Ayer, de nuevo se subió al podio de sus grandes triunfos al erigirse en ganador del premio de la Academia de las Artes y la Ciencia de la Música, por el mejor álbum, con sus "Coplas del querer", esas que hasta hace dos días, no más, desdeñaban y desprestigiaban los analistas de turnos signándolas como subproducto nacional.
Por el mes de Marzo del pasado año tuve la suerte de reencontrármelo en el homenaje que la Peña Flamenca "La Soleá" de Palma del Río le ofrecía al guitarrista Manolo Franco en el Teatro Coliseo, cuyo ofrecimiento del homenaje corrió a mi cargo, y que cerraba Miguel con un concierto. Tras el acto protocolario, en vez de bajar del escenario al patio de butacas para sentarme con el homenajeado, el presidente de la entidad -mi buen amigo Gregorio-, y el alcalde de la ciudad, José Antonio Ruiz Almenara, preferí quedarme en las bambalinas para sentir de nuevo a Miguel a corta distancia. Con la guitarra inseparable de "Chicuelo", ofreció toda una lección de arte con esa voz de seda que parece que jamás te va a lastimar y acaba desgarrándote. Mi sorpresa fue cuando, para templarse la voz, hizo lo que pocas veces he visto en mi larga vida flamenca: cantar por Martinete, meciéndolo en la bamba de su garganta, para después pasar a la soleá de Charamusco de Mairena, a la Malagueña, la Taranta, la Minera... Cuando el teatro se venía abajo después de un largo concierto que se nos pasó volando, dijo con gran naturalidad que iba a hacer un popurrí de un disco que estaba casi a punto de salir: y llegó el manantial de la copla con las cosas eternas de Quintero, León y Quiroga, Valverde, Ochaíta y Solano, y se enredaron los tres puñales con la bien pagá, el embrujo de un querer con unos ojos verdes... ¡Qué gran noche tan memorable!
En la copa que se nos ofreció después, recordamos aquella noche bendita de La Unión, y el diploma de "La Lámpara" que estaba dibujado por mí -labor que también realizaba cada año en aquel concurso-, y hablamos de lo humano y lo divino. Y me gustó que la fama no lo hubiese variado a lo largo del tiempo. Era, es, el mismo muchacho, risueño, extrovertido, sencillo, coloquial, humanísimo, que yo había conocido 16 años antes. Por eso, por su persona, aparte de por el lógico merecimiento musical, me ha encantado que se le haya dado premio tan importante a este álbum que conocimos en primicia en la noche palmeña, un premio que ya no sé si le cabe en tan amplísimo currículum de galardones como tiene en tan granada juventud.
¡Enhorabuena, Miguel!
El disco por el que ha recibido estos tres premios de la Música me parece impresionante. En mi casa nos lo sabemos de memoria, porque está entre los cuatro o cinco que oímos todos los días. Los otros son el especial de Nino Bravo, Manolo Caracol, Chano Lobato y Luis Eduardo Aute. Mezcla de estilos y talentos. A mi hijo le encantan todos ellos y llama a Chano, Chanito y a Poveda, Povedilla.
ResponderEliminarMe encanta que coincidamos con lo de Miguel Poveda. Lo que podía haber acabado en un producto folklórico lo ha convertido en una obra maestra.
ResponderEliminarAdemás, lo que ya digo, si como artista es grande, todavía es más grande como persona.