De piquito está usted del diez, para todos los que la consideran Presidenta de Andalucía. Entre los que, por fortuna, no me encuentro, aún siendo paisano de nuestro arrabal de Triana, por la que ni apostó cuando era teniente de Distrito, y eso que lo tenía a huevo. Ahora, encumbrada en el más alto puesto andaluz -¡ay si Blas Infante levantara la cabeza!- ya no hay ni quienes le tosan, aunque algunos como yo, su paisano de barrio, no se conformen con su bla, bla y bla y le pidan responsabilidades: las que usted prometió con una verborrea de oro cuando la eligió el dedo de Griñán, sentado hoy en el banquillo, mire usted por dónde.
¿Va usted por los hospitales? ¿Camina hacia los barrios más pobres? ¿Visita los colegios y siente el frío inmenso de los chavales por falta de calefacción o, en verano, por la de refrigeración? Pero no hay quien le gane. Su boquita es de oro, una joya, una perla de nuestra inconsciencia política para mantenerla ahí donde está: gobernando a una Andalucía cada vez más pobre, más triste, menos desarrollada, con una tasa de paro bastante superior a la media nacional, con una seguridad social de pena, la peor de cuantas hemos conocido en décadas; una Andalucía que se le escapa de las manos, señora Susana.
Creo que no debe meterse con la financiación rácana del rácano Montoro, sino administrar de verdad lo que produce Andalucía, pero no en asesores políticos, funcionarios, abrepuertas y recogecosas. Haga usted política de verdad. Si se cree Presidenta -aunque yo no crea en usted-, siga adelante con ánimo, pero sin quejarse, que ya estamos hasta los mismos todos aquellos que tenemos que escuchar a diario los comentarios de nuestros políticos, entre los que usted se encuentra.
Cuando parió a su retoño en el Hospital de Valme: ¿Tuvo que esperar como esperan horas y horas sus enfermos? ¿Recibió trato especial? No creo que fuese lo contrario. Pues eso es lo que yo quiero para todos los andaluces, y no sólo para usted y para cuantos conforman el elitista mundo de la llamada política de la igualdad.
No ha cumplido usted ninguna de sus promesas. Todo se le escapa por el bla-bla-bla de ese piquito que no tiene precio. Pero a su pobre historia debe añadir que, por defecto, estamos hartos de usted, menos los del partido que usted representa, o hasta incluso. Andalucía es algo más, mucho más, que unas siglas que se fueron cayendo, quedándose sólo en la P y la E. Ignoro adonde fueron a parar la S de socialista y la O de obrero, que fue la primera que se perdió. Las promesas hay que cumplirlas, como antiguamente se hacían los contratos: con un sólo apretón de manos. Hoy, desgraciadamente, todo sale por la boca y se tropieza con una oscura burocracia, que también decía usted que se debía eliminar. ¡Ay si Pablo Iglesias levantara también la cabeza!
¿Va usted por los hospitales? ¿Camina hacia los barrios más pobres? ¿Visita los colegios y siente el frío inmenso de los chavales por falta de calefacción o, en verano, por la de refrigeración? Pero no hay quien le gane. Su boquita es de oro, una joya, una perla de nuestra inconsciencia política para mantenerla ahí donde está: gobernando a una Andalucía cada vez más pobre, más triste, menos desarrollada, con una tasa de paro bastante superior a la media nacional, con una seguridad social de pena, la peor de cuantas hemos conocido en décadas; una Andalucía que se le escapa de las manos, señora Susana.
Creo que no debe meterse con la financiación rácana del rácano Montoro, sino administrar de verdad lo que produce Andalucía, pero no en asesores políticos, funcionarios, abrepuertas y recogecosas. Haga usted política de verdad. Si se cree Presidenta -aunque yo no crea en usted-, siga adelante con ánimo, pero sin quejarse, que ya estamos hasta los mismos todos aquellos que tenemos que escuchar a diario los comentarios de nuestros políticos, entre los que usted se encuentra.
Cuando parió a su retoño en el Hospital de Valme: ¿Tuvo que esperar como esperan horas y horas sus enfermos? ¿Recibió trato especial? No creo que fuese lo contrario. Pues eso es lo que yo quiero para todos los andaluces, y no sólo para usted y para cuantos conforman el elitista mundo de la llamada política de la igualdad.
No ha cumplido usted ninguna de sus promesas. Todo se le escapa por el bla-bla-bla de ese piquito que no tiene precio. Pero a su pobre historia debe añadir que, por defecto, estamos hartos de usted, menos los del partido que usted representa, o hasta incluso. Andalucía es algo más, mucho más, que unas siglas que se fueron cayendo, quedándose sólo en la P y la E. Ignoro adonde fueron a parar la S de socialista y la O de obrero, que fue la primera que se perdió. Las promesas hay que cumplirlas, como antiguamente se hacían los contratos: con un sólo apretón de manos. Hoy, desgraciadamente, todo sale por la boca y se tropieza con una oscura burocracia, que también decía usted que se debía eliminar. ¡Ay si Pablo Iglesias levantara también la cabeza!
Sigo siendo la primera, Emilio...
ResponderEliminarNo puede ser que cuando salen las cosas un mínimo favorables, el "mérito" sea de ella y cuando no salen, la culpa es de otros. Ya estamos hartitos de lo mismo...
Un abrazete.
Estamos hartos de todos los políticos. Bien que se mueven a la hora de buscar los votos.
ResponderEliminarGracias Mª Carmen.