jueves, 18 de marzo de 2010

RINCÓN COFRADE TRIANERO: UN ÁNGEL DEL JUEVES SANTO

A LA ETERNA MEMORIA DE UN ÁNGEL,
PEPITA JIMÉNEZ DÍAZ

Supe el dolor de una hija
y lo medí con el alma
al encontrarla sin vida
cuando mi amor fue a besarla.

¡Me la imaginé dormida
y ya en el cielo jugaba!

Su cuerpecito de ángel
lo estrujé con vivas ansias
y lo regué en un instante
con mis lágrimas amargas.
La noche de primavera
daba oración y fragancias
y entre la comba del cielo

la luna, como Hostia Santa,
iluminaba mi pena
en mudo afán de matarla.

¿Qué encantos tenía mi niña
para que Dios la robara?

Para coronar la Virgen
un angelito faltaba
con sus cabellos de oro
risados por fina gracia,
su rostro como un poema,
chatilla, nariz de nácar,
y una sonrisa inocente
entre sus dos labios granas
que semejara un suspiro
eterno de luz y plata.

¡Mi niña fue el angelito
que a la Virgen le faltaba!

La noche del Jueves Santo,
cuando Jesús se entregaba
en un abrazo de cruz
para redimir las almas,
en la cruz de un gran dolor
con la pena me clavaba.
Eran los clavos dos ojos
cerrados, que no miraban,
la corona era su boca
eternamente callada,
y la lanza en mi costado
su cuerpo de rosa blanca.

Para coronar la Virgen
un angelito faltaba.
El Jueves Santo voló
al cielo que la aguardaba.

Yo te lo entregué, Señor,
con un pedazo del alma,
hecha jirones la vida
por esta herida tan ancha.
Miel en mi pena te imploro
para mis horas amargas.

¡Si mi cruz es dolorosa,
la tuya fue más pesada!


(RAMÓN JIMÉNEZ TENOR. Jueves Santo 1955)

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