ARRIADA
No quería la pobre de Laurita
romper la cruel doctrina de su cura:
-¡Todo es pecado, niña, hay que ser pura...!
Y, por día, su cara más blanquita.
-¿Qué le pasa a la rosa más bonita?
preguntéle sin ánimo de usura.
Y ella me contestó, con gran dulzura,
que tenía mojada la braguita.
Le di un beso en su rostro, hermoso y puro,
bajé la lengua a un pecho, y cual conjuro
descendí más abajo, comprobando
que en sus muslos chorreaba una cascada.
Quiso curar mi beso su arriada
y yo también salíme chorreando.
Emilio Jiménez Díaz
"Pecados veniales. Coñografías"
1999
a camino entre el erotismo y la hermosura. No pierde belleza y elegancia en ningún momento. Me encanta.
ResponderEliminarBueno, quise hacer un soneto clásico. Me gusta que te haya parecido hermoso, bello y elegante. Viniendo de una mujer, esos piropos siempre son muy halagadores.
ResponderEliminarGracias a ti por subirte a esta torre.