DIBUJO DE VICENTE FLORES
Aunque es verdad que, en los años ya de decadencia, cualquier tablilla valía, y si el tranvía no la llevaba le daba igual a la Compañía, al final la línea era la misma de siempre y, también siempre, el mismo tranviario. Si el humor decía cómo debía cogerse un tranvía, la ordenanza del ayuntamiento para que las plataformas de los tranvías no se atiborrasen de usuarios, ya que se producían muchos descarrilamientos, no se hizo esperar, aunque ya no se le hacía caso. Agustín López Macías "Galerín", con su habitual humor, fecha un artículo de 1923 con los siguientes títulos: ¿Quién ha subido el último? y ¿Qué pasa?, que no tienen desperdicio:
"Con motivo de la desgracia ocurrida en el Prado de San Sebastián, de la que resultaron varias víctimas, la autoridad ha dado órdenes terminantes para que los tranvías no circulen con exceso de pasajeros, y como aquí las órdenes no se cumplen nunca, y el público lo sabe, pues los viajeros son los primeros que no están dispuestos a cumplirlas.
Esta orden, como todas, será de justicia de Enero, y mientras tanto, se está dando lugar a que cada cinco minutos haya una bronca morrocotuda.
"Con motivo de la desgracia ocurrida en el Prado de San Sebastián, de la que resultaron varias víctimas, la autoridad ha dado órdenes terminantes para que los tranvías no circulen con exceso de pasajeros, y como aquí las órdenes no se cumplen nunca, y el público lo sabe, pues los viajeros son los primeros que no están dispuestos a cumplirlas.
Esta orden, como todas, será de justicia de Enero, y mientras tanto, se está dando lugar a que cada cinco minutos haya una bronca morrocotuda.
Antes de arrancar el tranvía han subido una señora, dos jovencitos, un niño y un novio. Sube el último el padre de la prole, y es en ese momento cuando el cobrador que ha contado el número de viajeros, le dice al papá:
-Usted no puede ir. Ya está completo. ¡Apéese!
-Pero hombre de Dios, si ahí van mi señora, mis hijos, el novio de mi hija...
-Yo no sé nada más sino que usted subió el último.
¿Y si sube la última mi mujer, hago el viaje viudo?
-Yo no sé nada más sino que usted subió el último.
¿Y si sube la última mi mujer, hago el viaje viudo?
-Yo no discuto más. Abajo.
Y se agarra al silbato, haciéndole sonar dos veces. El coche se pone en marcha, y por la ventanilla asoman las caras las señoras, gritando:
-Papá, ¿pero te quedas en tierra, papá? ¡Conductor, pare usted!
-Papá, ¿pero te quedas en tierra, papá? ¡Conductor, pare usted!
-Ya no puede ser, señoras.
-¿Pero hombre, va nuestro padre a seguir el tranvía como siguen los perros detrás de su dueño? ¡Pare usted, hombre!
-¿Pero hombre, va nuestro padre a seguir el tranvía como siguen los perros detrás de su dueño? ¡Pare usted, hombre!
El público se pone de parte de las señoras, el conductor se niega a parar, el público le obliga queriéndole dar al freno, surge la bronca, y queda parado el tranvía.
Ha llegado el guardia (si no va en el tranvía escuchando y haciéndose el Lorenzo), y todo lo que se le ocurre es dar la razón a los dos para que la broca no se termine.
Uno del público ha llamado "tío" (yo lo oí) al conductor, este saca el cachiporro de metal del motor, y nos quedamos aterrados. Como descargue interviene el juzgado de guardia.
-¡Por Dios, amigo, coloque eso en el Ocho!
-¿Pero usted no ha oído? ¿Se nos debe tratar así? Nosotros tenemos contados los minutos de las vueltas. El público no se fija en eso. Yo aquí delante sólo obedezco al timbre de mi compañero y al pito de la jardinera. Nosotros...
-Abajo ese, que ha llegado el último...
-¿Que yo me apee? Eso será si yo quiero.
-¿Pero usted no ha oído? ¿Se nos debe tratar así? Nosotros tenemos contados los minutos de las vueltas. El público no se fija en eso. Yo aquí delante sólo obedezco al timbre de mi compañero y al pito de la jardinera. Nosotros...
-Abajo ese, que ha llegado el último...
-¿Que yo me apee? Eso será si yo quiero.
