lunes, 15 de febrero de 2010

TRIANA PUNTO Y APARTE: EL TARDÓN (y 2)


El piso, el ansiado piso de López Pinillos -aunque cada vez que nos escribían ponían en el sobre calle "Los Pepinillos", en detrimento del gran periodista y dramaturgo sevillano que inmortalizó el sobrenombre de "Pármeno"-, contaba con una habitación más, la mía, una amplia cocina, lavadero, una despensa y un minúsculo cuarto de baño con lo más imprescindible. Pero ellos, mis padres, estaban allí en la gloria. Yo, de vez en cuando, que era casi todos los días, me escapaba por la tarde hasta la Avenida de Coria a comer moras, blancas y moradas, de sus frondosas moreras. De allí, con mi aro de hierro como compañero, empujado por la "guía", de nuevo a El Turruñuelo para besar a mis tatas, para corretear con mis amigos y seguir sintiéndome alma y cuerpo de esa calle que jamás se borrará de mi memoria, de este terruño que cincuenta y dos años más tarde, en 1999, me nombró oficialmente "Hijo Adoptivo".

Pero poco a poco fui anclándome más al Tardón, a su gente y a su forma de vida. Teníamos unos vecinos sensacionales, amables, cariñosos, y toda la calle sin salida era como el corral de mi nacencia, pero en grande, aunque sin la higuera bravía de aquel patio y sin mi abuelo haciendo de las suyas.

De allí salió mi padre para no volver a pisar aquel despacho, para intentar mirar de cerca la cara de ese Dios al que tanto había implorado. De allí salió mi madre para jamás volver... Y allí se quedó la casa vacía, se cerró otra época de sus vidas y de la mía. Lloré por dentro y por fuera cuando fui a recoger las pocas pertenencias que allí quedaban. Era como pegarle un portonazo a un trozo de mi historia...

No hay huellas por el piso de mis padres
donde encontré la juventud hermosa
y en el que el Amor se me fue abriendo
como una rosa roja en sus linderos.

Ya sólo habita el polvo sobre tantos recuerdos
y agiganta su sombra la soledad que cubre
tristezas y esperanzas, lágrimas y sonrisas
que los años pusieron derredor de sus muros.

El tiempo no es amigo de los hombres
y siempre va aliado con la muerte,
en un momento el minutero cambia
la razón que el corazón rechaza.

Allí, en aquel barrio al que mi edad tuvo que doblegarse, nacieron o crecieron muchos artistas del baile, del cante, de la canción y del toreo, y muchos poetas, escritores y pintores. Poco a poco, El Tardón se fue convirtiendo en una etnia sencillamente irrepetible, alambique mágico por donde pasó la gracia del Arte. Queriendo o sin querer, así me fui haciendo al nuevo terruño, lentamente, casi sin darme cuenta, como el mosto que aspira a ser solera. Todos los años de mi juventud -que volaron demasiado rápidos- los pasé en su seno, divirtiéndome de lo lindo y viviendo la calle al límite de mis fuerzas. Supe allí del amor, de muchos amores. Por sus lindes robé los más sentidos besos y me acerqué, siempre, a las dos medias lunas, hermosísimas y cándidas, de las jóvenes que la vida me puso en sus encuentros.

Terminé siendo feliz por sus amplios lares, aunque recuerdo a esta barriada singular como transición de mi infancia a los días de ahora en un revoltijo de extrañas sensaciones. Cuando llegué a ella comencé a jugar al fútbol en el campillo del orozuz, a la lima en la plazuela de Luis Mensaque, al trompo, a la piola, al corre que te pillo, a las guerillas entre bandas contrincantes..., pero cuando me hice mayor -y a los 16 años ya lo era- perdí concienzudamente la inocencia de mis más cercanos días. Allí, en El Tardón, supe del temblor de unos muslos morenos de mujer, cuando mis manos se estrenaban marineando por ellos hasta alcanzar la tierra prometida. Allí, en El Tardón, comprendí que no podía ser pecado la cruz de carne que formaban dos cuerpos, ni la húmeda catarata que producían dos labios ardientes de placeres. Se me olvidó este pecado para siempre. Fue allí, en El Tardón, donde aprendí a acariciar el pelo de una mujer, donde quité temblorosamente el cilicio de un sostén que escondía las más benditas lunas, donde mis manos y las suyas bajaban lencerías que estorbaban las ansias juveniles del gozo. Era necesario, y hasta imprescindible -como más tarde diría Benedetti-, tener al lado una mujer desnuda. Ante las ausencias de mis excursionistas padres, ¡qué deliciosas e imborrables tardes de amor y gozo en El Tardón!

Y me llegó el amor
como le llegan
las frutas al verano,
el agua a las acequias
y a los árboles pájaros.

¡Toma última!

