Algunas han sido las páginas de humor que hemos recorrido con "Don Cecilio", con "Don Luis Mejías" y con algunos autores anónimos. Las hemerotecas están llenas de esta delicia del humor de cada tiempo. Un humor que, a la vez, daba "caña" y se enfrentaba al poder establecido y a las debilidades de los usuarios. Uno de nuestros grandes periodistas, con salero por arrobas, Agustín López Macías "Galerín" (1881-1944), del que hemos gozado de algunos ejemplos sobre los tranvías, entre sus miles de artículos sobre temas varios no podía pasar por alto la faceta de su pluma humorística. En uno de estos artículos, fechado en Julio de 1916, titulado "Tranvía y cine", decía así:
"Hemos tomado en la plaza el tranvía de circunvalación. La pasajera que nos toca en suerte es una mujer guapa, en el tranvía y en todas partes. En la parada número 42 sube a la jardinera una mujer con un niño. Galantes, siempre, hemos dado nuestro asiento a la viajera y nos acomodamos en la plataforma.
¡En bendita hora! La pasajera que viéramos primeramente ocupa el asiento inmediato al sitio en que viajamos. Llleva "nuestra" viajera una blusa de esas que le han dado en llamar "camaroneras", y como dominamos por la estatura y el sitio, viene enseguida a nuestra memoria, sin querer, el soneto de "Carrasquilla", "El Calvario", que es lo que fuimos pasando todo el camino. En la Pasarela ha descendido la mujer de la "camaronera" que ya nos tenía preso entre sus mallas. ¡Sus mallas!
Sigue el tranvía parado donde no debiera, con gran disgusto del conductor y de los viajeros que llevan prisa. Hemos atravesado el barrio de San Roque, cuyo vecindario todo "fresquea" en las puertas de sus domicilios. Varios chiquillos se cuelgan del estribo del coche, expuestos a partirse la crisma. El sereno los está viendo desde la iglesia de San Roque y los deja hacer. No estará eso en sus atribuciones. Esperamos en la Puerta osario un rato grande, que aprovechan los empleados del tranvía en tomar "gasolina" con tapa.
Un señor toca un silbato y sale otra vez nuestro coche andando con un ruido idéntico al tren de Alcalá. El trole se ha salido dos veces, dejándonos a oscuras. Del cable conductor de energía salen unos chispazos horribles. El cobrador tiene menos puntería que un ciego.
Acierta, por fin, y seguimos el viaje.
Cuando llegamos a la Macarena, los viajeros somos ya, casi, "de la familia". Nos ha contado un compañero de coche siete años de relaciones que tuvo con la que hoy es su esposa, y toda su historia de diez años de casado.
Echamos pie a tierra. El que se desee refrescar que "se aplaste" en una de las "jardineras" que dan la vuelta grande. Hay que tragarse todo el polvo de la Ronda y de las calles del interior, porque como no riegan, el tranvía levanta todo el que puede y un poco más. Pero el fresco que se toma es tan rico que casi no se nota el polvo. Es muy distraída la vuelta grande, sobre todo si se entabla conversación con la vecina del asiento.
Una de las pasadas noches, no la noche que corrió Levante, sino de las que estaban en calma todos los ventiladores del cielo, subimos en la Magdalena a una jardinera que ocupaban 4 ó 5 jóvenes descacharrantes. La colocación de las nenas era tres en un asiento y dos en otro. Nos colocamos donde habían tres..., y en medio, porque una de ellas no quiso abandonar la punta del banco.
Un buenas noches que nadie contestó, el calor, el abanico que se cayó, el cigarro que se tira entero (¿qué no?) por no molestar, el usted perdone porque "sin pensar" se ha rozado el vestido, todo contribuyó a que cuando dijimos al cobrador "la vuelta grande" exclamaran ellas: -¡Ay! como nosotras. Y muy a gusto, porque la compañía merece la pena. Gracias.
En la Plaza de San Francisco apenas se paró el coche porque "los indios" lo habían asaltado antes de que llegara a la parada. En nuestro banco no cabía nadie y ya habíamos asesinado nosotros con la mirada a nuestra compañera de la izquierda, y medio atortolado a la de la derecha. ¡El demonio que somos!
"Hemos tomado en la plaza el tranvía de circunvalación. La pasajera que nos toca en suerte es una mujer guapa, en el tranvía y en todas partes. En la parada número 42 sube a la jardinera una mujer con un niño. Galantes, siempre, hemos dado nuestro asiento a la viajera y nos acomodamos en la plataforma.
¡En bendita hora! La pasajera que viéramos primeramente ocupa el asiento inmediato al sitio en que viajamos. Llleva "nuestra" viajera una blusa de esas que le han dado en llamar "camaroneras", y como dominamos por la estatura y el sitio, viene enseguida a nuestra memoria, sin querer, el soneto de "Carrasquilla", "El Calvario", que es lo que fuimos pasando todo el camino. En la Pasarela ha descendido la mujer de la "camaronera" que ya nos tenía preso entre sus mallas. ¡Sus mallas!
Sigue el tranvía parado donde no debiera, con gran disgusto del conductor y de los viajeros que llevan prisa. Hemos atravesado el barrio de San Roque, cuyo vecindario todo "fresquea" en las puertas de sus domicilios. Varios chiquillos se cuelgan del estribo del coche, expuestos a partirse la crisma. El sereno los está viendo desde la iglesia de San Roque y los deja hacer. No estará eso en sus atribuciones. Esperamos en la Puerta osario un rato grande, que aprovechan los empleados del tranvía en tomar "gasolina" con tapa.
