En el inicio de los años que nos ocupan, el general Primo de Rivera, hostilizado por todas las clases políticas, creía tener consigo lo más importante: el apoyo de la clase trabajadora. Pero no fue así. España entera se preparaba para un gran cambio político y la pasividad en masa de los trabajadores puso la última pesa en la balanza en contra del dictador. El 28 de Enero de 1930, la dictadura de Primo de Rivera -muy eficiente en algunos capítulos- había muerto oficialmente. El 16 de Marzo del mismo año, en París, la muerte física acabaría con el general. A partir de esta simbólica fecha se producen multitud de manifestaciones gozosas por la caída de la dictadura, mientras otros gritan, en grupos cada vez más nutridos, un ¡Viva la República!
Durante el breve gobierno de Berenguer, la agitación revolucionaria no paraba en todas las provincias españolas. Los núcleos republicanos se iban reagrupando, tomando como actividades el aceleramiento de organizaciones y propagandas. En Andalucía y Extremadura era cada día mayor la inquietud campesina. En Barcelona, se producían sangrientas huelgas y grandes agitaciones. La situación era tan tensa, la sociedad estaba tan preocupada que un desagradable suceso, ocurrido en Madrid el 12 de Noviembre, con el derrumbe de una casa en construcción en la calle Alonso Cano, ocasionando la muerte a cuatro obreros, actuó de fulminante, saltando la tensión reinante en contínuas huelgas encaminadas al derrocamiento de la monarquía. Aquella misma noche se inició la huelga general, que fue absoluta y duró hasta el día 17.
A partir del 24 de Junio de 1930, Sevilla entra en una huelga general que dura varios días. Los despidos en el ramo de la madera, en el de la construcción, en el de los trabajadores del Puente de San Telmo (inaugurado en 1931) y en el de tranvías, solían efectuarse con absoluta normalidad al negarse los trabajadores a realizar sus tareas por menos sueldo del jornal estipulado en las distintas reglamentaciones de cada ramo. Es la primera vez en la historia sevillana que se realiza una huelga de tanta envergadura y encaminada, totalmente, a paralizar por completo el servicio de transportes, para cuyo efecto se montaron numerosos piquetes en las inmediaciones de la cochera de Osario y en los aledaños de la Puerta de Carmona, que arrojaban piedras y más piedras al paso de los poquísimos tranviarios que osaron realizar el servicio cotidiano. El día 26, la huelga se reafirmó, teniendo que ser custodiados los tranvías por guardias civiles y fuerzas de seguridad, quienes, con su presencia física, impidieron el apedreamiento masivo de los vehículos, conductores y atrevidos usuarios. En esta huelga fueron detenidos seis tranviarios, de los cuales cuatro fueron despedidos por secundarla, a lo que la Federación Local de Sociedades Obreras contestó en un comunicado de la UGT: "Cuatro compañeros nuestros, que prestaban sus servicios en la Compañía de Tranvías, han sido despedidos injustamente. No han cometido otra falta que secundar una huelga, en la que nada pedían a dicha empresa. ¿Triunfará una vez más la Empresa de Tranvías?".
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