
EL ANACORETA
Vuelve el anacoreta a mi mirada.
La luna se incendia de repente de mieles rubicundas.
La antigua rosa mística envuelve con su aroma
el corazón azul vivo cobalto de la muda montaña.
La noche en flor de estrellas se pregunta:
¿Acaso es esto lo que el anacoreta reflexiona,
hace suyo, proyecta hacia lo alto?
Yo me digo a mi mismo: Debo estar inventando.
Debo estar inventando, como siempre.
Yo no he sido, miradme, jamás anacoreta.
Yo soy, si que es soy, pues yo no sé si soy,
un huérfano de Dios.
Calle mi voz, me digo en solitario,
mis labios sean sellados. Quede claro, muy claro,
que yo soy, si es que soy,
un pobre y triste hombre a la deriva,
una vida, y no más, flotando en dudas,
llena hasta rebosar de incertidumbres.
Sin embargo, no sé por qué ni cómo,
esta noche en que las flores rondan el olvido
y las lechuzas sienten que las acecha el miedo,
mi alma, vagamente, cree adivinar
que lo único real es la invisible fuerza del amor.
Vuelve el anacoreta a mi mirada.
La luna se incendia de repente de mieles rubicundas.
La antigua rosa mística envuelve con su aroma
el corazón azul vivo cobalto de la muda montaña.
La noche en flor de estrellas se pregunta:
¿Acaso es esto lo que el anacoreta reflexiona,
hace suyo, proyecta hacia lo alto?
Yo me digo a mi mismo: Debo estar inventando.
Debo estar inventando, como siempre.
Yo no he sido, miradme, jamás anacoreta.
Yo soy, si que es soy, pues yo no sé si soy,
un huérfano de Dios.
Calle mi voz, me digo en solitario,
mis labios sean sellados. Quede claro, muy claro,
que yo soy, si es que soy,
un pobre y triste hombre a la deriva,
una vida, y no más, flotando en dudas,
llena hasta rebosar de incertidumbres.
Sin embargo, no sé por qué ni cómo,
esta noche en que las flores rondan el olvido
y las lechuzas sienten que las acecha el miedo,
mi alma, vagamente, cree adivinar
que lo único real es la invisible fuerza del amor.
México D. F. 20 de Diciembre 2010
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