viernes, 20 de abril de 2018

LA MENTIRA TIENE LAS PATAS MUY CORTAS EN LA CORRUPCIÓN


Esta es una imagen de quid pro quo, cuando el actual rector de la URJC, Javier Ramos, se une con Cristina Cifuentes en el acto de posesión del rectorado. Quid pro quo, una expresión latina con mil variantes según los países en los que suele emplearse, pero que no varía mucho en su intencionalidad: Doy para que me des; hoy por ti, mañana por mí; cambiamos una cosa por otra, etc.

Su acostumbrado uso, sobretodo cuando lo utilizan los políticos en su beneficio, ha llevado a España a producir numerosos y muy importantes casos de corrupción de toda índole y en todos los estamentos del Estado. La espantosa corrupción española ha minado los campos de las obras públicas, la sanidad, las cuestiones laborales, la vivienda, la libertad de expresión -y de impresión-, la de la educación primaria, secundaria y universitaria... Todo está corrupto a nivel de las instituciones. Ni una sola se salva. Los ciudadanos sólo servimos como pagaches de un gobierno que está en quiebra por los malos usos y que nos está arrastrando a la pobreza y, lo que es peor, a una humillación vergonzante como personas. 

Lo de Cristina Cifuentes es casi lo mínimo que suele pasar en nuestro país día a día, aún siendo muy importante este tema de falsificación, continuas mentiras y chabacana soberbia política. Ya se va a cumplir un mes desde el que un profesor de la URJC, Salvador Perelló, abogando por la limpieza en la Universidad en la que ejerce, dio el pitido de salida de este tema -que ya huele por la resistencia-, de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, más mentirosa y nariguda que el Pinocho creado por el carpintero Geppeto en la célebre y universal obra de Carlo Collodi.

Esto ha servido para destapar parte de la gran corrupción que habita en nuestro país, y en el que se ven implicados el propio gobierno con muchos de sus ministros y altos cargos, constructores, empresarios de todo tipo, jueces, rectores universitarios, policías y adláteres de todos los gremios. Es una pena el hecho de la corrupción generalizada, y un auténtico desastre el no poder hablar de este tema, y de otros más candentes y vergonzosos, con tus propios amigos y compañeros, ya que en España, desgraciadamente, y por miedo, por temor a una ley mordaza injustificable en cualquier país democrático -que conste que España no lo es- todos callan y asienten con la pérdida de los derechos, con la censura impuesta, pasando los ojos por esta degeneración sin querer ver ni oír. Tenemos lo que nos merecemos: una generación de viejos que siguen dando el callo pidiendo a gritos lo que les pertenece, unos políticos a los que les llega la mierda al cuello, y una juventud sindi: sin dinero, sin trabajo, sin ambiciones y sin vergüenza, y que se salve el que pueda.

El tema Cifuentes ha servido para tirar de la manta y sacar las miserias de los contrarios. Desde Luis Roldán hasta nuestros días, nombres y más nombres, siglas y más siglas, se superponen en una espiral de engaños a los hombres y mujeres a los que siempre han dicho que iban a defender en sus proclamas políticas de las elecciones. Se me quedarán muchos políticos con másters falsos en la lista de uno y otro bando: Juan Manuel Moreno Bonilla (PP) -el eterno presidenciable para la Junta de Andalucía-; Elena Valenciano (PSOE); el falso médico Tomás Burgos (PP); Joaquín Ramírez (PP); el propio M.Rajoy (PP); Alfredo Pérez Rubalcaba (PSOE); Fátima Báñez (PP); Pablo Iglesias (PODEMOS); Albert Rivera (CIUDADANOS); Artur Mas (CIU); Ana Mato (PP); Pilar Rahola; César Zafra (CIUDADANOS); Juan Carlos Monedero; Leyre Pajín (PSOE); Patxi López (PSOE); Gregorio Rojo (PSOE); Trinidad Jiménez (PSOE); José Montilla (PSOE); José Luis Corcuera (PSOE)..., y sigan añadiendo nombres a esta larga y vergonzante lista de CV de politicastros de nuestro país. Quien sea demócrata tiene que sentir una tremenda vergüenza de esta España en la que habitamos, cuya imagen manchan sin pudor alguno aquellos a quienes votamos.

Ha bastado lo de la Presidenta de la Comunidad de Madrid para sacar parte de la miseria de los demás partidos. Toda la legislatura se llevan tirándose los trastos a la cabeza voceando aquello de: ¡Y tú más! ¿Eso es gobernar, señores?

Hoy, por estas y otras circunstancias propiciadas por los políticos, al menos a mí me da vergüenza de ser y sentirme español. La mayoría de los que nos gobiernan van a lo suyo: a forrarse y a forrar a los que después les abrirán las puertas giratorias de las grandes empresas y les propiciarán un lugar de lujo en sus consejos de administración. ¿Y el pueblo? Pues pasándolas canutas para ver cómo puede llegar a fin de mes.

La mentira, que según acepción de la RAE es una expresión contraria a la verdad, y es una declaración falsa o parcial realizada por alguien cuyo objetivo principal es que se le crean, tiene las patas muy cortas, pero aún más en casos de clara corrupción. Pero, ojo, que aquí nadie dimite por engañar o intentar engañar al pueblo. Lo que se lleva políticamente es defender la inocencia (?) aún a costa del más sangrante ridículo. Es lo que tenemos. Es una pena, una ignominia, un fraude a toda escala que se enfrenta a la nobleza y sinceridad del voto de cada uno que ejerce su derecho.

Está en la nebulosa el tema Cifuentes y nos aparece por el tétrico horizonte político español el tema del ministro Montoro con el juez Llarena. O nos volvemos locos los españoles o dejamos de votar. Es la única fórmula que se me ocurre antes de sentirme engañado y humillado una vez más.

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