lunes, 6 de septiembre de 2010

ENTRE COPAS Y COPLAS (5)


Sentado solo para cumplir con las tres copas del Ángelus. Acompándolas, tres coplas para la hora punta que, según el símil del toreo, son tres perfectas copas para los buenos sabedores y degustadores del vino. Fernando Pérez Camacho, de nuevo despliega el capote de su verbo sobre el albero en el que se asientan las andanas:

Un buen vino debe dar,
lo mismo que el buen toreo,
motivos para soñar.

Un buen vino debe ser
como un buen pase de pecho:
suave y profundo a la vez.

Un buen vino ha de tener
la alegría de una verónica,
la hondura de un volapié.

Tres coplas, tres, para el buen saber beber, tan necesario y justo en la liturgia del vino. La copla, siempre sabia, como el pueblo de la que brotó, también sabe elegir los elementos para la compañía del hombre. José Carlos de Luna nos ofrece su agenda de prioridades en esta primera coplilla:

Un olivá y un molino
y un cortijo con parrales.
Pan, aseite, carne y vino.
¡Y medio millón de reales
en la Banca del Camino! (41)

Y en esta segunda:

Yo, con mi jaca Trianera
y cuatro copas de vino,
cien duros en la cartera
y Carmen la del molino,
¡me río de España entera! (42)

Y Manuel del Palacio también tiene sus gustos y deseos para los caminos de la vida:

Un suelo que acariciar,
una botella que abrir,
un libro que desflorar,
y en el trance de morir
una mano que estrechar,
ni más se puede pedir,
ni menos debo esperar. (43)

Menos necesita el poeta Miguel Ángel Villar:

Una botella de vino,
un fandango bien templa'o
y Maribel a mi la'o. (44)

Y el hombre de pueblo, poco más o menos, según se entienda la historia:

Una casita en el campo,
una mujer que me quiera,
un barril de vino añejo
y después que vengan penas.

Penas como las que, por culpa de una mujer, como casi siempre que se acude a la bebida incontrolada, cantaba Rafel Farina:

Vino amargo es el que bebo
por culpa de una mujer,
porque dentro de mí llevo
la amargura de un querer. (45)

Tres copas, fueron tres, las que sellaron la bendita hora del mediodía mientras que estrenaban los campanarios sus sonidos de bronce celebrando la anunciación de Gabriel a María en una ciudad de Galilea llamada Nazaret. Aquel "Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo, bendita tú entre las mujeres" y aquel "Sí, cúmplase conforme a tu palabra", que nos trajese a Jesús, se celebra en la soledad de la piquera, en la intimidad del mesón de los caminos, en los tabancos donde las tapas gastadas de los mostradores vieron sobre su roble pasar muchas copas y muchas meditaciones en voz baja.

Vino éste, el de las doce, del gozo profundo y la alegría intimista: serenidad, reflexión y paz con uno mismo, que es estar en paz con todos, como cuando María, siempre mediadora de los hombres, le dijo a Jesús en aquella boda de Caná de Galilea. "Hijo, no tienen vino", y él, reflexivo y sereno, por contentarla y contentar a los demás, hizo que llenaran seis hidrias de agua para convertirlas en ensolerado néctar.

Cuando las agujas de los relojes den dos vueltas completas a la esfera, el vino dejará de ser silencioso para convertirse en altanero; la soledad del vino del Ángelus se trocará en manantial de conversaciones que se interpondrán unas a otras en las ruedas de las tertulias; caerá más rápido el vino desde el claustro opaco de las botellas y un arroyo de murmullos compartidos llenará el ambiente de distintos ecos. La algarabía privará sobre el silencio monacal de hace dos horas, cuando los hombres se miraban para sus adentros meditando, quizás, en el pensamiento del poeta granadino:

Y qué distinta medida
el tiempo y el vino tienen:
uno se lleva la vida
y el otro nos entretiene. (46)

O intentando repasar el misterio de nuestra tierra tal como nos lo ofrecía el maestro Pemán en una solución ensayística: "Hay que contemplar a Andalucía "sub especie aeternitatis", como los antiguos metafísicos contemplaban la vida. Hay que contemplar sus cosas a la luz de criterios y valores más eternos y trascendentales. Hay que empezar por decidir si tiene más razón el criterio utilitario y oportunista de hoy o aquel otro clásico y platónico que colocaba la meta de toda aspiración de los hombres o de los pueblos en la perfección del espíritu, que se proyecta luego en la totalidad de la vida, haciéndola serena, artística y equilibrada."

Fue copa, la del Ángelus, ciertamente serena, equilibrada y con arte. Mañana, si Dios quiere, a la misma hora, todos los hombres sabios esperarán ansiosos el repicar de las campanas, una voz anunciadora de gozos y tres cristales húmedos con el oro de la tierra.


(40) Pérez Camacho, Fernando. Ob. cit. Pág-18.
(41) De Luna, José Carlos. "De cante grande y cante chico". Escelicer. Madrid-1942. Pág-152.
(42) De lina, José Carlos. Ob. cit. Pág-145.
(43) Del Palacio, Manuel. Ob. cit. Pág-198.
(44) Villar, Miguel Ángel. "De la tierra al aire" (Antología de coplas flamencas). Gallo de Vidrio, Ediciones Alfar y Fundación Machado. Sevilla-1992. Pág-142.
(45) Cabello y Freire (letra) y Solano (música). Canción que hizo popular Rafael Farina.
(46) Benítez Carrasco, Manuel. "Antología poética". Club de Leones. Sevilla-1989. Pág-43.

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