sábado, 2 de febrero de 2013

CRÓNICAS DE MI TRIANA (6)


AQUELLOS PASEOS MÍOS CARTUJANOS

Ni a soñar que me echara en aquellos mis años infantiles, cuando mi abuelo me llevaba en su pesado carro “Orbea” a la fabrica de la Cartuja a recoger platos y tazones de loza con algunos deterioros, para la vajilla destartalada del corral comunal, me imaginaba tanta historia condensada en aquel gran edificio que enseñaba sus hornos desafiantes al cielo trianero. Para mí, aquellos paseos significaban una hermosa excursión al lado de una de las personas que más quería. Desde entonces, jamás pudo borrarse aquel entorno de mi memoria, y mi imaginación aún hacía más hermosa la visión que más tarde pude encontrarme en los libros: su pasado almohade vinculado a la alfarería, la leyenda de la aparición de la Virgen a la que dieron en llamar de Santa María de las Cuevas, su primera ermita, la fundación del monasterio por el Arzobispo don Gonzalo de Mena, la construcción de la iglesia gracias a don Perafán de Ribera, el establecimiento de la orden cartujana y la opinión de Andrea Navagero sobre cómo vivían los discípulos de San Bruno: “En buen escalón están los frailes que viven aquí, para subir desde este lugar al Paraíso”…

Nada sabía entonces de la gravedad que sufrió el edificio cuando el terremoto de Lisboa allá por 1755, ni del saqueo a que fue sometido por parte de las tropas francesas, ni de la expulsión de los cartujos con la desamortización de Mendizábal. ¿Cuántas obras de Arte desaparecerían de sus estancias en aquellos tiempos convulsos, estancias decoradas por las manos de Martínez Montañés y Alonso Cano, Zurbarán y Murillo, Duque Cornejo, Juan de Mesa…?  Mientras unos hermosean la vida a través de la palabra, la gubia o los pinceles, otros la aniquilan invocado el fuego y el hacha. Fueron malos tiempos para la lírica, después de aquellos grandes de esplendor con las grandes aportaciones de mecenas y con las visitas reales de Carlos I, y de Felipe II, de Felipe IV y  Carlos IV, con las largas estancias del conquistador Cristóbal Colón y su familia, de la mística Santa Teresa…

Toda la vida contemplativa de cuatrocientos años se vino a tierra, hasta que el inglés Charles Pickman, apoyado financieramente por el sevillano Juan Pedro La Cave, primero alquila y compra después este lugar que desde 1841 se dedica decididamente a la fabricación de cerámica y porcelana, con unos sistemas revolucionarios para la época, convirtiéndose a lo largo de los años en toda una institución en la vida sevillana hasta 1982 en que cambia sus instalaciones, conjunto declarado Monumento Nacional en 1964, y que a partir de su desalojo se transfirió al Gobierno de Andalucía, que de cara a la Exposición Universal de 1992 es totalmente remozado para ser Pabellón Real durante la misma, y después Centro Andaluz de Arte Contemporáneo y Rectorado de la Universidad Internacional de Andalucía.

En la segunda mitad del XIX la fábrica fue cuando consiguió todo su esplendor, y fue nombrada Proveedora de la Casa Real en 1871 por Amadeo I de Saboya, quien a su vez nombra, dos años más tarde, Marqués de Pickman al fundador de esta Cartuja, que siempre se ha dado en llamar de Sevilla, estando situada en Triana, de donde salieron no pocos artistas del arrabal para trabajar en ella.

Por ella siguieron pasando reyes como Isabel II en 1862, y Alfonso XII en 1873, y la Regente María Cristina en 1892, y Alfonso XIII en 1904, pero por allí pasaba yo a recoger vajilla usada a lomos del carro de paralítico de mi abuelo Ramón, sin duda mis más recordados paseos cartujanos.


(Triana Crónica. Nº 6. Junio de 2011)

3 comentarios:

  1. Y llegaron los gestores forasteros de la Expo´92 (Pellones y Casinellos) y se inventaron aquello de "la isla de la Cartuja".¡Lagarto, lagarto!, pensamos entonces. Aquello ya no era Triana, ni siquiera Sevilla, sino el predio de unos tunantes que para nada querían que los poderosos influjos del barrio y la ciudad "intoxicaran" su negocio.
    Y lo que tuvimos que gritar para que Triana, el barrio de la Cartuja, fuera -mínimamente- salvada de un abandono que parecía hecho adrede.
    Estupendas las crónicas, Emilio, por lo que enseñan y lo que sugieren.

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  2. A.Vela en la firma del comentario...

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  3. Tú bien conoces de primera mano estas croniquillas que estoy dando a conocer a aquellos amigos que las desconocen. No tienen más valor que el sentimental. La Cartuja me trae recuerdos de la pobreza, pero la suerte de viajar con mi abuelo, espalda con espalda, en aquel carrito que lo ató en sus últimos años. A pesar de los malos tiempos, yo era feliz, y ahora, con una España "supermodernizada" tengo un cabreo de órdago por los nuevos "pellones y casinellos" que se han apropiado de ella. ¡Cosas...!

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