía a mares. Cuando de noche queríamos volver para Sevilla después de la cena, me habían destrozado el coche, me habían arrancado los limpiaparabrisas y me lo habían arañado entero. Jugándonos la vida regresamos a Sevilla como pudimos. Desde entonces, ni una pegatina y ningún símbolo de nada. La solidaridad se ejerce sin distintivos, sin rosarios colgados en el retrovisor delantero, sin medallas colgadas de la Virgen del Rocío, sin banderitas ni símbolos ... Y es que hay mucha mala leche.
Después de tantos colores para estos lazos que indican solidarizarse en la lucha contra el Sida, contra las discapacidades, contra los muchos cánceres que nos invaden, contra la violencia doméstica, contra la hipertensión, la diabetes, el cáncer de mama, los suicidios..., después de tantos lazos, desgraciadamente, siguen existiendo todos los problemas a los que se trata de eliminar, por la corriente moderna, con estos lazos que tanto gustan a algunos.
Ahora UGT se ha sacado de la manga el lazo marrón para explicar a España entera que es una auténtica mierda la subida a los pensionistas: el 0'25. ¿En vez de ponernos el lazo de color tan escatológico, no sería mejor que saliésemos todos los pensionistas de España a la calle, en un absoluto silencio, sin lazos ni banderas de clase alguna, demostrando nuestra dignidad y dándole un guantazo sin manos al Gobierno? El primer guantazo para Zapatero -que fue quien congeló las pensiones-, los demás, pero sin lazos ni banderas, por favor, a Aznar, a Rajoy, a la andaluza Fátima Báñez, y a cuantos han esquilmado, robando a manos llenas, esa hucha que todos los trabajadores de este país llenamos con muchos sudores.
No me gustan los lazos: que es también el eterno símbolo de la horca. No me hacen gracia. Me repugnan. Jamás lo luciría en la solapa de mi traje. Solidario, siempre. Pero la solidaridad no se demuestra con un lazo, con una expresión externa. Que no se entere jamás tu mano izquierda de lo que hace la derecha. La solidaridad es ser solidario con aquel que lo necesita. Y lo siento: un lazo no cubre las necesidades, labor que en primera instancia debe cumplir el Gobierno en todos los casos sin apoyarse con cintas y colores en la sociedad civil.
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