Este artículo de mi padre, publicado en la revista "Estrella" de 1966, ha quedado como ejemplo en la memoria de todos los cofrades de la hermandad trianera. La foto, por aquello de los años y del trasvase al ordenador, no es de muy buena calidad, pero no he querido poner otras que yo mismo y excelentes fotógrafos han hecho a esas manos que mi padre cantaba hace 44 años. Además, ha sido una odisea poder encontrar ese artículo que todos aún siguen creyendo maravilloso por su sentido contenido. Esta revista, entre tantos libros, archivo y papeles, está en mi casa, pero no había forma de encontrarla. Quise guardarla tan bien, que se me ha perdido en este mare mágnum de libros que guarda mis espaldas, mis costados y mi visión frontal. Como pasa siempre, cuando no quiera encontrarlo, aparecerá. Ante el deseo de que se conociera, y viendo lo infructuoso de mi búsqueda, recurrí a uno de mis mejores amigos trianeros, Juan Cembrano, hermano de la Estrella, que ha hecho lo posible y lo imposible hasta llegar hoy a mis manos esa oración paterna a su Virgen amada, que a mí me sorprendió cuando era muy joven y que erizó los vellos de aquellos hermanos que, como Juan, supieron y gozaron de esa sencilla lección de fe. ¡Jamás podré pagarle a Juan el interés, y desinterés, de hacerme llegar la emoción de un artículo que yo, por el momento, ya daba por perdido!.
"He contemplado más de una vez el recordatorio que este año ha ofrecido la Hermandad de la Estrella con motivo del devoto besamanos de su amantísima titular. Es uan sencilla estampa donde solamente están fotografiadas las manos de la Virgen, bajo las cuales se imprime el recordatorio de la solemnidad. Ha sido para mí, la originalidad de esta estampa, algo así como la abstracción de toda la belleza, de encanto inexpresable de esta Virgen trianera, de la esencia artística de su imagen y de la poesía incontaminada de su historia nazarena. Pero hay algo más. Esas manos han venido a decirme muchas cosas que no se me hubieran ocurrido antes de verlas en el sencillo marco de la estampa. Me atrevería a decir que solamente ellas pueden constituir páginas y páginas de un gran libro muy a propósito para la meditación más exigente. La Virgen hoy sólo viene a ofrecernos el pareado de sus manos, ocultando su cara bendita y poniéndole un velo a su corazón de Madre. Ni siquiera ofrece sus ojos que tanto dicen de reclamos. Hoy ofrece sus manos, sus manos benditas, sus manos pedigüeñas, acariciadoras y tiernas; las manos del dolor y de la dicha; las que enseñaron los primeros pasos al Niño de Belén y en las que se posaron temblorosas sobre la sangre parada del yerto Nazareno. ¡Manos de Madre!
Esa pequeña estampa, esas manos de la Estrella estarán hoy en muchos lugares. No faltarán junto al lecho de los que sufren para llevar con ellos los duros travesaños del madero. Ni faltarán tampoco al filo de la angustia y la desesperación para brindar una caricia de alegría y señalar caminos de esperanzas. Las manos de la Virgen de la Estrella, salidas del copón mariano de su cuerpo de nardo, irán a todas las almas como la comunión íntima y recoleta de una Misa de alba. ¡Manos de María Dolorosa! ¡Manos de la Estrella, sublime mutilación de una rosa trianera con afanes de entrega!
Ahí están ellas, sin decir nada y diciéndolo todo. ¿Qué pedirá la Virgen de la Estrella con el generoso ofertorio de sus manos? A unos más y a otros menos, pero a todos, eso sí, vienen a suplicarnos, ¡es tan Madre!, la derechura del camino, el amor sin medida y el seguimiento del Nazareno, con todas sus consecuencias.