De nuevo el éxodo, el exilio, aunque ahora una mujer se agarrase a mi brazo demostrando en su porte que yo le pertenecía. Es verdad que la inocencia habita en todas las edades. Casado ya. ¡Qué pronto se me fueron los vuelos de aquellos gorriones de mi corral de nacencia! ¡Qué pronto sus estrellas de mi azotea en noches de verano! ¡Qué pronto aquellos cuentos de mi abuelo se fugaron, temerosos, a la taquilla íntima del alma! Casado ya. Responsable yo del porvenir. ¡Qué pena!

Entré en El Tardón cuando era un niño de ocho años y salí de allí cuando la Vida me impuso su lectura inflexible. Muchas memorias guardo por sus esquinas, por sus calles laberínticas y por sus dos plazoletas. Muchos besos robé, y muchos me robaron.

¡El Tardón...!

De nuevo volvería a sus lares para compartir la sonrisa amplia de mi padre, para besar a mi madre a cada segundo que marca el minutero..., y para bajar la persiana de mi cuarto en las tardes amorosas y encender una vela perfumada para el íntimo momento del beso, la caricia y el Amor marcado con mayúsculas. Sí, puedo jurar que volvería a todos los solares de mi vida en los que fui creciendo, pero muy especialmente a este donde abrí, con mil ansias, los ojos a la vida.

¡The End!

10 comentarios:

  1. Hermosa manera de conocer mejor a un amigo... ¡Ah, El Tardón!, penúltimo apéndice de este milagro mayor que es Triana. El Tardón tan querido, tan metido en nosotros. Los que nos quedamos en las casas viejas visitábamos a nuestros amigos desplazados a sus flamantes pisos y jugábamos con ellos en el gran descampado, frente a la que sería "calle de los artista". Y me duele que, por ignorancia supina, se trate de desgajarlo de Triana como si nada tuviera que ver con el histórico arrabal de barrios para el que El Tardón es una calle de muchas calles de su geografía. Así se equivocaba, con ocasión de lo que tú justamente has tachado de "miedabienal", el joven que ahora manda en la Agencia del Flamenco (estamos apañaos); y lo más grande es que hasta se me enfadó un amigo flamenco porque no quería admitir que tan trianero es un vecino del Tardón como uno del Altozano. Maliciosamente hay que pensar en eso de "divide y vencerás".
    Gracias, Emilio, por tanto, y qué suerte tu blog...

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  2. Yo también vivo desde pequeño en "Los pepinillos" y leer este artículo me ha transportado a mi mas tierna infancia. Yo también iba a comer moras a la Avenida de Coria y jugaba a la lima en la Plaza Luis Mensaque, curioso ésto, ya que hay toda una generación por medio. Muchas gracias por haberme hecho recordar mi infancia, un abrazo de un vecino en el tiempo.

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  3. Si hay una generación de por medio, probablemente no nos hayamos conocido. ¿O sí? ¿En que número vivías? Nosotros vivíamos en el número 5.
    Gracias a ti por haber dado con esta página.

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  4. La verdad es que no nos hemos conocido, tengo 33 años,y mis andanzas por el barrio fueron en los 80, pero calcadas a las suyas....Yo vivo al ladito, en el nº 7. Gracias por realizar tan buen blog (me encanta el flamenco), ha sido un gran descubrimiento que mitigará las horas de aburrimiento en mi trabajo, vuelvo a darle las gracias por ello. Seguramente nos veamos alguna vez por Triana, hasta entonces reciba un fuerte abrazo.

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  5. Pues sin tienes esa edad, que casi yo te doblo, no nos hemos conocido. Al menos hemos tenido la suerte de conocernos a través de esta torre cobalto de Santa Ana.

    Un abrazo.

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  6. Nací en el 56 y viví hasta los 12 años en el nº 7 de López Pinillos. Los Marquez, Los Vilchez, Los Folgado. Del nº 5 recuerdo a mi amigo Gonzalo y a su hermana Laurita, a mi amigo Crispin....la lima, el trompo, los patines en la plaza, al cielo voy, peleas contra otros y contra las lombrices. La barbería de Cobo. La tienda de Primitivo y lo de ¡niño sube ya! Al practicante y sus fogatas de alcohol en el salón antes de la banderilla..¡no aprietes que duele más! y al médico en su dos caballos D. José Bolaños. El colegio de Dª Amparo y la Srta Josefina...en fin.....mi infancia

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  7. Yo nací en el bajo derecha del nº 4 de Juan Díaz de Solís. ¡Cuánta cucaracha en los 60!
    Por lo demás, lo mejor del mundo.

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  8. Nací en 1957 en Juan Diaz de Solís. También fui a la "miguilla" de Dª Amparo, Srta. Dª Josefina, José Manuel y el travieso de Joaquín y, muchas canciones e Himnos.

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