Un señor toca un silbato y sale otra vez nuestro coche andando con un ruido idéntico al tren de Alcalá. El trole se ha salido dos veces, dejándonos a oscuras. Del cable conductor de energía salen unos chispazos horribles. El cobrador tiene menos puntería que un ciego.
Acierta, por fin, y seguimos el viaje.
Cuando llegamos a la Macarena, los viajeros somos ya, casi, "de la familia". Nos ha contado un compañero de coche siete años de relaciones que tuvo con la que hoy es su esposa, y toda su historia de diez años de casado.
Echamos pie a tierra. El que se desee refrescar que "se aplaste" en una de las "jardineras" que dan la vuelta grande. Hay que tragarse todo el polvo de la Ronda y de las calles del interior, porque como no riegan, el tranvía levanta todo el que puede y un poco más. Pero el fresco que se toma es tan rico que casi no se nota el polvo. Es muy distraída la vuelta grande, sobre todo si se entabla conversación con la vecina del asiento.
Una de las pasadas noches, no la noche que corrió Levante, sino de las que estaban en calma todos los ventiladores del cielo, subimos en la Magdalena a una jardinera que ocupaban 4 ó 5 jóvenes descacharrantes. La colocación de las nenas era tres en un asiento y dos en otro. Nos colocamos donde habían tres..., y en medio, porque una de ellas no quiso abandonar la punta del banco.
Un buenas noches que nadie contestó, el calor, el abanico que se cayó, el cigarro que se tira entero (¿qué no?) por no molestar, el usted perdone porque "sin pensar" se ha rozado el vestido, todo contribuyó a que cuando dijimos al cobrador "la vuelta grande" exclamaran ellas: -¡Ay! como nosotras. Y muy a gusto, porque la compañía merece la pena. Gracias.
En la Plaza de San Francisco apenas se paró el coche porque "los indios" lo habían asaltado antes de que llegara a la parada. En nuestro banco no cabía nadie y ya habíamos asesinado nosotros con la mirada a nuestra compañera de la izquierda, y medio atortolado a la de la derecha. ¡El demonio que somos!
-Hace fresco en el tranvía, ¿verdá usté?
-Verdausté que sí. Por las afueras da gusto... porque...
En este momento, el tranvía toma, rápido, la curva del Triunfo y nuestro cuerpo quedó prisionero entre las dos nenas.
-Usté dispense.
-Quite usted, lo que yo hubiera querido es...
Y en la curva de la calle San Gregorio a poco nos saltan un ojo con un zarcillo.
-¡Por dios!
-Verdausté que sí. Por las afueras da gusto... porque...
En este momento, el tranvía toma, rápido, la curva del Triunfo y nuestro cuerpo quedó prisionero entre las dos nenas.
-Usté dispense.
-Quite usted, lo que yo hubiera querido es...
Y en la curva de la calle San Gregorio a poco nos saltan un ojo con un zarcillo.
-¡Por dios!
-Y por los Santos; que no acaben las curvas.
-¿Ha vistusté...?
Lo he sentido y cada vez estoy más contento del viaje porque no sabía de dónde sacaban el terciopelo, y ahora lo sé. Lo sacan de su ca...
Y el tranvía para en la Puerta de Jerez.
Y el tranvía para en la Puerta de Jerez.
-Niñas, vamos a quedarnos aquí que yo medio me he mareado con los golpazos de este coche. -¡Jesús, qué tranvía! Parece que tiene cuadradas las ruedas.
Y en la Puerta de Jerez quedaron nuestras amigas de unos minutos, cuando nosotros, incapaces de nada, íbamos a atrevernos hasta a desenchufar la luz de la jardinera.
¡Qué tres encontronazos en las curvas! En las curvas de la vía, cuidado".
Y en la Puerta de Jerez quedaron nuestras amigas de unos minutos, cuando nosotros, incapaces de nada, íbamos a atrevernos hasta a desenchufar la luz de la jardinera.
¡Qué tres encontronazos en las curvas! En las curvas de la vía, cuidado".
Acabo de leer sobre algunas de las "andanzas" del tal Galerín y no tienen desperdicio. Nada menos que sostuvo una injusta campaña de descrédito contra el torero Ignacio Sánchez Mejías, a quien dedicó artículos infamantes en el peor estilo del periodismo tendencioso. Ya podrá este tipo tener la gracia que tú quieras, pero para mí está totalmente desacreditado después de leer su papel en este caso. Y a saber qué otras actuaciones del mismo calibre tuvo en su vida profesional contra gente que se jugaba la vida.
ResponderEliminar¿Lo has leído en el libro de Ignacio Sánchez Mejías?
ResponderEliminarLo he leído en el libro de Andrés Amorós sobre Ignacio Sánchez Mejías. Me lo he comprado ayer y lo tengo casi leído. Fantástico libro. Muy ilustrativo de lo cainita que es el mundo de los toros y de cómo es cierta Sevilla.
ResponderEliminarEstuve a punto de comprármelo ayer. El martes iré a comprarlo. Me han dicho -y tú lo corroboras- que es excelente.
ResponderEliminarPues sí, sobrecogedor. Yo había leído ya cosas sobre Ignacio y también he leído sus artículos, que me parecen excelentes. El tema de la Edad de Plata me interesa desde hace mucho. Pero este libro tiene algo especial, creo que es uno de los mejores libros que he leído en mucho tiempo.
ResponderEliminarSin falta lo compro el martes y ya te comentaré.
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