UNA VUELTA EN EL TRANVÍA (1)
Parece que fue ayer cuando veíamos por los sitios
trianeros del puente y del Altozano, y por las calles de San Jacinto, Castilla
y la Avenida de Coria, correr renqueantes por su ancianidad a aquellos viejos
tranvías de amarillo chillón, a los que la guasa popular bautizó como el “peligro amarillo” por los muchos
accidentes que producían. Pero antes, mucho antes -tiempos que no pudimos
alcanzar a conocer-, concretamente el 31 de enero de 1889, se firmó el acta
para la concesión del ramal de Triana, cuya explotación se realizaría con un “tranvía de fuerza animal”, lo que
vulgarmente se conocía como “tranvía de
mulas”.
El exquisito poeta sevillano Rafael Laffón, que vivía
en la calle Betis esquina a Arfián, y que sí llegó a conocerlos en su niñez,
nos relató lo siguiente en su libro “Sevilla del buen recuerdo”: “Me llevaban a la parada, en la confluencia
de San Jacinto y San Jorge, más o menos donde cantaba sus viejas glorias,
dignas de don Serafín Estébanez Calderón, aquel tabernáculo apodado El
Berrinche, último baluarte del “monte, salto y camonina”, de los tahúres que
escribiera con gracia el inolvidable Rafael Porlán. La elevación sistemática de
la rasante de la calle San Jacinto, suavizando la rampa trianera del puente
había sumido al mugriento y fétido Berrinche en una especie de foso lóbrego y
estrecho, los balconcillos derrengados, al alcance de la mano del transeúnte de
la calzada”. Curiosamente, un tranvía, ya eléctrico, se empotró en la
fachada de esta célebre taberna el día 2 de mayo de 1912, diez años más tarde
de que se aprobase la instauración de la tracción eléctrica en nuestro barrio.
Tanto se incrementó el servicio de la “The Seville Tramways Company Limited”
que a la cochera general de la Puerta Osario, que comenzó a construirse el año
1898, se unió tres décadas más tarde la de Triana, cuyas obras se iniciaron a
finales de 1928 en terrenos colindantes a la desaparecida Huerta de San
Jacinto, y que albergó en ella todos los servicios correspondientes al barrio,
el célebre tranvía de la Puerta Real y los pertenecientes a las líneas
interurbanas de San Juan, Gelves, Coria y Puebla del Río, así como los de
Tablada, La Pañoleta y Camas, pretendiendo también albergar los coches de una
línea proyectada a Castilleja de la Cuesta que jamás llegó a iniciarse.
Precisamente el último estertor tranviario fue el de
la línea de Puebla del Río el 17 de enero de 1965, casi cinco años más tarde
que el último de los servicios urbanos, que durmió el sueño de los justos el 8
de mayo de 1960, tranvía de la línea 17 que hacía el recorrido Gran
Plaza-Puerta de la Carne.
Los tranvías de nuestro barrio eran los
correspondientes a las líneas 5 y 6, más los interurbanos, señalados con la
letra A para los de Puebla del Río, con la B para los que hacían el recorrido
Barrio León-Patrocinio-Camas, y con la C para los que llevaban a Tablada, más
conocido como el tranvía de los “quintos”
porque siempre iba lleno de soldados que cumplían su servicio militar en dicha
base.
En otra vuelta que demos por “Triana Crónica”,
viajaremos sin billete por sabrosas anécdotas que tuvieron a nuestro arrabal y
al tranvía como protagonistas, eso sí, haciendo caso a la coplilla que
circulaba en aquellos años: La Compañía
de Tranvías / ha puesto muchos inspectores, / por mucho que sepan ellos / más
saben los cobradores. ¡Lo dicho: les espero en la próxima parada!
(Triana Crónica. Nº 14. Marzo 2012)
Emilio debías de decir los dos nombres que te callas, pues callando nos hace sospechosos a tosa la comisión.
ResponderEliminarNo sé qué tiene que ver esta crónica tranviaria con lo que dices.
ResponderEliminares que no me entran los comentarios en triana en la red. Es donde debería ir
ResponderEliminarTe envío el enlace:
ResponderEliminarhttp://trianaenlared.blogspot.com
Fantástica crónica. No viví los tiempos de los tranvías pero me encantan sus historias.
ResponderEliminarYo tuve la suerte de vivirlos con papá y mamá y de sentir lo que era una excursión a Gelves, Coria del Río y La Puebla. ¡Eran mis grandes paseos!
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