Canario
de la casa, mi alegría,
mi
leve campanil de la mañana,
suspiro
que al levantarse me reclama
a
un nuevo amanecer de un nuevo día.
Tú
eres el aro blando de mi guía;
de
mi huerto, la fruta más temprana,
la
última vendimia de mi andana,
breve
sonrisa porque yo sonría.
El
penúltimo goce de mi vida
y
esa vidriada copa de la suerte
quise
izarla por ti y, en mi delirio,
tan
sólo quiero que mi sangre siga,
aún
más allá del tiempo y de la muerte,
en
ese río-amor, querido Emilio.
29
de diciembre de 1984
Esa metáfora de la sangre que fluye en el amor, sublime. Me pregunto qué zanco estaba defendiendo Emilio en esa foto. ¿La O?
ResponderEliminarUn abrazo, Emilio.
No, José Luis: a Madre de Dios del Rosario de Santa Ana, que como bien sabes es la Patrona de capataces y costaleros. Desde chico -y en esa imagen lo era- le gustaba todo eso.
ResponderEliminarUn abrazo.