Cuando pierde el equipo de mis amores: el Real Betis Balompié, mis amigos, cuñados y conocidos, y la charpa de mi bar diario, me dan la más grande, se ríen, se mofan de ese sentimiento que tengo desde niño y que me inculcaron mis mayores -hombres de bien, evidentemente, al defender esos colores-. La verdad es que mi Betis no gana mucho, pero cuando lo hace le pone el cuerpo malo a los más grandes, como ayer al Real Madrid, de un presupuesto tan extraordinario que con lo que gana uno de sus jugadores podía mantenerse mi equipo diez años en Primera. Sanabria, quien hizo el milagro, no es del Polígono como Gordillo, ni de El Puerto, como Joaquín; es paraguayo, pero le ha cogido un cariño especial a estos colores tan andaluces, y al jamón de Jabugo. Como debe ser.
Espero, aunque no va a ocurrir, que mis amigos "palanganas" me manden un correo o un WhatsApp para felicitarme. Pero ellos no tienen la misma clase de nosotros, aunque, por ahora, vayan los segundos en la Liga. Claro, que no me felicitan porque todos, hasta los blanquillos, están absortos con el tema catalán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario