jueves, 23 de septiembre de 2010

POR DISTINTOS CAMINOS (1)


Fue un invento feliz el que logramos el gran fotográfo Alejandro Velasco Velasco y un servidor allá por 1996, y que ofreció pie a la edición de un lujoso libro en el que él puso las imágenes y yo los comentarios y poemas. Fue maravillosa la experiencia, el trabajo y la colaboración entre ambos. Lástima que las prisas del fotográfo dieran lugar a muchas equivocaciones en la impresión del texto y que fuese un libro sólo para regalar a sus grandes y muchas amistades y no para compartir entre los demás. Hoy, 14 años más tarde, me atrevo a rescatarlo para vosotros, queridos blogueros, con el deseo de que estas breves cosillas os distraigan un poco de un día a día tan lleno de fútbol y de noticias siempre calamitosas.

Esta fue la introducción que llevó aquel libro al que le tengo tanto cariño, un especial amor por haberse realizado casi a pie de viaje, a golpes de sueños intermitentes, con el alma llena de emociones:

La voz machadiana siempre nos convoca a calzarnos las esparteñas de las ilusiones, para que ellas nos sirvan, como fieles compañeras, a ir descubriendo senderos, trochas y caminos, lindes y ramales, veredas y carriles y atajuelos, fechando la historia en un presente mínimo que pronto será ayer, pasado y nostalgia, recuerdo y devoción de unos segundos que, en algún instante, apresamos con las manos, acariciamos con el corazón y milagreamos con las retinas... Caminante: no hay camino, se hace camino al andar...

Alejandro Velasco sí ha vuelto a pisar muchas sendas que no eran desconocidas para sus suelas; sendas en las que, en muchos momentos felices, se entretuvo a robar -ladrón siempre en bendita libertad- algún poniente hermoso; los sombreados perfiles de algunos ancianos que miraban al futuro con cansancio y desgana; los quicios de una fachadas añejas junto a las que fue creciendo en el Madrid más castizo y colorista; la Segovia intimista, la Ávila teresiana y cerrada que se rodea con el cilicio de sus murallas; las torres, como flechas pétreas que quisieran lanzarse al infinito; el amanecer, naranja y negro, como la silueta de un recortable, de la Mallorca señorial reflejando su aurora en el espejo de la bahía; los claustros con la tersura solitaria del silencio; los cañones de bronce que un día, hace muchos años, trajeron en su mudez la paz apetecida; los paisajes: oro y fuego, azules y verdes de cualquier capital provinciana; los esbeltos y acristalados edificios de Hong Kong; el viejo oriental que sonríe a Occidente con el malicioso rictus de quien ha heredado la sabiduría popular de antiguas civilizaciones; la adoquinada, gigantesca y fría plaza de Moscú, la Roja; la sureña y distante Gibraltar -la gaditana inglesa-; la broncínea encorvada imagen de un Winston Churchill que vigila secretos destinos desde la plaza del parlamento londinense; la juvenil movida de Trafalgar Square, o las torres doradas y rimbombantes del Kremlin en una tarde de primavera plomiza desabrida...; los flamencos albirosados multiplicados por dos en la lámina temblorosa de la laguna perdida; la fachada ceramizada de Villa Rosa en la popular plaza de Santa Ana, colmado y tablao que fundaran, en 1914, los picadores Farfán y Céntimo y el banderillero Alvaradito, templo de figuras señeras como don Antonio Chacón y don Ramón Montoya...; pero sobre todo los hurtos -ayudado por la ganzúa del objetivo- de los entrañables personajes anónimos: las loteras de la Puerta del Sol, los hombres campechanos, enjutos y secos, de espaldas a un pasado que ya nos les interesa, en busca de la diaria partida del dominó del mesón...

Cada gesto que el amor de Alejandro Velasco ha sabido apresar en el momento justo, es una lección de sensibilidad y maestría. Cantan los rasgos por sí solos, como si el artista hubiese estado acechando varios años, con su cámara compañera, esperando el zarpazo definito para fijar ese instante -que no otro-, esa luz, esa mueca, esa seña de identidad auténtica en el álbum de sus vivencias diarias.

El color, que es siempre resurrección y vida, chorrea a raudales, como en la paleta virgen de un maestro veneciano, por los poros de cada una de las imágenes: captadas con mimoso enfoque, con sublime destreza y con paciencia suma, invitándonos en la rabiosa muestra cromática a la tranquila y necesaria contemplación de cuanto nos rodea: ese paisaje urbano diario, esos hombres, esos perfiles que las prisas no nos dejan degustar en la rápida visión cotidiana.

Alejandro Velasco es inquieto, busca, araña bellezas que aún quedan por descubrir, cual si cada día trajese en su afán el pan de una sorpresa, la bendición de un segundo que quede apresado en el reclamo de la lente, la hermosura de un guiño emocional que se perpetúe en el recuerdo de una mañana próxima. Joven de entusiasmo y alma, parece que lleve en las alforjas de su vida, como un breviario de urgencia,, los consejos del poeta León Felipe: Romero, siempre romero, que no se acostumbre el pie a pisar el mismo huerto, ni la tabla de la farsa, ni la losa de los templos, para que nunca recemos como el sacristán los rezos, ni como el cómico viejo digamos los versos...

Para fijar los momentos más sublimes de cada mínima historia, no necesita más bártulos que una cámara convertida en amante, una especial retina enamoradiza y una paciencia siempre ávida para el preciso instante: ese que después, años más tarde, nos traerá el recuerdo con la pátina de la nostalgia, pero siempre virgen, siempre nuevo, siempre el mismo, devolviéndonos a un tiempo que seguirá siendo nuestro, porque hubo un artista que empleó su corazón para eternizar ese momento irrepetible.

Siempre ojo avizor, cual si la vida
hubiera que guardarla en su hermosura,
como si cada día una aventura
fuese belleza terca y atrevida.

Va apresando el segundo que convida
a ese robo de amor, a esa captura,
dardo que se dispara y que sutura
con un cadual de arte cada herida.

Cada visión es un momento eterno
de un pálpito fugaz, breve alegría
de un preciso y precioso compromiso.

¡Gloria para el ladrón que en su cuaderno
nos apunta el afán de cada día
con el color mejor del Paraíso!

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