sábado, 8 de mayo de 2010

PERSONAS EN MI VIDA: MI HERMANO JUAN PEÑA

Cuando llegué destinado a Córdoba en noviembre de 1995, yo gozaba en esta ciudad de muy buenos y excelentes amigos por haber dado algunas conferencias de flamenco aquí, por haber sido miembro del Jurado de su Concurso Nacional en varias ediciones, por haber conseguido el Premio Nacional de Periodismo "Ricardo Molina" en 1983, haber dado el Pregón de Exaltación de la Saeta en el Gran Teatro o el Pregón Taurino de la Feria de Córdoba en mayo de 1993. Me unía una gran amistad con los hombres del mundo peñístico, con compañeros de los medios de comunicación, con pintores, poetas y escritores: Ángel Marín Rújula, Luis Melgar, Rafael Salinas, Rafael Reina, Agustín Gómez, Miguel López, José Capdevila, el pintor Antonio Povedano y el doctor Manuel Concha, entre otros. Es decir, cuando llegué no era un desconocido ni me encontré solo en ningún momento.

Mi única soledad era la de la compañía familiar, ya que mi familia siguió en Sevilla hasta el mes de agosto de 1996, con lo cual me llevé nueve meses trabajando mucho y teniendo que almorzar y cenar todos los días en la calle. Me llevé los tres primeros meses viviendo en el hotel Meliá, que era el tiempo que la empresa nos daba mientras nos buscábamos una vivienda. Una buena noche, pregunté en la recepción del hotel dónde había un sitio cercano y bueno para cenar y me indicaron que a unos cien metros, al lado del hospital de la Cruz Roja, estaba el mesón Juan Peña, que era uno en los que mejor se comía de toda la ciudad. Allí encaminé mis pasos. Nada más entrar me di cuenta de que el precioso recinto, aparte de estar decorado con muchas antigüedades de alto valor, gozaba de muchas fotografías e ilustraciones flamencas, por lo que entendí que al dueño le tenía que gustar el tema.

Mientras esperaba al camarero, me imaginé que el dueño era un señor orondo, serio y seco que estaba detrás de la barra. La casualidad quiso que a los cinco minutos apareciese por el mesón el célebre doctor Concha, que se alegró de mi llegada a Córdoba y que me preguntó: -¿No conoces al dueño? Ante mi negativa, él hizo el protocolo de la presentación. Mi amigo se tomó conmigo unas copas y se fue, y yo me quedé cenando. Cuando terminé, se acercó Juan Peña y me dijo que si se podía sentar conmigo para charlar un rato..., un rato largo que duró hasta las cuatro de la madrugada, ya que una vez que cerró el local me llevó a un sitio encantador cercano llamado el Mesón de la Luna. Me di cuenta rápidamente que a mi nuevo amigo -que se había negado a cobrarme la cena- le gustaba el flamenco más que a Silverio, que era su auténtica pasión y vida y que, además, cantaba y bailaba de bien para arriba, con una voz que hacía temblar las paredes y con una agilidad en el baile, a pesar de ser obeso, al estilo más puro y racial de "Farruco".

Ahí empezó una amistad que llegó a convertirse en poco tiempo en un auténtico hermanamiento, tanto con él como con su mujer, Mari Carmen -extraordinaria cocinera-, y sus cuatro hijas: Victoria, Esther, Mari Carmen y María Jesús. A partir de esa inicial amistad, yo le llevaba libros sobre Triana, temas flamenco y discos que devoraba con pasión. Un día le dije que no iría nunca más a su casa a comer porque nunca me cobraba y ese era su negocio. Me ponía tan pesado que le daba un billete, trasteaba en la caja de cobro y me daba la vuelta. Cuando la iba a guardar me daba cuenta que lo que había hecho es cambiarme el billete por otros de menor cuantía pero por la misma cantidad. No había manera de pagar. Nuestra amistad no se limitó ya a nuestra afición al flamenco, sino que participábamos de las alegrías y nos contábamos también nuestras penas. Nos hemos reído muchísimo con sus ocurrencias, con su gran sentido del humor -a pesar de que aparenta lo contrario- y hemos pasado ratos inolvidables con todos los amigos que nos eran comunes.