Por fin arranca el coche, sin que haya habido sangre. Un grupo numeroso rodea en la calle San Fernando el tranvía 104.
-¿Qué pasa?
-Que no anda hasta que llegue un guardia -dice el cobrador.
-Ahí viene un viajero, el último que ha subido, que dice que es el alcalde de la Algaba, que no lo echan abajo ni con una grúa.
-No señor, no me apeo porque no me da la real gana...
-Orden -dice el guardia-. Vamos abajo.
-¡Que no!, he dicho. Que yo no he sido el último.
-¿Cómo que no?
-¡Que se apee, que se apee! -Corea el público.
-Que se apee tu tía.
Y a los diez minutos de escarceo puede continuar el tranvía.
-¡A la puerta Jerez, tres chicas!
-Este es el de Nervión.
-¿Pues no dice en la tablilla Puerta de Jerez?
-Pero hay que dar tres chicas.
-Pues esto es un robo.
-¿Y yo que culpa tengo, señor?
-Pues no pago.
-A ver, otro guardia.
-Eche usted el completo.
-Pare usted en la puerta aquella.
-No es parada. Ahora no para más que en las discrecionales.
-¿Y eso es moda?
-Eso es orden, señor. Nosotros...
-Ustedes son unos "malajes"...
-El "malaje" lo será usted.
-¿Yo?
-Usted.
-¡Vamos a ver!
-Ni vamos a ver ni "na". ¿Usted es de la Compañía?
-No, señor. Es que los pobres empleados se limitan a cumplir órdenes.
-A mí me para usted en mi casa.
-Y lo subimos en brazos, ¿verdad? -dice el cobrador.
-Ni brazos, ni chungueo, ni...
-¿Otra bronca? Guardia, por Dios.
-¿Qué pasa?
-Que no anda hasta que llegue un guardia -dice el cobrador.
-Ahí viene un viajero, el último que ha subido, que dice que es el alcalde de la Algaba, que no lo echan abajo ni con una grúa.
-No señor, no me apeo porque no me da la real gana...
-Orden -dice el guardia-. Vamos abajo.
-¡Que no!, he dicho. Que yo no he sido el último.
-¿Cómo que no?
-¡Que se apee, que se apee! -Corea el público.
-Que se apee tu tía.
Y a los diez minutos de escarceo puede continuar el tranvía.
-¡A la puerta Jerez, tres chicas!
-Este es el de Nervión.
-¿Pues no dice en la tablilla Puerta de Jerez?
-Pero hay que dar tres chicas.
-Pues esto es un robo.
-¿Y yo que culpa tengo, señor?
-Pues no pago.
-A ver, otro guardia.
-Eche usted el completo.
-Pare usted en la puerta aquella.
-No es parada. Ahora no para más que en las discrecionales.
-¿Y eso es moda?
-Eso es orden, señor. Nosotros...
-Ustedes son unos "malajes"...
-El "malaje" lo será usted.
-¿Yo?
-Usted.
-¡Vamos a ver!
-Ni vamos a ver ni "na". ¿Usted es de la Compañía?
-No, señor. Es que los pobres empleados se limitan a cumplir órdenes.
-A mí me para usted en mi casa.
-Y lo subimos en brazos, ¿verdad? -dice el cobrador.
-Ni brazos, ni chungueo, ni...
-¿Otra bronca? Guardia, por Dios.
Y el guardia que va en la plataforma interviene diciendo:
-Arreglarse, señores, que yo ya estoy llegando a mi casa.
-¡Pare usted!
El conductor sigue en su camino, porque no puede parar hasta la discrecional.
-Será ladrón, pues no sigue...
Y con este trato a los empleados y con las contestaciones de éstos al público, el primer suceso de sangre se titulará: "Crimen en el tranvía. El conductor mata de un manivelzao a un viajero. El público quema el coche. Las autoridades tienen la palabra para rectificar...
Porque la orden dada últimamente va a traer más de un disgusto.
-¡Pare usted!
El conductor sigue en su camino, porque no puede parar hasta la discrecional.
-Será ladrón, pues no sigue...
Y con este trato a los empleados y con las contestaciones de éstos al público, el primer suceso de sangre se titulará: "Crimen en el tranvía. El conductor mata de un manivelzao a un viajero. El público quema el coche. Las autoridades tienen la palabra para rectificar...
Porque la orden dada últimamente va a traer más de un disgusto.
¿Quién ha subido el último?".
No hay comentarios:
Publicar un comentario