viernes, 17 de septiembre de 2010

ENTRE COPAS Y COPLAS (16)

Igual que una linterna mágica es esta rueda
en torno de la cual vamos todos girando:
la lámpara es el sol, el mundo la pantalla,
nosotros las imágenes que pasan y se esfuman.

Omar Kheyyam


Sólo los poetas apresan cuanto de mágico tiene la vida en el odre de las muchas tristezas y pocas alegrías. Sólo del poeta la palabra que no se olvidará nunca en el tiempo. Sólo del poeta la alforja de las cosas hermosas y los sabios decires. Sólo del poeta la palabra serena, el pan candeal del mejor horno, la voz más dulce de la tierra o el hachazo más terrible y certero. Del poeta, la rosa y el dardo, la muerte y la vida en una frase, en un consejo mínimo, en un pensamiento inacabado.

La copa del gozo bien puede ser la que se tome con uno de estos hombres que dibujan la vida a pinceladas de sueños y esperanza, que trabajan el cedro de la palabra con gubias de ilusiones. Bienvenida la copa que ofrecen los poetas cuando la noche es cierta por mor de los relojes; cuando el vino es anciano del día; cuando sólo una palabra, herida por el dardo de la inspiración, es capaz de convocar a los duendes, hacernos sonreír, herirnos y hasta hacer que las lágrimas afloren a los ojos, cayendo lentamente, resbalando por el tobogán de la carne a nuestros labios, para comprender mejor aquello que decía Cristo de la verdadera sal de la tierra.

Unas cuantas copas, no muchas, las precisas, nos esperan de poetas cercanos que cantaron al vino ensolerando en sus almas la sabrosa elegancia. Iniciará la ronda, derredor de toneles, un palaciego místico embebido en mistelas, Joaquín Romero Murube, un sevillano que cantó en "Los cielos que perdimos":

¡Si es que llega la muerte,
en Córdoba y su paz, para mi suerte!

En el silencio claustral de la bodega, su "Kasida del vino":

Amigo, te espero aquí
con una copa en la mano.
Uniremos nuestra suerte
por un instante en el claro
cauce de las alegrías.

Ya en el jardín los naranjos
inventan para los aires
novias de azahares blancos.

Ya la brisa se emociona
con los secretos del patio
y llega y sube y nos deja
su temblor inesperado.

Mujeres de talle esbelto
con los ojos entornados
van por la acera de abril

hacia jardines de abrazos.

El cielo ahonda su azul
para locuras de pájaros.

Dulcemente, nuestra sangre
subirá con estos vasos
por las escalas del júbilo,
al corazón ocultando

su servidumbre de tierra...

Ven pronto, amigo. Bebamos.
Quiero decirte el secreto
de mi alegría y mi llanto...

A veces...
¡A veces yo siento un ángel
que va junto a mí cantando!

Y el exquisito pontanés, Ricardo Molina, sale al quiebro alzando su copa, como una cántico redivivo al "Vino antiguo":

Loca sabiduría del corazón, ensueño
único de onda inmensa, voz profunda
de la armoniosa tierra mía, claro
vino andaluz.

Los más hermosos labios tus jardines
cambiantes de oro y música, tu ardiente
ruiseñor diluído en muchos cielos
orientales,

bebieron, y los ojos su mirada
misteriosamente abandonaron
a tu ola feliz de paz, de olvido
inalterable.

Sus deseos ocultos los amantes
latir sintieron en tus bellos labios
y sorbo a sorbo en ellos apuraron
su paraíso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario