Torre asomada al balcón
de Triana sobre el río,
presa en el escalofrío
de una apretada emoción
columpiada en el bordón
de sus campanas al vuelo,
que en el rubor de la tarde
frente a la tierra y el cielo
rompen en un sol cobarde
sus sones de terciopelo.
A sus pies entre el glorioso
desperezo del Poniente,
hecha copla y alborozo
bajo los arcos del puente,
el agua tiembla de gozo,
sonrojada y conmovida,
mientras la trenza desata
de su corriente aturdida
y la tiende adormecida
al filo de la zapata.
Al vidriado contraluz
dudoso del caserío,
pregonando el señorío
de un pueblo, que cara o cruz
juega su vida en el río
sin descomponer la risa
con los hielos de un recelo,
la torre se diviniza
y asciende radiante al cielo
engalanada de brisa.
Torre fiel, canción de barro
sobre el fervor de Triana,
cuya fe carmelitana
en un consciente desgarro
abre un camino al mañana.
Celestial humilladero
donde el barrio se arrodilla
con el alma en candelero
contra la luz de Sevilla
entre un guiño azulejero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario