domingo, 31 de enero de 2010

UN PASEÍTO EN TRANVÍA: INVITACIÓN

Cuando en 1979, después de algunos años de investigación, me dispuse a ordenar estos apuntes, sólo intenté salvar, a través de las páginas de un libro, parte de una Sevilla que ya se había perdido y en la que el tranvía había sido uno de sus principales protagonistas.
Aquella edición fue ciertamente mediocre: la portada no era atractiva y el color sepiado de textos y fotografías dejó mucho que desear. Justamente hace dos me animaron a una reedición, revisada, aumentada y con cerca de 500 fotografías muy interesantes que, por parte de algunos queridos amigos, vinieron a engrosar el legado anterior. Este nuevo encargo -que me hizo una de las empresas municipales de nuestro ayuntamiento-, y que me tuvo varios meses revisando y ampliando el material anterior, no llegó a buen puerto porque me engañaron como antes se engañaba a los chinos, que ahora cualquiera... Lo cierto es que el proyecto se quedó parado y estos "nuevos señoritos" se quedaron con los CDs de los textos y de las fotos.
Hoy me he propuesto invitaros, día a día, a un paseíto en el tranvía de la nostalgia, porque ¿quién que tenga más de 50 años no se acuerda de aquel "peligro amarillo" que, con un traqueteo particular, cruzaba nuestra ciudad de parte a parte? ¿Quién no ha vivido de niño aquellas viejas aventuras de subir en el peligroso tope o de montar al lado del conductor, en un deseo irresistible de que nos dejase manipular, siquiera por un momento, esa especie de timón de hierro, sobado y grasiento por el uso, que era la rueda amplia del freno?¡Aquellos viejos tranvías! Y lo digo con añoranza, asomándome a la ventana del ayer, porque, amén de testigos y participantes del latir de ocho décadas sevillanas, esos viejos armatostes, que hoy me empeño en recordar, fueron y sirvieron no sólo como vehículos para acortar distancias, sino como verdadero medio de comunicación social.
En el trasiego cotidiano de la vida de Sevilla, el tranvía, como uno de los principales personajes de ese ritmo, significó mucho, porque se alzó en auténtica vivienda ambulante en la que sus diarios y habituales inquilinos o contertulios -que así podrían llamarse- mantenían siempre a flor de piel la llama del diálogo, en el que, a veces, participaban todos los usuarios de la línea -incluidos conductor y cobrador-, comentando el suceso del día, la subida del billetaje, los resultados de los partidos locales, los mítines políticos o la llegada del "Conde Zeppelín".Tras este apartado, el tranvía -desde el largo camino para la concesión de las líneas hasta el final de su explotación-, seguía ocupando el puesto número uno de los comentarios de la ciudad: unas veces por los tristes sucesos en los que actuó de protagonista; otras, por la acelerada marcha en calles estrechísimas; y no pocas, en cuanto a los tranvías como empresa: poca higiene en los coches, peor servicio, contínuas subidas, ignorancia adrede de las paradas eventuales, y un largo etcétera que iremos mostrando a través de las páginas que nos ocupe este paseo por el recuerdo.En un recorrido que abarcará desde 1869 a 1965, iremos contemplando los más extraños y diversos paisajes de la vida urbana de aquellos años, los sucesos más importantes, las más delirantes anécdotas, los personajes más populares y los roces y tensiones más relevantes de la encrespada vida societaria.
¡Ojalá y con la memoria de estas páginas, por medio de un lenguaje coloquial, pueda remontarles con buen tino a varias docenas de años atrás, para que les quede, al menos, el regusto sentimental de un tiempo, si no deseado sí añorado, que lo tuvo durante 76 años como protagonista: aquel legendario "peligro amarillo", castigo y azote de nuestra ciudad, que hoy volvemos a evocar.

(Fotografía: Rippert por el Puente de Triana sobre 1885. Es tiempo de Velá por las banderas que lo adornan)

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