
Puede decirse que tenía "alma de imprenta", porque desde los 9 años, ya en Sevilla, se inició en la del impresor Enrique Rasco, en la Plaza de los Terceros, pasando en 1901 a formar parte de la plantilla de tipógrafos de "El Liberal", el mejor periódico de la ciudad por aquellos años. Fue un incansable buscavidas y un genio del humor, publicista, creador teatral y reportero. Su publicación anual "Sevilla en broma", que apareció por vez primera en 1916 y duró hasta 1930, llamándose este año "El Libro de Galerín", no tenía desperdicio. Heredé de la biblioteca de mi padre algunos ejemplares, y los demás pude leerlos gracias a mi amigo Ángel Vela -creo que los tiene todos-, que me los dejó para un artículo que él mismo se empeñó que hiciera para un proyecto común que hicimos en Triana sobre la Exposición de 1929. "Galerín" tenía una gracia inmensa y triunfaba con sus anuncios publicitarios humorísticos, como éste que ponemos como ejemplo: "Itálica librería Nacional y Extranjera. Francos 28. Sevilla. Libros al contado, plazos y prestados. Únicos expendedores para España de las plumas estilográficas Delo-pen. La única pluma que no pone faltas de ortografía".
Como son muchos los artículos que escribió sobre el tema del Flamenco, poco a poco se irán asomando al paisaje que se ve desde esta torre, algunos de los más significativos en esta materia. Para hoy he elegido uno que fechó el 14 de febrero de 1918, y que está tocado con su genio de siempre, con su gota de sátira, con sus chispa de ironía y su profunda realidad sobre el tema de los "tablaos" de aquel tiempo.
EL ALEGRE TABLADO
Los periódicos de cuatro páginas dan al repórter un respiro. No se puede dar a la noticia la extensión que requiere y acaba uno más pronto, quedándole algún tiempo para recoger impresiones por esos "centros" que cierran sus puertas mediada la noche. Recorriendo los cafés-conciertos, observando siempre, hemos sabido cosas del vivir de esos pobres artistas que por un sueldo irrisorio distraen al público que concurre a estos salones, público alegre y bullanguero, que exige a una artista que cobra catorce reales que tenga gracia, que baile bien, que luzca buenos trajes, y llega en su exageración a protestar de su contextura física.
¡Cómo quiere que ande de carnes una artista que cobra tres pesetas y media!
¡Cómo quiere que ande de carnes una artista que cobra tres pesetas y media!
En uno de estos salones hemos presenciado el fin de la jornada. Es la hora en que los camareros canjean las fichas por dinero contante y sonante. La hora de la madrugada en que los que han cenado bien tienen color de mazorca. ¡Figúrate, lector, que cara tendrá la "canzonetista" que comió a las seis y a las tres espera a que terminen su cuenta los camareros para cobrar veinte reales!
En las mesas cercanas al mostrador toman asiento 4 ó 5 bellas que horas antes han hecho rugir a la fiera, mostrando las hendiduras de su tórax y la estrechez de su perímetro. Hay también artistas gruesas, que a esas horas les cabe entre el corsé y el cuerpo un saco de serrín. Están como chiquillos en el colegio, silenciosas, calladas, mientras el dueño del café, un señor serio y grave, va clasificando los billetes y los montones de plata, que pasan a buen recaudo, dejando sobre el mostrador, pringoso de tanto gotear diferentes líquidos, el dinero de "las artistas".
Completan el grupo que viera el repórter cinco o seis mamás con cara de pájaro, dos o tres hermanos de las contratadas, cuatro amigos del hermano, un pretendiente oficial, otro aprendiz y otro aspirante.
Cerca de la puerta, para que ni las ratas se escapen, el señor que presta "a peseta por duro", la alquiladora de los mantones, la que fía los utensilios de tocador y cuatro o cinco bicharracos más, todos esperando que la Bella Jaramago cobre sus siete pesetas, que la pobre niña del cuadro flamenco tome sus ocho reales o que la pizpireta bolerita recoja sus tres cincuenta.
¡Y a la calle! Que ya son las cuatro y hay que dormir para volver de nuevo a las cinco de la tarde, la hora en que hay ensayo de un baile que aprendieron hace doce años. ¡Qué vida más agradable la de una artista!, dicen los que se sientan a tomar café.
Han salido del establecimiento los que sostienen hasta esa hora el espectáculo. Quedan en el salón los camareros, las otras víctimas, amontonando sillas, recogiendo mesas, llenando de agua los cacharros los que quieren descansar por la tarde.
Se han recogido las pesetas del mostrador definitivamente y nos hemos despedido del dueño, que dice sentencioso:
-Esto es una ruina. ¡Pa ellas no gana uno!
Y puede que tenga razón, pero entonces, ¿quién gana?. ¿Los esqueletos que salen tocándose con una piel de dos duros y un gorrito de terciopelo que fue vuelta de capa de su padre?. ¿El pobre cómico que pasara delante de nosotros con un gabán afeitado casi?. ¿La niña flamenca que en el mes de Enero lleva por todo abrigo la falda con que trabaja?.
¡Pobres artistas baratos a quienes el público exige carnes que lucir, ropa costosa para cambiar y, sobre todo, gracia!... ¡Con lo que ganan! ¡Gracia con ese sueldo! ¡Pobrecillos!
Desde "la Torre" se siguen viendo cosas interesantes; buena atalaya. Qué curiosa la estampa de Galerín y qué triste -ya ves, Galerín triste en su "Sevilla en broma"-. Hoy también me has hecho recordar... Aquella exposición de la que quedó un magnífico catálogo gracias a trabajos como el tuyo que mencionas, fue lo ¡único! que se organizó en Sevilla sobre la "otra Expo", la del 29, en tiempos de la famosa Expo´92. ¿Temían las comparaciones? Por algo sería. Lo cierto es que nosotros, en Triana, montamos aquella muestra con resultado extraordinario de público. Trabajamos por Sevilla como era nuestro deber, pero qué poco trabajaron por Triana los organizadores de aquella Expo que, al fin, no se supo qué celebraba. Páginas de una historia nunca contada...
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ResponderEliminarNo he eliminado esta entrada. Sigo diciendo que esto de la tecnología es la leche, y como le des a una tecla puedes liar la mundial. Publicaré, dentro de un rato, el vil asesinato de Ascen y Alberto, con la fotografía que con él nos perpetuó para siempre. Hoy, también se han cumplido 17 años de aquella portada famosa de ABC en la que defendíamos a la Capillita del Carmen. No estaban en ella ni Paco Arcas, ni Mohiño, ni tantos y tantos trianeros como hoy han salido de los husillos. ¿Dónde estaban entonces?
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