Lo que al parecer fue un hecho que se relata en el Nuevo Testamento, y del que se ocupa Mateo (Mt 2,16-18), no es un tema aislado en el rodar del mundo. Todos sabemos que Herodes dictó una orden para ejecutar a los niños nacidos en Belén y que fuesen menores de dos años. La verdad es que no sé qué baremo utilizaban para comprobar la edad. Dice la historia o leyenda, según los llamados libros apócrifos, que el rey dio esta orden al sentirse engañado por los Reyes Magos -no olvidemos que al ser andaluces, según el Papa, el engaño es moneda común de la picaresca andaluza-, que habían prometido a este Herodes malo, malo, malísimo, decirle el lugar exacto del nacimiento de Jesús. Lo que no cumplieron, como pasa con nuestros políticos. Hermoso cuento que aún sobrevive en nuestra sociedad actual, tan sumamente inocente...
Esta matanza, quizás la más nombrada de la historia tras el nacimiento de Cristo, ni siquiera fue la primera. Ya en los albores del hombre, siguiendo el hilo de la iglesia católica, tan dada a leyendas que convierte en dogmas, Caín, por envidia, asesinó al inocente de su hermano Abel, y la maldad, desde ese episodio, se fue repitiendo día a día por el mundo. La verdadera historia nos habla de grandes asesinatos de reyes a manos de sus hijos, o al contrario; de innumerables guerras fraticidas y de la casi exterminación de etnias en todos los continentes. Por desgracia, ningún país se libra de un borrón de este calibre en sus anales. Recordemos la llamada Santa Inquisición en nuestra España oscurantista y nuestra guerra civil, las dos innecesarias guerras mundiales, el holocausto propiciado por un demente como Hitler o la desmembración de Yugoslavia, hechos salpicados en sus intermedios de matanzas y más matanzas propiciadas por la mano del hombre. Así fue, así es, y así será desgraciadamente por los siglos de los siglos, en nombre ¿de...? Lo más seguro que en nombre de la inocencia...
Pero no me quería referir a esas terribles masacres en las que tantos millones de inocentes, y no sólo niños, murieron y siguen muriendo cada día por la ambición y la avaricia de los poderosos. Hoy quería referirme a la inocencia de nosotros los españoles, que hemos caído en la red del engaño de los que nos gobiernan dándoles nuestra confianza. Inocentes por votar a quienes, desde el primer día de mandato, cambiaron sus esquemas y no cumplieron ni una sola de las promesas de su campaña electoral. Inocentes, porque confiaron ciegamente en que un nuevo día se abría ante ellos y todo sería distinto al mangoneo del Partido anterior. Inocentes, porque han perdido todos sus derechos laborales en menos de un año, cuando para lograrlos, aún antes de la muerte del dictador, muchos pagaron el renovar la sociedad con cárceles y palizas. Inocentes, porque los banqueros les hicieron vivir en una nube que se encargaron de desinflar los grandes sinvergüenzas de los llamados trust económicos, evidentemente dueños de los propios bancos. Inocentes los que entraron como pardillos en la liria pegajosa de Bankia; los que han tomado la peor opción de suicidarse por culpa de los desahucios; los que han perdido sus empleos de la noche a la mañana; los ancianos que no tienen quienes les atiendan porque este gobierno "progresista" eliminó de un plumazo la Ley de Dependencia; los que han tenido que volver a casa de sus padres con la cabeza gacha por la decepción; inocentes, los que viven en la calle y sobreviven de la caridad; los autónomos arruinados; la juventud sin norte y sin futuro; inocentes, los que trabajan doce horas y cobran cuatro cuando al empresario le viene en ganas aprovechándose de la coyuntura; inocentes, aquellos que creímos en la modernidad de la sociedad, en Europa y en el euro; los que salimos a la calle pidiendo la autonomía para nuestras regiones, sin pensar en cuántos se iban a beneficiar de esos reinos de taifas; inocentes, los miembros de esas familias que aún trabajando los dos de sol a sol no llegan para completar un solo sueldo digno; inocentes, los que han visto mermados sus ingresos a base de decretos ignominiosos; inocentes, los enfermos que llegan a ser terminales por el largo tiempo de las esperas en una Sanidad que han ido desmoronando poco a poco; inocentes, todos los que creímos en las palabras de todos los políticos que han pasado por nuestras vidas...
Ésta sí que es una verdadera matanza, sin sangre, lenta, pero agónica. Los nuevos "herodes" jamás se creen culpables y se erigen en nuestros salvadores. Con la quijada que utilizó Caín han matado a todos los abeles inocentes. Parece que no salen a la calle, que no ven las protestas, que ignoran las huelgas, que los miles y miles de pobres desaparecen ante sus miradas. Parece que ignoran que los ricos se han triplicado mientras que la clase media ha desaparecido para incorporarse a la de los pobres de toda la vida. En España, el año 2012 ha sido el de la matanza de los inocentes. No está el evangelista Mateo para contarlo, ni hace falta. Millones de páginas quedarán escritas para la historia contando esta masacre que el PP, con Europa y la señora Merkel como insignia, se ha encargado de ejecutar.
Ejemplar también esta entrada, Emilio. No saben estos Herodes que por el camino que van no ha de tardar mucho en que comience a escribirse un nuevo capítulo de nuestra moderna historia: "la venganza de los inocentes".
ResponderEliminarAlgún día esto tendrá que cambiar, y creo muy posible esa venganza de los inocentes que tú dices. ¡Ya está bien!
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