La fotografía no es de muy buena calidad, pero sí es un testimonio único de un día de un año: el 15 de Abril de 1953. Franco, aquella tarde, vestido de calle, visita a nuestro Cachorro en su capilla, acompañado por todos los miembros de su gobierno.
Se ve al dictador ensimismado, pensativo. ¿Quizás emocionado ante aquel hombre moreno que expiraba mostrando su penúltimo latido de vida?; ¿qué diálogo interior mantendría con aquel gitano tendido en el suelo?; ¿pensaría en ese millón que, como Él, se habían quedado en todos los campos de España por culpa de una guerra fratricida?; ¿rezaría algo ante ese Cristo que lleva en sus ojos el último rayo de amor vidriado por la luz?...
El Cachorro está marcado a fuego en Triana. Estigma, marca, hiere y lastima su presencia de hombre vivo que agoniza sin querer entregar su vida a la muerte. Su cuerpo se convulsiona ante el dolor y, con ese gesto, también Triana entera se retuerce, como sintiendo en sus carnes el temblor de la agonía, el preludio del último lamento, la sinrazón del último suspiro...
¿Quizás pensase Franco en esa sinrazón de tanta muerte injusta?
(EMILIO JIMÉNEZ DÍAZ)
No hay comentarios:
Publicar un comentario