jueves, 22 de agosto de 2013

DESDE MI TORRE: "LA RUTA DE LOS 24"



Todos aquellos que me conocen saben que soy un absoluto vago para conducir, que no me gusta el coche, que le doy de lado cuando hay otra forma distinta de llegar a los sitios, o amigos que me lleven. Menos en los autobuses, a los que tengo terrible pánico, y no sé por qué, soy capaz de ir en avioneta a Sevilla, o en globo, o en moto; pero el coche me cansa y aburre y temo a los autocares. La prueba está en que jamás le he realizado a un coche 100.000 kilómetros, aún en mis muchos y largos años recorriendo la geografía de los festivales flamencos veraniegos. El que ahora tengo -hay que decir que desde hace 11 años, un Renault Laguna, tiene tan sólo 60.000- siendo de gasoil está de auténtico estreno, y se hubiese podido oxidar en el garaje si no llega a ser por el nacimiento de mi Lola, esa cangrejita hermosa a la que voy a visitar todas las mañanas.

Cuando camino hacia donde vive mi hijo, deseando de tenerla en mis brazos, besarla y abrazarla, voy loco de contento y vuelvo lo mismo de loco. A esta tarea cotidiana, a la que me entrego saliendo de casa sobre las 10'30, le he dado en llamar "La ruta de los 24": doce kilómetros justos para allá y también doce justos para casa. Si algún día me hubiesen dicho que por devoción y amor yo iba a hacer ésto, y en coche, hubiese tomado por loco al que lo pronosticara. Y, sin embargo, ya me ven: ida y vuelta para un rato, un acunamiento en mis brazos, un beso y mil piropos. Y vuelvo a casa hasta más joven, con el alma abierta al día y con la ilusión de que Dios me conceda siempre un día más para hacer lo mismo. ¡Mi Lola, mi cangrejita, mi niña! Si hay que quitarle la "cacota", se le quita, se le cambia de pañal, se la limpia, y no pasa nada; si me echa en un eruptito un poco de leche, pues se cambia de camisa; si se tira un "peíto", ese es para el abuelo. ¡De qué forma me ha cambiado la vida, con lo flojo que siempre he sido, y soy, para coger el volante!

Mi hijo Emilio, con la guasa que tiene -no sé a quién se parece-, me dio una broma genial al enviarme una copia del llamado Libro de Familia con la inscripción la la niña como "Lola Triana", lo que me chocó en demasía por nombre tan artístico, y que me desmintió un poco más tarde -casi el tiempo justo- para que no lo publicase en este blog. ¿Hay guasa de la gorda? Las cosas del "Photoshop" y la sal gruesa.


Me ha hecho barbaridades con ella, y eso que hasta mañana no cumple el mes, como en este fotomontaje donde la niña, mi Lola, ya está haciendo declaraciones para los medios internacionales diciendo que nació bien, que tiene a unos divinos padres y al abuelo mejor del mundo. Como siga así, esta niña sí que va a llegar, por méritos propios, a presidir la Junta de Andalucía en un mañana próximo.


Esta familia no tiene arreglo con tanta guasa de por medio. La verdad es que todos le echamos buena cara al mal tiempo. ¿Hay algo mejor? En nuestra familia, desde hace muchos años, tienes que tener mucho cuidado con lo que dices. Si te enrollas mucho contando un tema que ya está aburriendo a todos, tantos hijos como nietos cogen lo primero que tienen a mano, simulan una cámara y te graban, entonando todos, al unísono, la antigua música del NO-DO: tararí, tararí, tararí, ta tí, ta tá, tá tí, tarará, rará, tarará..., ante cuyo gesto claudica cualquiera. Si te has pasado en una opinión, o estás en contra de la mayoría, te  suena potente el himno de la familia: ¡Date el bote, caradura, pom, pom, sacúdete: feo, carota, cemento, ladrillo, adoquín, uuuuuuuffff! Vergüenza, como digo, la mínima. Y desde hace algún tiempo han puesto de moda el que no puedas despistarte en absoluto cuando te preguntan algo o piden tu mirada. Ejemplo: ¡Mira, papá, que te he comprado ésto! Claro está que tú miras, y cuando lo haces te encuentras a tu hija, a tu hijo, a tus nietos -que son unos miscurris- con los dedos de la mano unidos entre sí dándote lo que ellos llaman un "pon".


Cada uno con su carácter, pero todos geniales, mágicos y superdivertidos, a pesar de alguna que otra lógica bronca familiar. ¡Una familia para tener cuidado con ella! A mí, la que he dado en llamar "La Ruta de los 24" me hace más feliz cada día. Tiene bemoles que una niña con apenas un mes me haga ponerme al volante para ir a visitarla. Ya mismo, en el momento que pase la "cuarentena", seguro que me hace su primer "pon", me tararea la música del NO-DO tomando como cámara el biberón, o me canta un "Date el bote..." para llevarla a "Operación Triunfo". Al menos, mi coche -que se ha movido siempre menos que el Ministerio del Trabajo-, está feliz con su rodamiento, y yo con la plena felicidad de ver y besar a mi nieta.


4 comentarios:

  1. Primero perdón porque haya aparecido mi anterior comentario unas pocas de veces.Los misterios insondables de estos aparatos, unido a la torpeza que se va agrandando con los años.
    Querido amigo mi ruta es "la Ruta de los 34" ,con la misma motivación ,frecuencia y efectos maravillosos.
    Bendito sea Dios que nos da estos consuelos cuando otros se van alejando.

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  2. Me gana por 10 kilómetros, pero de seguro que merece la pena. El día que no la veo, por alguna circunstancia, se me hace larguísimo esperando que llegue el siguiente.
    Ciertamente, es un consuelo esta alegría de los nietos.

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  3. Jajaja y que no nos falte la guasa, y que a Lola le corra por las venas como a toda la familia.

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  4. Yo creo que cada mañana que voy ya está ensayando la niña el "pon". Cualquier día me llevo la sorpresa. Vamos a tener que tener mucho cuidado con ella, porque la Lola lleva ya en las venas tela marinera de guasa, y más teniendo un padre carnavalero.

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