En su mesón, entrando a la izquierda, desde 1996, ya hay un rincón dedicado a Triana, con tres cuadros de Antonio Badía que le regalé: El Chaque, Antonio "El Arenero" y Paco Taranto. Porque esa es otra, Juan es un enamorado de Triana, se conoce los bares y restaurantes mejor que nosotros los nativos, y he tenido el honor de presentarle a todos mis amigos del barrio. Le encantaba la desaparecida "Taberna del Altozano" de nuestro amigo Pepe Lérida y "El Carbonero", ha conocido a todos los artistas que por allí han pasado y no pocas veces hemos formado una juerga sana cada vez que venía conmigo al barrio. Un Domingo de Ramos, cómo nos liaríamos que perdimos el último AVE y nos tuvimos que volver a Córdoba en taxis. En Córdoba también hemos pasado ratos y noches deliciosas, y seguimos pasando esos ratos cuando se tercia, como pueden dar testimonio nuestros blogueros José Luis y Elisa cuando les presenté a mi amigo el pasado día 5 en la inauguración de la Cata del Vino.

Juan ya no es generoso, es el colmo de la generosidad y, para la buena mesa, un gastrónomo infatigable. Hay que decir que en este terreno está considerado como uno de los mejores cocineros de España. Los grandes cocineros de moda: Ferrán Adriá, Arzak, Sergi Arola o Berasategui han pasado por su local y han querido llevárselo con ellos para las ferias culinarias que se hacen por España y el extranjero. Pero Juan, salvando una vez que estuvo en una de estas grandes manifestaciones en Sevilla, donde hizo un montón de salmorejos diferentes, no quiere salir jamás de su ciudad. La cocina que hacía su madre, más refinada ya y cuidada con mil amores, es el gran secreto de su triunfo. No hay ministro o celebridad importante que no haya pasado por su casa, siendo uno de los más habituales de su establecimiento, por ser cercano vecino, Manuel Benítez "El Cordobés". Hasta tal punto llega su dadivosidad que una vez, el año 2006, me llamó porque tenía que dar una pequeña conferencia en Ciudad Real sobre las tabernas cordobesas y quería que yo le escribiese el texto. Se lo hice con mucho gusto, le encantó y, por lo que más tarde me contó, había sido un éxito. A los pocos días me dijo que por qué no me acercaba a cenar a su mesón con mi mujer. Al terminar la cena, que hicimos conjunta con él, me sacó un estuche y me lo extendió: era un magnífico "Rolex". ¡Las cosas de Juan, el corazón de Juan!

Hemos vivido todos los acontecimientos de nuestras vidas: las bodas de nuestros hijos, celebraciones de la nochevieja, santos y cumpleaños de amigos, comuniones... Lo que es decir, somos familia. El destino, siempre el destino es el culpable, quiso unirnos cuando yo, más solo que la una, pregunté al recepcionista del hotel dónde había un buen sitio para cenar. Y el destino también quiso que estuviera allí Manuel Concha para que esa ocasión no se esfumase.

Entre algunos poemas serios que le he dedicado a él y a su mujer, y que guardan con mimo, un día le dediqué un poema humorístico dedicado a sus extraordinarias palmas haciendo compás, que en esa materia también destaca como si fuera un gitano de la Cava: Tronío de rumbo. Palmero./ Juerguista de condición./ Dos arrobas de salero/ y cuatro de corazón./ Sus manos son un pregón/ de amistad y fantasía,/ palomas de la alegría/ que vuelan al mundo entero./ Con mi hermano Juan me muero/ al paso de cada día./ Cuando me llegue la hora/ de a Dios entregar mi alma,/ ni curas, lágrimas, lutos.../ ¡Palmas de mi Juan,/ sus palmas!

Si mi amigo Juan no hubiese nacido, habría que habérselo inventado.

2 comentarios:

  1. ¡Que placer hablar con Juan! A los 5 minutos de estar con él parece como si lo conocieras de toda la vida. Juan Peña transmite esa energía positiva que tanto necesitamos.

    Su mesón tiene platos exquisitos y un ambiente muy agradable siendo un lugar de obligada visita.

    Desde el blog le mando un fuerte abrazo a Juan.

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  2. Me alegro de que te gustase el trato de mi "hermano" Juan. Es una persona excepcional, aparte de un gran cocinero.

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