sábado, 18 de septiembre de 2010

ENTRE COPAS Y COPLAS (17)

El tercer brindis lo formalizan dos poetas gaditanos, de Arcos de la Frontera, donde la piedra juega suicidamente con el mágico equilibrio. Antonio y Carlos Murciano, desde la hermosura de "Los ángeles del vino y otros duendes", alzan sus cristales por la "Primavera y recuerdo de los Montilla-Moriles":

Mi plata por el oro de tu vino.
Digo Moriles, Córdoba, Montilla,
y los viñedos -con su maravilla
de verdores- se asoman al camino.

¡Paso al aroma mágico del fino,
al olor tibio del que se amontilla,
paso a la aristocracia sin mancilla
del añejo oloroso que adivino!

¿Camino de qué viña el caminante?
¿Camino de qué parra cortijera
bebiendo aromas y apuntando un cante?

Córdoba del recuerdo... Y primavera.
Y el vaso de Moriles por delante...
¡Y aquella montillana quinceañera...!

Y el vino comunal, el vino diario de la casa. Por él brinda, en su "Poema del vino", el gran poeta y amante de la liturgia Francisco Carrasco:

Despúes de la mañana, el evangelio
y otras cosas sencillas.
Veníamos del colegio domeñando
la luz que nos cundía.
En las manos traíamos la cuerda más propicia
con que amarrar el tiempo imprevisible.
Y ardían las palabras al llegar al recinto
donde estaban las cosas cotidianas.
Venía yo agarrado a mis catorce años,
distribuyendo el día, y ya mi madre
me inquietaba el sigilo con el lema:
el vino de papá.
Calle del Buen Suceso.
Yo volvía abominando de tantas imposturas,
del vino, la bodega, y de aquel buen señor
que me daba recuerdos familiares.
Y ya otra vez en casa
la botella, mi padre y sus celebraciones
me decían que aquello era el don de vivir.

El vino es la mano que guía la pluma de un poeta; la gubia de un escultor que saca al cedro la agonía de Cristo; la que conduce hábilmente el pincel de los que fijan la historia por sus ojos. Como dijo acertadamente Ricardo Molina: "Cada botella que se vacía multiplica la inspiración. Cada copla, cada baile, cada "farseta", son hilos del vino." Hilo -digo yo- que, con su urdimbre, forma el tejido de la musa del ingenio, el abierto pensamiento del filósofo, la locuacidad del exquisito, la penúltima ola de un mar ensolerado de pámpanos.

Por eso el vino -como yo mismo digo en esta composición, en este nuevo brindis poético, no puede ser, ni es, ni debe, el anuncio prostituído de nuestra más falsa leyenda:

¡Juergas, toreros, mujeres,
y vino, vino a granel!
¡Qué mal cartel de carteles
siendo tú, como tú eres,
el más fino de un cartel!

¿Quién como tú en esa cuna
de cepas recién podadas?
¿Quién como tú en la almohada
que besa el sol y la luna?

¿Quién como tú, señorito,
mosto virgen, delicado?
¿Quién como tú tan cuidado
entre pañales benditos?

Que el niño no se resfrie,
¡dale roble, ponle ropa,
que hasta llegar a la copa
hay que mimarlo en la mano
como un caballo alazano
al que sólo Dios lo toca!

Y ya ves qué tontería
y qué injusta falsería...
Risa guasona y apodo.
Mentiras de un mal nacido
que puso tópico a todo...

¡Juergas, toreros, mujeres,
y vino, vino a granel...!
¡Qué mal cartel de carteles
siendo tú, como tú eres,
el más fino de un cartel!

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