Va la tarde perdiéndose en el juego
de la luz y la sombra. Ya se asoma
por el pretil del patio una paloma
fugitiva del sol y de su fuego.
Rufina, la alfarera, escucha el ciego
mandato de adorar a Venus. Toma
fuerzas para gritar: ¡Decid a Roma
que Venus sólo es barro! Llega luego
arrebolada y fiel, Justa, la hermana,
a confirmar lo dicho por aquella.
El ídolo grotesco ya se estrella
y el martirio enrojece la mañana.
Es, sin duda, la página más bella
que se ha escrito del barrio de Triana.
Qué pedazo de poeta nuestro amigo inolvidale. Guardó sus poemas hasta cerca de su jubilación; hablaba de otros cuando los de él resultaban magníficos, a veces, insuperables.
ResponderEliminarPara mí, como sonetista, ha sido el mejor de toda la historia de la poesía en Triana, muy superior a Fernando de los Ríos y Guzmán y a cuantos han cantado, de una u otra orilla, a este barrio singular. Era cuidadoso, genial en sus matáforas y preciso en su mensaje. ¡Qué pena de su pronta muerte!
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