(Desde hoy y hasta el Domingo de Resurrección, tendremos en nuestro blog este rinconcillo cofrade trianero, por el que irán pasando imágenes, retratos literarios de las hermandades, poemas, noticias y anécdotas. Sólo pretendemos dar una visión, con muchos perfiles, de la Semana Santa de Triana, su historia, sus recuerdos y su presente. Que lo disfruten y que participen. Si alguien tiene alguna fotografía o postal que quiera colgar por su marcado interés, no duden en enviarla al correo: emiliojd@gmail.com)
¡Que Dios te salve, Triana, arrabal de alfares y de jarcias, de fragüas y de vegas, porque estás llena de la gracia desde la orilla de tu río hasta esa cruz latina que forma San Jacinto con tus dos cavas de arte, pobreza y humilde señorío!
¡Que Dios te salve, Triana, porque está el Señor contigo en tus paredes de diez mil retablos vidriados y paridos en tus hornos; en la fe de tus hombres y mujeres; en las Penas de quien espera su calvario; en el Soberano Poder de quien se siente humillado; en la hidalguía serena del hombre Atado a la Columna y maltratado por salvarnos; en el Nazareno que lleva su cruz a cuesta; en el que, amoratadas sus rodillas, nos ofrece su Tercera Caída; y en el que va Crucificado por el puente, sangrantes sus costillas y nublada su visión, reflejando en las aguas, como en una patena, la doble crueldad de su sacrificio!
¡Que Dios te salve, Triana, porque bendita tú eres entre todas las mujeres del mundo, guarda y collación de Sevilla, laboriosa y burlona, madre de conquistadores y prófugos, de poetas y pícaros, de herejes e inquisidores, de tanguillos corraleros y seguiriyas de muerte... Pero mujer y madre que da cobijo a la Estrella que nos ilumina, a la Salud que cura, a la Victoria que nos conduce a la paz anunciada, a la Patrocinio que ampara, a la O que nos circunda de amores, y a la Esperanza -verde, morena, gitana- que nos conduce, bajo los arcos isabelinos de sus cejas, hacia la tierra prometida de la resurrección y el gozo!
¡Y que Dios te salve, Triana, porque si benditos fueron los frutos de tus ubérrimas huertas y alquerías de santa Cecilia y de la Victoria y, como madre de la vega, de todas las que conformaban las veredas de las Erillas, de los Cuatro Caminos y Gambogaz, arropando la belleza de Santa María de las Cuevas, aún más bendito es el fruto bendito de tu viente: Jesús, orillado en los brazos de María y de Señá Santa Ana, abuela señera y señorona de generaciones de hijos trianeros que siempre se pusieron ante su protección y ante el amparo cerámico de su torre: giraldilla del arrabal, vigía de sus destinos, faro de sus afanes cotidianos, brújula del caserío y sus contornos: desde El Zurraque al Monte Pirolo, desde la fertilidad de su Torrecilla y el Cortijo del Aceitero a una orilla de barcazas y pataches, carabelas arrogantes y barcos a vapor, bien nombrada como Puerto Camaronero!
¡Santa María, Triana, hija de Dios, ruega por todos nosotros, pecadores tan sólo por quererte, por amarte, por piropearte y defenderte ahora y en la hora de nuestra muerte, tendida al poniente aljarafeno. Amén!
(EMILIO JIMÉNEZ DÍAZ. Pregón de la Semana Santa de Triana. 1994)
Cómo recuerdo aquel pregón tuyo en el teatro de los Salesianos... Fue una de esas mañanas en las que te sientes orgulloso del lugar de tu vida. Prometen esas páginas que no pueden tener prólogo más hermoso que esa salve tuya antológica.
ResponderEliminarYo también recuerdo esa mañana del 6 de Marzo de 1994 de una manera especial. Y creo que el resultado fue bueno, aunque para nada sirvió a las hermandades mi crítica.
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