Para nada me gustan las bromas sobre los símbolos religiosos, entre otras cosas por el respeto que debemos tener a las distintas creencias y a las personas que, voluntariamente, o no, las profesan. Y porque las religiones han sido, en nombre de unas ideas, las que más crímenes han cometido a lo largo de la historia del mundo. Todo por fanatismo. Hasta ahí creo que está bien claro. Caso distinto es que a todos nos esposen las palabras, nos sellen los labios y nos lleven hasta un juez por el simple derecho de manifestar nuestra opinión: bien por la expresión oral, la escrita o la que ofrecen el desarrollo de las diversas artes.
España, aunque lo especifique nuestra Constitución en su capítulo I, artículo 16, jamás ha sido aconfesional, ya que en su apartado 3 se nos dice textualmente: "Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones". Ya me dirán los "padres de esta Constitución del 78", muy necesaria de reformar en casi todos sus capítulos, por qué se deja abierta esa amplia cooperación con la Iglesia Católica -aparte de la sangrante quita del IBI y de las vergonzosas inmatriculaciones-, que es la que ha hecho más daño a este país: sacerdotes, obispos, arzobispos y cardenales amparando a Franco bajo palio y levantando, sin pudor el brazo, al estilo fascista, mientras entonaban el "Cara al sol", amén de un largo proceso de pederastia que se ha intentado ocultar y tapar, que aún se intenta soterrar como sea, y que ha marcado a tantísimos niños para toda la vida.
España ni es laica ni aconfesional. España, aunque la mayoría no vaya a los actos religiosos, ni aguante los sermones soporíferos del oficiante de turno, sólo nada en las mareas del catolicismo. Se puede ser creyente, y cristiano y apostólico y romano (?), pero de la fe a las nuevas cruzadas de estos tiempos va un trecho largo. En nuestro país, y muy concretamente en Andalucía, y muy principalmente en mi tierra sevillana, la religión se mantiene por ese sarpullido perenne de las hermandades y cofradías, que, además de las muchísimas que ya existen, cada año afloran por los diversos barrios de la diáspora como hongos en otoño soleado. Nada en contra de esas manifestaciones, no sé si de fervor auténtico o de locura colectiva.
Ya lleva muchos años de ruidos el tema del enterramiento de Queipo de Llano y su esposa Genoveva en la basílica de la Macarena de Sevilla. Pero para nada vale el cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica, y nada hace para ello la propia hermandad, el Ayuntamiento y hasta la Junta de Andalucía -que es quien debe obligar su cumplimiento-. Todos vacilan y marean la perdiz en su ejecución inmediata. Me importa un bledo que Gonzalo Queipo de Llano y su mujer estén enterrados allí con todos los honores franquistas o en el cementerio de San Fernando o en las tierras de sus antiguas posesiones de Gambogaz. Lo mismo que me da exactamente igual que Franco siga enterrado en "su" Valle de los Caídos o donde la familia quiera. Pero hay leyes, y hay que cumplirlas. Nuestros políticos pasan,, y pasan, y pasan, aunque nunca pasarían de protestar si un mes no hay para pagarles las nóminas. ¡Faltaría más!
Va a ser más difícil sacar a Queipo de la Macarena y a Franco de su Valle que arreglar de una vez por todas el tema de las pensiones y de la fallida Ley de Dependencia, más otras miles de goteras que se están colando -como la Ley Mordaza- por los tejados de la libertad de expresión que también se recoge en la Constitución.
Toda esta larga introducción, muy necesaria a veces, viene a cuento de la multa que le ha caído a un joven jornalero de Jaén de 24 años por haber subido a Instagram un montaje en Photoshop en la que ha puesto su cara a la del Cristo El Despojado de la hermandad de la Amargura de Jaén, en la que el chaval ha querido perpetuarse con su piercings en la nariz. En contra de la opinión de juristas, intelectuales, medios de comunicación, redes sociales, y personas de toda condición con seso sin revancha -materia que se recoge en el artículo 20, capítulo1, en los apartados a,b,c, y d.-, pues multa de 480 euros -diez peonadas de aceitunas como él dice-, y menos mal, porque el Ministerio Fiscal le solicitaba 2.160 euros o 180 días de prisión en caso de impago.
¿De verdad que estamos en una Democracia? A mí, ciertamente, me parece que de nuevo ha vuelto el franquismo. Ya lo dijo él, el que se hacía llamar "Generalísimo": "Todo está atado, y bien atado". Y con los gobernantes que tenemos, más la sucursal de Ciudadanos, bien atado que está. Jamás, ni cuando la revolución del 68 que nos despertó a todos los chavales de España, he podido contemplar más represión, más miedo a poder significarnos. El miedo volvió a nuestros cuerpos con este gallego compostelano que siempre nos amenaza y no nos da nunca un respiro para la alegría: ni para los jóvenes, ni para los viejos, ni para los autónomos, ni para los contratados con sueldos miserables, ni para nadie. Esto -y no puede llamarse de otra cosa, es una nueva dictadura, o dictablanda, como nos hicieron creer con la de Primo de Rivera.
¿Cuántas denuncias teníamos que haber puesto a la Iglesia muchos cristianos por todos sus desmanes? ¿Cuántas hubiesen caído a las papeleras del olvido? ¡Todas! La Virgen del Pilar, que mide tan sólo 33 centímetros, es Capitana General del Ejército desde 1908; La Almudena, La Macarena luciendo el fajín de general de un fascista que asesinó a gusto, otras que son Alcaldesas Perpétuas de tal o cual población, las de... Léanse el estudio que sobre estos otorgamientos escribió Demetrio E. Brissset Martín, catedrático de Comunicación Audiovisual de la Universidad de Málaga. Léanlo, por favor. Y después quieren que creamos en esa Iglesia que, con su permisividad y omnipotencia, no ha salido a dar la cara por este chaval jiennense que sólo ha puesto su rostro sobre la imagen de un Cristo, en el que, a lo mejor, hasta cree. Han sido muchos los artistas, y famosos comunicadores de radio y de televisión que hicieron lo mismo que este chaval, pero sus nombres pesaban más que la imposible ofensa a un símbolo religioso.
Comencé diciendo que no me gustan estas bromas -que no las considero ofensas-, entre otras cosas porque soy creyente y me considero cristiano (no capillita, ni apostólico, ni romano), pero entiendo, como así lo han entendido varios jueces y escritores de alto prestigio, que este juez se ha pasado seis pueblos con la sentencia. ¡Qué ridículo más grande. No el del chaval con su fotomontaje desgraciado, sino con el muy injusto criterio del juez en un país que creíamos en Democracia!
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