EL MORAPIO
Aún guarda la sonrisa ilusionada
del que ha vivido mucho y mucho espera
de una vida flamenca y jaranera
en la que el sol fue luna en madrugada.
Aún tiene la mirada ilusionada
-aunque sus lentes le hacen de barrera-
para ver otra nueva primavera
y otra nueva bohemia enamorada.
Tenía en Pelay Correa su santuario,
templo mayor del reino tabernario
de toreros, flamencos y gitanos...,
la célebre pringá ya se ha perdido,
mas él recuerda aquel tiempo ido
con cigarro y bastón entre sus manos.
Aún guarda la sonrisa ilusionada
del que ha vivido mucho y mucho espera
de una vida flamenca y jaranera
en la que el sol fue luna en madrugada.
Aún tiene la mirada ilusionada
-aunque sus lentes le hacen de barrera-
para ver otra nueva primavera
y otra nueva bohemia enamorada.
Tenía en Pelay Correa su santuario,
templo mayor del reino tabernario
de toreros, flamencos y gitanos...,
la célebre pringá ya se ha perdido,
mas él recuerda aquel tiempo ido
con cigarro y bastón entre sus manos.
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