martes, 8 de octubre de 2013

DESDE MI TORRE: ¡QUÉ HERMOSO PASEÍTO!


La verdad es que no me gusta salir mucho desde que murió mi mujer, y que sólo lo hago por necesidades de viajes, alguna charla cercana y poco más. Me encuentro a gusto en casa, solamente rota la paz cuando llega el mensaje de alguna persona que quiere amargarte la vida en dos segundos. Y, algunas veces, lo consiguen. Hoy me animé, bajé a la parada de autobús que está junto a mi portal y me fui para el centro de la ciudad. En ninguna de las dos grandes librerías de Córdoba conseguí hacerme del recién impreso libro de Manuel Chaves Nogales. Se observa que se hace una crítica previa y una presentación en los medios antes de llegar a los lectores. Vale, bien, aunque no esté muy de acuerdo con el sistema. Calientan las editoriales el ambiente -en este caso Almuzara-,  y cuando vas a comprarlo te encuentras que los títulos no están en las librerías, después de esperar más de veinte minutos para que una chica con mucha voluntad, y multiplicada en sus funciones, te atienda tarde para decirte que no, que el libro que estabas buscando aún no ha entrado.

Al menos, esa huida hacia el centro de la ciudad me sirvió para distraerme; para seguir contemplando que la gente está más tiesa que una lagartija en un espejo; que una familia con un refresco puede durar más en la mesa del restaurante-terraza que la momia de Tuntankamom; que en las puertas de las iglesias y de los grandes almacenes, hay más pobres que en  la posguerra española..., y la mayoría de ellos -antes rumanos o magrebíes- son españoles. ¡Una pena, sean de una raza u otra! ¡Viva la UE!

Bueno, me distraje un poco y disfruté, de lo lindo, viendo la imagen de una niña, de apenas tres años, contemplando con una sonrisa hermosa los chorros que adornan la fuente de la Avenida del Gran Capitán, aquel prohombre que hacía las cuentas y jamás le salían. Más o menos como a Griñán en nuestros días o a Rajoy con Bárcenas. Un payaso hacía perritos con globos de colores; un torpe acordeonista nos recordaba algunas viejas canciones de Julio Iglesias y manejaba mal su mano izquierda para dejarnos un tango de recuerdo; un saxofonista, muy viejo, pero muy acorde en su limpieza, pedía para comer y para que alguien le ofreciese un lugar en una orquesta; los mostradores acartonados de las nuevas tarifas de móviles -con guapísimas muchachas de azafatas- adornaban todas las esquinas. La noria de la vida seguía girando, mientras que yo, como un niño, estrenaba de nuevo mi mirada. Desde que me jubilé, en ese mismo sitio de tanto movimiento diario, volvía de nuevo al centro, al corazón de la ciudad, al latir de la gente: más apagada y triste y desmejorada en sus ojeras que cuando dejé de verlas, allí, en el meollo de la ciudad, hace casi cinco años.

Hermoso fue el "paseito". Aprendí mucho, anoté mucho en mis pupilas, escribí mucho en mi alma. Compré tabaco en el estanco de otros días. Me tomé una cerveza en el bar de otros tiempos, donde todos los camareros me creían muerto y me aplaudieron con abrazos y saludos de manos. Volví a aquella fuente cercana que tantas veces decoré con las creaciones navideñas de mi empresa. Vi correr a los niños. Mi visita, sin duda, me devolvió a la vida...

Mañana, mañana mismo, dentro de unas horas, el alba amanecerá por el Este, pero de seguro que vendrá algún malaje para joderte la creación de un nuevo día. 


2 comentarios:

  1. Córdoba tiene lugares preciosos y es una ciudad con gente acogedora, y pasear por ella es un disfrute que se nos mete hondo. Un buen paseo, sí señor.

    Yo, que te conozco, te aprecio y valoro, si te compensa de otros sin sabores cuando amanezca el nuevo día, te envio mis ánimos para afrontar lo que venga. A estas alturas de nuestra vida, ¿Quién no ha padecido imcomprensiones, falta de objetividad, malos entendidos o situaciones disparatadas, ajenas a lo que debería de ser?

    Un abrazo.

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  2. Disfruto todos los días, Mari Carmen, hasta con los comentarios de los "piraos" de turno. Gracias por esa valoración y aprecio mútuos.

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