Profundizando en la grandiosa lección, meditando mejor, de estas manos de la Virgen, veremos si ellas solas no bastan para trastocar toda nuestra vida, remover la conciencia y ordenar el enmarañado mundo de nuestro yo. Por ellas, nos vienen todas las gracias, empapando la aridez de nuestro valle y haciendo florecer eso bueno que todos llevamos dentro.
Ahí tienes esa manos. Su corazón, sus lindos ojos, la gracia de su cara, su bonita expresión de guapa dolorosa, tuyos son por supuesto. Pero, ahora, lee conmigo en el libro abierto de sus manos, y verás también cómo, en una feliz coincidencia, ha querido la Virgen de la Estrella que sus manos se multipliquen y lleguen con prisa a todos los hogares."
(RAMÓN JIMÉNEZ TENOR. REVISTA ESTRELLA. 1966)
"He contemplado más de una vez el recordatorio que este año ha ofrecido la Hermandad de la Estrella con motivo del devoto besamanos de su amantísima titular. Es uan sencilla estampa donde solamente están fotografiadas las manos de la Virgen, bajo las cuales se imprime el recordatorio de la solemnidad. Ha sido para mí, la originalidad de esta estampa, algo así como la abstracción de toda la belleza, de encanto inexpresable de esta Virgen trianera, de la esencia artística de su imagen y de la poesía incontaminada de su historia nazarena. Pero hay algo más. Esas manos han venido a decirme muchas cosas que no se me hubieran ocurrido antes de verlas en el sencillo marco de la estampa. Me atrevería a decir que solamente ellas pueden constituir páginas y páginas de un gran libro muy a propósito para la meditación más exigente. La Virgen hoy sólo viene a ofrecernos el pareado de sus manos, ocultando su cara bendita y poniéndole un velo a su corazón de Madre. Ni siquiera ofrece sus ojos que tanto dicen de reclamos. Hoy ofrece sus manos, sus manos benditas, sus manos pedigüeñas, acariciadoras y tiernas; las manos del dolor y de la dicha; las que enseñaron los primeros pasos al Niño de Belén y en las que se posaron temblorosas sobre la sangre parada del yerto Nazareno. ¡Manos de Madre!
Esa pequeña estampa, esas manos de la Estrella estarán hoy en muchos lugares. No faltarán junto al lecho de los que sufren para llevar con ellos los duros travesaños del madero. Ni faltarán tampoco al filo de la angustia y la desesperación para brindar una caricia de alegría y señalar caminos de esperanzas. Las manos de la Virgen de la Estrella, salidas del copón mariano de su cuerpo de nardo, irán a todas las almas como la comunión íntima y recoleta de una Misa de alba. ¡Manos de María Dolorosa! ¡Manos de la Estrella, sublime mutilación de una rosa trianera con afanes de entrega!
Ahí están ellas, sin decir nada y diciéndolo todo. ¿Qué pedirá la Virgen de la Estrella con el generoso ofertorio de sus manos? A unos más y a otros menos, pero a todos, eso sí, vienen a suplicarnos, ¡es tan Madre!, la derechura del camino, el amor sin medida y el seguimiento del Nazareno, con todas sus consecuencias.
Profundizando en la grandiosa lección, meditando mejor, de estas manos de la Virgen, veremos si ellas solas no bastan para trastocar toda nuestra vida, remover la conciencia y ordenar el enmarañado mundo de nuestro yo. Por ellas, nos vienen todas las gracias, empapando la aridez de nuestro valle y haciendo florecer eso bueno que todos llevamos dentro.
Ahí tienes esa manos. Su corazón, sus lindos ojos, la gracia de su cara, su bonita expresión de guapa dolorosa, tuyos son por supuesto. Pero, ahora, lee conmigo en el libro abierto de sus manos, y verás también cómo, en una feliz coincidencia, ha querido la Virgen de la Estrella que sus manos se multipliquen y lleguen con prisa a todos los hogares."
(RAMÓN JIMÉNEZ TENOR. REVISTA ESTRELLA. 1966)
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