Sube y sube de tono la cháchara en torno a los vinos, a los pueblos de mejor y mayor producción, y a los distintos sabores de los caldos de las diversas tierras. Se bebe y se pontifica; se elogia y se envenena el dardo de la palabra para menoscabar las excelencias de otros contornos vinateros. En cada copa, un reino de taifas, un aprobación magnánima o un rechazo insigne. Hay pueblos y vinos que son irreconciliables. Montilla-Moriles, capuletos y montescos con Jerez; El Condado de Huelva con El Aljarafe sevillano; Rueda con La Rioja; Murcia con La Mancha; Cáceres con Badajoz... ¡Difícil ruleta para que la bola de los gustos caiga en el sitio justo del equilibrio entre todas sus fuerzas, entre todos los parroquianos que echan su cuarto a espadas!
Ahora bien, en tocando al vino-vino, cerrando los ojos a las marcas y denominaciones, todos los habituales del mentidero traen a colación, como bendito, el nombre de Noé, supremo hacedor, al parecer, de que el agua de cepas exista para mayor gloria del hombre y su destino:
Ahora bien, en tocando al vino-vino, cerrando los ojos a las marcas y denominaciones, todos los habituales del mentidero traen a colación, como bendito, el nombre de Noé, supremo hacedor, al parecer, de que el agua de cepas exista para mayor gloria del hombre y su destino:
Bendito sea Noé,
el que las viñas plantó,
que si en Jerez no nació,
andaluz al menos fue.
Pero Noé, claro está, se ve que tenía sus gustos preferenciales:
Cuando Noé salió del arca
cogió una buena jumera,
y según dice la gente
la cogió de Valdepeñas.
Héroe de héroes, glorioso patriarca:
Entre los grandes del Mundo
está el glorioso Noé,
el que inventó la receta
para el vino de Jerez. (66)
Porque aquí bebemos tós
hay quien critica a esta Peña;
Noé una viña plantó,
pero no pá vender leña.
¡Digo yo! (67)
Si es o no invención moderna
vive Dios que no lo sé,
pero delicada fue
la invención de la taberna,
porque allí llego sediento,
pido vino de lo nuevo,
mídenlo, dánmelo, bebo,
págolo y voyme contento. (68)
Y el gran poeta y querido amigo, Antonio Murciano, la define a la perfección en este poema de su libro El Pueblo:
Duro sol del mediodía,
caliente, sobre la acera.
El perro que lame el suelo,
la voz ciega de la ciega.
El humo azul del tabaco,
voces agrias, voces serias.
Hombres con las risas anchas
y las gargantas resecas.
El tabernero, sin prisas,
vierte alto a copa llena
vino blanco, sobre el turbio,
viejo, tonel de madera.
Hay un aire como una
quieta, blanda, niebla espesa.
Sobre la pared, el último
cartel de toros de feria
y el naipe, sucio de trampas,
borracho sobre la mesa...
A los hombres que se han ido
las palabras se les quedan
derramadas sobre el turbio,
viejo, tonel de madera.
Nada pasa. Pueblo antiguo.
La vida y las horas, ruedan.
El tabernero, sin prisas,
dejó la puerta entreabierta.
El humo azul del tabaco,
voces agrias, voces serias.
Dura luna de la noche.
Cada calle, su taberna.
De tu casa a la mía
hay diez tabernas,
no me paro en ninguna,
la mía es tu puerta;
que sin bebida,
es tu abrazo y tu beso
toda mi vida.
Una bodega: ¡Ojalá!
Una nave: ¡No es seguro!
Un bar mediano: ¡Quizá!
Pero un tabanco: ¡Lo juro! (69)
Córdoba, llana y bravía,
que entre antiguas y modernas
tiene trescientas tabernas
y una sola librería.
Málaga, ciudad bravía,
que entre antiguas y modernas
cuenta cinco mil tabernas
y una sola librería.
Dicen que van a quitar
las tabernas y los borrachos,
el que quiera tomar vino
que tome caldo gazpacho.
Gastó su dinero Andrés
edificando una escuela;
si lo quiere recobrar
que la dedique a taberna. (70)
Hay hombres que en su bodega
tienen el vino de sobra
y se van a la taberna.
Hasta las señoras -dice Lorca en La zapatera prodigiosa- montan tabernas:
La señora zapatera,
al marcharse su marido,
ha montado una taberna
donde acude el señorío. (71)
Gasta la tabernera
buenos mantones
a cuenta de borrachos
y jugadores.
Gasta la tabernera
pendientes de oro;
los caños de la fuente
lo pagan todo.
No puedo ir a la misa
porque estoy cojo;
si voy a la taberna
es poquito a poco.
Una limosnita para el pobre ciego
que un día bebiendo la vista perdió,
y desde que vengo a ver a la Virgen
me paece que bebo bastante mejor. (72)
(66) Butler, Augusto.
(67) Peña Humorística "Er 77". Libro-programa de las fiestas primaverales de Sevilla. 1956. Pág-145
(68) De Alcázar, Baltasar.
(69) Murciano, Antonio y Carlos. Ob. cit. Pág-48
(70) Del Palacio, Manuel. Ob. cit. Pág-178.
(71) Gracía Lorca, Federico. "La zapatera prodigiosa". 1930.
(72) Paso, A. y E.G. Álvarez (letra) y Chueca, Federico (música). "La canción del ciego" de la zarzuela "La alegría de la huerta". 1900. Cantada por el tenor cómico.
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