Ayer, al filo de la madrugada, comenzó la extraordinaria feria cordobesa de Nuestra Señora de la Salud, que pone colofón al largamente festivo mayo cordobés. La Feria, situada al pie del Guadalquivir, allí por donde se quiebra a la cintura de la ciudad por chicuelinas, con su airosa y gigantesca portada, es una de las más tranquilas de cuantas conozco. Hay gente, claro que sí, pero jamás esas bullas para andar por sus calles que se sufren en las de Sevilla o Jerez. Aquí sí se puede entrar en todas las casetas, norma que me parece que instauró Julio Anguita en su época de alcalde, aunque sin avasallar y estando bien presentado, como es normal, aunque la mayoría de los visitantes tienen sus casetas de amigos, cofradías, asociaciones y peñas, entidades que proliferan por toda la ciudad califal. Las casetas suelen ser muy grandes, y por las altas temperaturas que se esperan siempre por estos días, casi todas gozan en su infraestructura de aire acondicionado, lo cual se agradece después de un buen paseo, unas copas y un copioso almuerzo. Da gusto pasear por sus amplias calles sintiendo el agua vaporizada y observando sus postes cuajados de gitanillas.
Si no han podido venir a las cruces ni a los patios, no pierdan la oportunidad para darse un garbeo por aquí y pasar un agradable rato en un recinto ferial amplio, cómodo y cuidado. Si además le gustan los toros, desde el 23 al 30 hay festejos taurinos para todos los gustos, aunque uno en especial me llame la atención con los diestros Enrique Ponce -que es como de la casa, tanto cariño se le tiene en Córdoba-, Morante de La Puebla y José María Manzanares, que lidiarán toros de Juan Pedro Domecq.
¿Le apetece el paseo? ¡Anímese!
No hay comentarios:
Publicar un comentario