El término "mijitas" se estila mucho en la ciudad de Sevilla: una pequeñísima parte, una pequeñez o poquita cosa como así define el término el escritor malagueño, Manuel González Salas, en su interesante libro "Diccionario del habla sevillana". Pero muchas mijitas forman un montón. Así como un "nazareno" es una unidad, centenares forman una cofradía. Grano a grano de trigo, al final no caben en el silo. Esta semana ha estado llena de pequeñas minucias que siempre logran llenar el saco.
En esta muy antigua fotografía -en la que estoy con mi siempre recordada mujer-, nos dábamos cita con el compositor y cantautor Paco Ortega, un jovencísimo Alejandro Sanz, y un compañero del que siento no recordar su nombre. La instántanea está realizada en el restaurante "El Mero" -de tan gratos recuerdos- situado en la esquina de El Altozano con la calle Betis, y que marcó el termómetro de varios años de los mejores de mi vida y de las raciones más inolvidables. Me encontraba con Lola en la "Taberna del Altozano", del gran gitano José Lérida, cuando un amigo común, por entonces camarero de "El Mero", nuestro amigo "Candela", yerno, por cierto, del famoso fandanguero "El Gordito de Triana" -aunque era más delgado que el palo de una cerilla-, vino a buscarnos donde él sabía que estábamos ya que estos amigos reclamaban nuestra presencia. Entonces ya comenzaba a escucharse fuerte el nombre de Alejandro Sanz y su música arrastraba a miles de jóvenes, como demostró en su gran concierto inaugural en la Plaza Sony de la Expo'92. A Paco Ortega y a Alejandro los conocí cuando se buscaban la vida por los alrededores de la Plaza de Armas sevillana, en esos pub's donde se amasaba la música de entonces. "Panecitos", "Tibus", Trastámara"..., sitios de búsqueda musical nueva, de gente joven, de bohemios, andarríos nocturnos y, para qué ocultarlo, de muchos gays y lesbianas.
En alguna que otra ocasión, compartieron espacio campestre con nosotros y con nuestros hijos, cantándoles canciones pegadizas e infantiles, en una casa, con gran alberca incluída, en la cercana localidad de Villanueva del Ariscal, en pleno Aljarafe sevillano, que me había cedido un amable terrateniente de la localidad, y que ya se conocía por la casa de los artistas por la cantidad de ellos que pasaron por allí: desde ellos a Antonio Mairena, Manolo Sanlúcar, los cantaores trianeros y locales, "Los Incansables de Torreblanca", Isabel Bayón, José Joaquín y su hermano "El Niño de Pura", María Pagés... ¡Qué sé yo, casa del Arte que siempre llevo en la agenda de mis buenos recuerdos! ¡Años de tremenda felicidad!
El pasado viernes, día 5, en la plaza de toros de "Los Califas", al lado de mi casa cordobesa, Alejandro Sanz, un Alejandro ya bañado en el oro de la fama y del dinero, ofreció un gran concierto. No se cabía en los alrededores del coso taurino, y ver a las mujeres cordobesas esperando su turno de entrada era una satisfacción para todos los sentidos. Jamás he visto a más mujeres hermosas por metro cuadrado. ¡Gracias, maestro, por ese gran concierto en el que "La música no se toca" y del que todos salieron de nuevo con "el corazón herío...!
Mijitas para el montón son los silencios sobre el caso "Urdangarín" y las bocanadas constantes de los papeles de Bárcenas. El Partido en el Poder está más perdido que un bizco en un cruce y no sabe cómo va a salir de ésta. Quizás sea el gobierno que nos merezcamos por tanta ingenuidad y por seguir alentando el bipartidismo. En España nos acostamos con una depresión por lo que está ocurriendo y nos levanta el despertador para que nos ingresen de urgencia en la unidad hospitalaria más cercana, si es que funciona y ha quedado algo de dinero aunque sólo sea para ponerte una tirita en una herida mínima. ¡Tremenda herida es esta de la corrupción cotidiana que ni te deja vivir ni dormir!
Más mijitas que forman este otero de inmundicias son las que Montoro declara a los medios contradiciendo a las expectativas de los que verdaderamente nos gobiernan: al FMI, a la todopoderosa Merkel, y a los analistas que discuten una y otra vez -mientras se ponen morados en las treguas alimenticias- asegurando que nuestro país crecerá un cero patatero, y que eso de que estamos saliendo de la recesión en un cuento sólo atribuido a "Pinocho" (Montoro).
Mijitas, y muy tristes, muy dolorosas, totalmente injustas, siguen siendo los desahucios; el número de parados; los jóvenes que se van a quedar sin la posibilidad de acceder a la Universidad, siendo modélicos estudiantes pero sin dinero; la desvergüenza del Poder frente a los que tiene la obligación de proteger...
Mijitas las que padece la juez Alaya desde los medios que, por política o páginas publicitarias bien pagadas, apoya a la Junta de Andalucía en el caso de los ERE's vergonzosos, en vez de solicitar con urgencia la máxima claridad, y en los que parece que la culpable es ella por ser sumamente valiente y totalmente independiente, además de guapa y con buen tipo. ¡Tiene acojonado a todo el gobierno andaluz y a ella quieren desprestigiarla! ¡Viva la Justicia!. Se hace bueno el refrán: ¡Justicia, señor, pero por mi casa no!
Mijitas la campaña de Susana Díaz -me borro de andaluz si sale elegida-, de la que los trianeros tenemos una opinión totalmente desfavorable desde que la designaron como delegada del Distrito. ¡Es una auténtica bellota -con perdón- y no sería capaz de distinguir ni siquiera los cuatro puntos cardinales, no digamos de las reglas gramaticales ni de las referidas a las matemáticas básicas! ¿Está puesta en Política...?
Es decir, estamos en manos de nadie y, sin embargo, en el de mucha gente con capacidad nula y sin el reconocimiento académico y político que se debe exigir a quienes la vida les ha otorgado el honor de dirigir los destinos de un pueblo.
Sería bueno que, en vez de sacar tantas cofradías a la calle, sea o no Semana Santa, Dios nos ilumine a todos: al pueblo para exigir a gritos sus derechos, y a los gobernantes para que hagan acto de conciencia.
Pues si que las "mijitas" pueden conformar un cuerpo perfecto.
ResponderEliminarLo malo, Ángel, es que estos políticos que tenemos mijita a mijita se lo han llevado todo y, aparte del dinero, nuestra fe, esperanza y confianza en una sociedad justa.
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