
Antonio Mairena, que quería, pero nunca pudo decir qué era el duende, por más que lo intentaba, echaba mano de la expresión significativa de "razón incorporéa", que explicaba, quizás torpemente, pero no falto de razones, como "lo que se envuelve de sentimientos profundos dentro de una razón inconcreta, sin tiempo, sin lugar ni forma".
En esta fotografía no hay sitios de referencias para colocarla debidamente justificada. No se conoce el lugar ni el sitio ni la hora. Tampoco hace falta. Ante el oscuro intemporal de un negro que pierde la memoria del paisaje, un hombre se abraza a una guitarra: apretados los labios, duro el mentón, fruncido el gesto, cerrados unos ojos que lloran y se duelen para sus adentros, por sus recónditos vericuetos que se acercan al alma. Manuel Domínguez, "El Rubio", no gesticula aparatosamente como tantas veces hacía para acompañar al baile de Matilde o a un cante por Bulerías. Su perfil, señero como la de un patricio romano, se dibuja en lo oscuro en su plena belleza. Está como fuera de sí, embebido en la plasmación de una música ancestral de partituras seculares que sólo se escriben en las páginas del sueño. Hace perceptible su mundo interior y, entre los seis ríos del diapasón, se desmadran estados anímicos, expansivas ondas interiores y misteriosos duendes.
Manuel se abraza a una guitarra, pero con la serenidad con la que los buenos amantes preparan el prólogo del amor próximo e intenso. La acaricia pulsándola, intentando arrancarle a sus entrañas de madre paridora de sones las más sublimes músicas superpuestas de rasgueos, trémolos y arpegios.
En esta ocasión, el duende se nos presenta conformando una imagen de serenidad contenida, plácida por fuera, atorrentada por dentro. En sus reaños, los canales de su sangre llevan torrenteras de sensibilidad suprema y riegan músculos y nervios.
El duende, la razón sin razón del Arte, se nos presenta, a veces, así: sereno, relajado, reflexivo, como cuando Dios se acordó en la creación del Universo que se había olvidado poner una guitarra en las manos de sus hijos andaluces.
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