domingo, 4 de febrero de 2018

DESDE MI TORRE: CARNAVALES


Igual que en Andalucía, y más concretamente en Sevilla, siempre es Semana Santa, ya que raro es el día que no haya un "paso" en las calles, en nuestro país -no hace falta que sea en Cádiz o Tenerife- todos los días es Carnaval, y por eso me extraña mucho que sólo el cuerpo se anime cuando llegan estas fechas de febrero. En España es Carnaval desde el pitón al rabo del almanaque. Y Carnaval del bueno. En España hay solistas geniales, como Rajoy o Puigdemón, dúos canallas como el que forman Susana y Pedro Sánchez. Tríos como Pablo Iglesias, Errejón y Echenique, que no saben donde están pero están en todos lados para trincar de la sopa boba, que es lo que pretendieron con el 15-M. Cuartetos existen a montones. Cojan a todos los parlamentarios y dividan el número por cuatro. Acertó. Y lo bueno es que puede combinarlos entre sí para que la cosa sea más graciosa. Da igual que ponga a dos socialistas y a dos del PP, a dos de Podemos y dos de IU, a dos de Ciudadanos y a otros dos del PNV. Tendrá usted un cuarteto de lujo.

De coros ni hablemos. Todo el Parlamento es un puro coro, de auténtico lujo, para defender cantando, con voces graves y agudas, sus prebendas y la calidad global de élite. A excepción de cuando tienen que votar y cantar a viva voz la defensa de algunos temas en favor del pueblo al que dicen representar. Todos, de repente, se vuelven mudos, titubean, carraspean y pierden la partitura: la de la vergüenza.

Si nos metemos en comparsas -que es lo más serio de los carnavales que se precien-, faltan miembros para componerlas, todos se escaquean, se piran, se najan, se acobardan por temor a perder sus privilegios. Ya dijo don Alfonso Guerra que el que se moviera no salía en las fotos -quería decir listas- del próximo gobierno. Es la modalidad más difícil de las que componen los carnavales, ya que nadie quiere moverse en trances difíciles.

Si acabamos con la modalidad de chirigotas: bien, bien y bien. España es una chirigota continua cuya letra y música pueden ponerla el propio Rajoy, doña Soraya, la Cospedal, la Villalobos. Arte les sobra, arte del grande, del bueno, cachondeo del gordo. El entierro de la sardina bien puede oficiarlo Rafael Hernando, más triste que los funerales de un Papa. Si es que lo tenemos todo para un Carnaval que dé la vuelta al mundo: poca vergüenza -ninguna-, cara dura y mucho arte, muchísimo, para dar y regalar. La vida del Carnaval no está en el Gran Teatro Falla gaditano, sino en el Congreso de los Diputados/as de la Carrera de San Jerónimo. Y, además, la tienen tan dura, tan dura como el cuarzo, que ni se disfrazan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario