Es mi hermano, pero no lo es. Me explico: la vida, el destino quiso unirnos. Así de simple. Siempre se ha dicho que el mundo es un pañuelo, y ciertamente que lo es. Yo, por desgracia, nunca tuve un hermano varón con el que comentar nuestras cosas, intercambiarnos nuestras confidencias, hablar de nuestras conquistas amorosas, intentar solucionar nuestros problemas. La vida, tan parca conmigo en algunas cosas, quisó que así sucediera. Pero mira por donde, haciendo mi programa diario "Ser del Sur" en Radio Popular de Sevilla, un buen día del mes de febrero de 1983 aparece Pepe Peregil por allí para presentarme, casualmente, a este hermano, con su mujer, Nadine, que la genética me había negado. Nunca agradeceré lo bastante a Peregil ese día.
Tras terminar el programa e irnos al bar "las Nieves", aledaño a la emisora y, después, al "Quitapesares" para saber más de cada uno, resulta que se da la coincidencia de que habíamos nacido el mismo día, un 18 de julio, con cuatro años de diferencia, él en 1945 y yo en 1949. Él tampoco tenía hermano, había muerto el unico que tuvo, y nos unían los mismos gustos: el humor, el amor al Flamenco, a la historia y la literatura, a los toros, y una gran pasión por el Real Betis Balompié, que en mí, por ser nativo, se comprende, pero es que Santi es francés y allí vive, en una hermosa mansión de Pau, donde tiene un auténtico museo de nuestro equipo.
Desde entonces, y hasta hoy, nuestros amigos son los mismos amigos, nuestros problemas los mismos problemas, y no dejamos de llamarnos una vez por semana para preguntar por la salud y por la marcha -ahora terrible- del equipo verdiblanco. Tal como yo en Sevilla, él tenía un programa flamenco en radio Olorón llamado "Andalucía", cuya sintonía de entrada era aquel tango del mismo título del tristemente desaparecido "Turronero". Desde el año 1983 hasta 1988 programó unos importantísimos festivales flamencos, "Noche de Andalucía", por los que pasaron los mejores artistas del cante, el baile y la guitarra, desde Fosforito a José Mercé que tuvo su debut en Francia precisamente allí. Varios años tuve la gran suerte de asistir y poder contemplar la gran afición que se daba cita y la extraordinaria seriedad en la organización.
Hemos disfrutado nocheviejas deliciosas, en las que él y mi "cuñada" me minaban, literalmente, la casa de petardos. No podías tentar un plato sin que algo explotase, ni coger el teléfono, ni abrir una puerta, ni levantar una colcha. Es más, cuando ya se habían ido y amanecía un día con lluvia, me llevaba un susto terrible al coger el paraguas..., porque también lo habían minado ese día de fiesta, guasa y polvorín. Ahora siempre nos vemos dos veces al año. Estoy deseando que llegue finales de mayo para que vengan a Córdoba unos días en los que nos lo pasamos a lo grande en mi casa, en la Feria, en los toros, y compartiendo tertulia con nuestros comunes amigos. La otra fecha clave, que nunca ha fallado desde entonces, es el día de nuestro cumpleaños. Esté yo donde esté allí que aparecen ese día: en la Sierra de Cazorla, en Isla Cristina, en Punta Umbría o en Córdoba para pasar unos días envidiables. El intercambio de regalos es digno de ver y son cientos de fotografías las que dejan memoria de un acto que para nosotros es ciertamente singular. En Triana, normalmente lo hacíamos en El Altozano, en el Quiosco de las Flores, y las mesas de nuestro alrededor no paraban de reir al ver los regalos que nos intercambiamos. Aparte de los regalos llamados serios: libros, discos, cerámicas..., cuando nos lo pasamos en grande es a la hora de la guasa. Mis regalos son las mayores horteradas que puedo comprar del Betis: relojes, despertadores, toallas, banderas..., el toro más feo que encuentro cada año en el mercado, de los que tendrá una camada completa, y cosas por el estilo. Los de él son las camisas más ordinarias que uno pueda comprar. Como todos los años viajan al Caribe, me compra unas camisas que aquí no me las puedo poner porque me tirarían pedradas por las calles. Tengo también una auténtica colección de calzonas eróticas que ya me dirán ustedes en qué playa me las pongo; calzonas con pajarita, con trompa de elefante, con dos manos agarrándome las parte nobles..., y las gorras más horteras del mundo. Las tengo de viseras de medio metro con preservativos para cada día de la semana, con radio, portadora de latas para combinar el tinto con La Casera y sorber por medio de dos gomas, con cara de cocodrilo, con cuadros de lo más ordinario...
Santi y Nadine son sencillamente deliciosos. Son familia. A mi hijo Pablo, su predilecto, cuando tendría unos 13 años, se lo llevaron con ellos a Francia y le enseñaron todos los sitios. Venía encantado, había hecho amigos, allí empezó a interesarse por el flamenco y aprendió mucho francés. Santi, hoy jubilado, fue profesor de Historia y conocía perfectamente los métodos didácticos para que los niños aprendiesen con facilidad cualquier cosa.
Santi puede pasar perfectamente por un gitano de la Cava. Es alto y de un moreno cetrino profundo. Recuerdo hará tres o cuatro años, en la Feria de Sevilla, que estando sentados en la puerta de la caseta que frecuentamos, se le acercó una gitana intentándole vender un clavel, diciéndole: -Venga primo, hijo, que tú eres de los nuestros y sabes las fatiguitas que pasamos..., igual nos ocurrió otro día en la cava de los civiles con otra gitana que le pedía unas monedas: -Primo, gitano, dame unas monedillas que tu "vende cá" como nosotros.
Jamás un hermano genético pudo parecerse tanto a mí como este hermano adoptivo que Dios puso en mi vida, en febrero de 1983, gracias a Pepe Peregil.
Tras terminar el programa e irnos al bar "las Nieves", aledaño a la emisora y, después, al "Quitapesares" para saber más de cada uno, resulta que se da la coincidencia de que habíamos nacido el mismo día, un 18 de julio, con cuatro años de diferencia, él en 1945 y yo en 1949. Él tampoco tenía hermano, había muerto el unico que tuvo, y nos unían los mismos gustos: el humor, el amor al Flamenco, a la historia y la literatura, a los toros, y una gran pasión por el Real Betis Balompié, que en mí, por ser nativo, se comprende, pero es que Santi es francés y allí vive, en una hermosa mansión de Pau, donde tiene un auténtico museo de nuestro equipo.
Desde entonces, y hasta hoy, nuestros amigos son los mismos amigos, nuestros problemas los mismos problemas, y no dejamos de llamarnos una vez por semana para preguntar por la salud y por la marcha -ahora terrible- del equipo verdiblanco. Tal como yo en Sevilla, él tenía un programa flamenco en radio Olorón llamado "Andalucía", cuya sintonía de entrada era aquel tango del mismo título del tristemente desaparecido "Turronero". Desde el año 1983 hasta 1988 programó unos importantísimos festivales flamencos, "Noche de Andalucía", por los que pasaron los mejores artistas del cante, el baile y la guitarra, desde Fosforito a José Mercé que tuvo su debut en Francia precisamente allí. Varios años tuve la gran suerte de asistir y poder contemplar la gran afición que se daba cita y la extraordinaria seriedad en la organización.
Hemos disfrutado nocheviejas deliciosas, en las que él y mi "cuñada" me minaban, literalmente, la casa de petardos. No podías tentar un plato sin que algo explotase, ni coger el teléfono, ni abrir una puerta, ni levantar una colcha. Es más, cuando ya se habían ido y amanecía un día con lluvia, me llevaba un susto terrible al coger el paraguas..., porque también lo habían minado ese día de fiesta, guasa y polvorín. Ahora siempre nos vemos dos veces al año. Estoy deseando que llegue finales de mayo para que vengan a Córdoba unos días en los que nos lo pasamos a lo grande en mi casa, en la Feria, en los toros, y compartiendo tertulia con nuestros comunes amigos. La otra fecha clave, que nunca ha fallado desde entonces, es el día de nuestro cumpleaños. Esté yo donde esté allí que aparecen ese día: en la Sierra de Cazorla, en Isla Cristina, en Punta Umbría o en Córdoba para pasar unos días envidiables. El intercambio de regalos es digno de ver y son cientos de fotografías las que dejan memoria de un acto que para nosotros es ciertamente singular. En Triana, normalmente lo hacíamos en El Altozano, en el Quiosco de las Flores, y las mesas de nuestro alrededor no paraban de reir al ver los regalos que nos intercambiamos. Aparte de los regalos llamados serios: libros, discos, cerámicas..., cuando nos lo pasamos en grande es a la hora de la guasa. Mis regalos son las mayores horteradas que puedo comprar del Betis: relojes, despertadores, toallas, banderas..., el toro más feo que encuentro cada año en el mercado, de los que tendrá una camada completa, y cosas por el estilo. Los de él son las camisas más ordinarias que uno pueda comprar. Como todos los años viajan al Caribe, me compra unas camisas que aquí no me las puedo poner porque me tirarían pedradas por las calles. Tengo también una auténtica colección de calzonas eróticas que ya me dirán ustedes en qué playa me las pongo; calzonas con pajarita, con trompa de elefante, con dos manos agarrándome las parte nobles..., y las gorras más horteras del mundo. Las tengo de viseras de medio metro con preservativos para cada día de la semana, con radio, portadora de latas para combinar el tinto con La Casera y sorber por medio de dos gomas, con cara de cocodrilo, con cuadros de lo más ordinario...
Santi y Nadine son sencillamente deliciosos. Son familia. A mi hijo Pablo, su predilecto, cuando tendría unos 13 años, se lo llevaron con ellos a Francia y le enseñaron todos los sitios. Venía encantado, había hecho amigos, allí empezó a interesarse por el flamenco y aprendió mucho francés. Santi, hoy jubilado, fue profesor de Historia y conocía perfectamente los métodos didácticos para que los niños aprendiesen con facilidad cualquier cosa.
Santi puede pasar perfectamente por un gitano de la Cava. Es alto y de un moreno cetrino profundo. Recuerdo hará tres o cuatro años, en la Feria de Sevilla, que estando sentados en la puerta de la caseta que frecuentamos, se le acercó una gitana intentándole vender un clavel, diciéndole: -Venga primo, hijo, que tú eres de los nuestros y sabes las fatiguitas que pasamos..., igual nos ocurrió otro día en la cava de los civiles con otra gitana que le pedía unas monedas: -Primo, gitano, dame unas monedillas que tu "vende cá" como nosotros.
Jamás un hermano genético pudo parecerse tanto a mí como este hermano adoptivo que Dios puso en mi vida, en febrero de 1983, gracias a Pepe Peregil.
Pues sí, Santi tiene pinta de "vende cá".
ResponderEliminarLa vida nos llena de personas maravillosas y entrañables de las que tenemos que saber disfrutar.
Desde el blog le mando un fuerte abrazo a tu hermanano adoptivo.
Por cierto Emilio ¿la camiseta de la foto es de las que te regaló Santi?
La "cá" de tu tierra adoptiva de Morón la vende como nadie. ¿De quién crees que es la camiseta? Y esta es de las más discretitas. Hay muchas que no me las puedo poner, como la de La Gioconda de Leonardo con toda la teta al aire..., y otras que ya te contaré. Piezas museísticas.
ResponderEliminarLe había perdido la pista a Santi y Nadine. Le mando un abrazo a los dos.
ResponderEliminarAún recuerdo un fin de año petardero en tu casa de Alfarería. Nos daba miedo hasta comernos las uvas no fuera que tuvieran alguno dentro, ¿Te acuerdas? Al final los llevamos Mariló y yo al hotel Cervantes con los canotiers en la cabeza. O cuando aparcaban la roulote en Alcalá del Río frente al "Porrito" y estabamos comiendo tortilla en salsa hasta la madrugada.
ResponderEliminarDales un fuerte abrazo de nuestra parte.
Les daré un abrazo fuerte de parte de los tres, de mi compadre Manolo y vuestra. Vienen ahora al final de mayo para pasar unos días juntos, ir a la feria de Córdoba y ver alguna corrida. Yo creo que todavía tiene que haber, a pesar de la mudanza de Sevilla aquí, algún petardo por cualquier sitio.
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