domingo, 5 de septiembre de 2010

ENTRE COPAS Y COPLAS (4)


En esta hora señalada del Ángelus, dentro de la taberna, el pensamiento se eleva a la mística con una profunda reflexión sobre la vida:

La vida es como un borracho,
te lleva donde no quieres
entre tumbos y bandazos. (27)

Nuevamente aparece la borrachera como excusa por un amor perdido:

La vía me voy a quitá
de contínua borrachera;
yo no bebería más
si ella volviera a mi vera. (28)

Cuando al hombre se le avinagran los placeres, hasta el sol de la mañana se le convierte en crepúsculo:

Lo condenaron en vía,
le quitaron las mujeres,
el tabaco y la bebía. (29)

Otras veces el vino, panacea de vida, puede valer para conjurar una maldición por causa de amores:

Mala comía comas;
mar vino bebas;
mala puñalaíta
te den, que mueras.

Y siguen las maldiciones en esta encrucijada de las tres copas de la intimidad:

Mala hora de Dios coja
a una olla sin tocino,
a una bolsa sin dinero,
a una botella sin vino:

Por eso hay que ser precavido cuando uno va de excursión a la sierra:

Para subir a la sierra
no hace falta llevar costo,
una mujer de bandera
y dos garrafas de mosto
por si una se rompiera.

Primera parada del día para la copa ambarina; lugar, el de la taberna, para el primer brindis solitario:

Me ayuda a andar mi camino.
Le hago honores a diario.
¡Vino que del cielo vino! (30)

En el recoleto altar del tabanco, el mesón o la taberna, en la ansiada clausura ritual y diaria del desacompañamiento, el celebrante no se inquieta por el qué dirán. En ciudad en la que todos beben, la excepción es lo contrario:

Me critican porque bebo
y me gustan las mujeres,
y lo mismo te critican
si no te gustan ni bebes.

De nuevo el vino como protagonista inmortal para hacer olvidar los desamores o los amores imposibles. Por lo que se aprecia, puede más el licor embriagador de las mujeres:

Ni con juergas ni con vino
he conseguido olvidarte,
está visto que mi sino
tan solamente es amarte
aunque sea un desatino.

Para las tres copas de la meditación, Fernán Caballero nos recoge tres meditaciones personales tomadas a guasa pura:

No tengo vicio ninguno
si no el de fumar tabaco,
jugar a las treinta y una,
sin contar que soy borracho.

El vino de los celos en la copa del mal pensamiento:

No te asomes a la ventana,
no me seas ventanera,
que botita que gasta buen vino
no necesita solera.

La copa, el catavino y el vaso demasiado finos no son para escanciar el vino de la cortijada. Este es el consejo:

Para beber a gusto,
beber en jarro;
y para arrastrar coche,
nacer caballo. (31)

Vuelve el vino como imposible aguzanieves para los olvidos:

¿Para qué me sirve el vino,
si no logro aborrecerte?
Todo se me va en quererte:
¡qué maldito es mi destino!

Y vuelve el consejo, la suprema sabiduría filosofal en esta materia de Fernando Pérez Camacho:

Para saber torear
y para saber beber,
se necesita tener
un punto de sobriedad. (32)

Como el bebedor paciente de esta hora, así el vino, al que el gaditano insigne, José María Pemán, claros sus ojos de las tierras albarizas de su infancia, dedicó esta breve sentencia alabando a sus criadores:

Porque su ciclo completo
con paciencia y con respeto
pide esperar y esperar,
más que hijo, el vino es nieto
del que lo sabe criar. (33)

También el poeta, como ángel de la guarda de un catavino ajeno, se admira de la parsimonia y religiosidad del saber beber. De mi amigo Fernando Pérez Camacho es este cantar:

Qué lentitud en tu copa,
mientras bebías pensaba
en una media verónica. (34)

En la reposada copa del mediodía, también el recuerdo de las cosas que pasan porque pasan y tienen que pasar, viniendo a la mente de vez en cuando:

Según a mí me han contao
tú eres barco sin bandera,
tú eres un vino mezclao
que le falta la solera
porque nadie se la ha dao.

Y el también reposado pensamiento para el presente y el futuro basados en la consecución de la más perfecta dicha:

Seis cosas ha de tener
quien dichoso quiera ser:
leña vieja que quemar,
vino viejo que beber,
casa vieja que habitar,
viejo libro que leer,
oro viejo que gastar
y hembra joven que querer. (35)

La pérdida de la Perla de las Antillas por parte española, también se puede nostalgiar en la copa de la soledad y tras el sorbo de una copla:

Tal se va echando a perder
en España el zumo de uva,
que de las ciento de ayer
conservamos una Cuba
y no se puede beber. (36)

Nuevamente, como compañeros inseparables, el vino y la pena juntos en el Cante Hondo de Manuel Machado:

Tengo una copa en la mano,
y en los labios un cantar,
y en mi corazón más penas
que gotas de agua en el mar
y en los desiertos arena. (37)

Copla para el piropo hermoso y solitario junto al filo de una copa:

Tiene la viña que quiero
de viña virgen los labios,
los ojos color de cielo. (38)

Y conversación inútil entre el bebedor y el abstemio:

Tú, como nunca has bebío,
eres tierra de secano,
yo tierra de regadío
mi media copa en la mano. (39)


(27) Peña, Juan. Ob. cit. Pág-64.
(28) Tomasa, José el de la. Ob. cit. Pág-188. Copla-282.
(29) Murciano, Antonio. Ob. cit. Pág-54.
(30) Murciano, Antonio y Carlos. Ob. cit. Pág-49
(31) Del Palacio, Manuel. Ob. cit. Pág-139.
(32) Pérez Camacho, Fernando. Ob. cit. Pág-18.
(33) Pemán, José María.
(34) Pérez Camacho, Fernando. Ob. cit. Pág-18.
(35) Del Palacio, Manuel. Ob. cit. Pág-146.
(36) Del Palacio, Manuel. Ob. cit. Pág-173
(37) Machado, Manuel. Ob. cit. Pág-219.
(38) Murciano, Carlos y Antonio. Ob. cit. Pág-71.
(39) Murciano, Antonio. Ob. cit. Pág-55.

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