
Estaba un mayordomo enamorado
y tan perdido por su mesma ama,
que fácilmente lo entendió la dama,
y nada le pesó de su cuidado;
porque era gentil hombre y avisado,
cortés, de buena vida y mejor fama;
y aun daba de sí indicio que en la cama
no faltaba por corto o por atado.
Sacóle a un huerto, tiempo le ofreciendo
y la ocasión; más él, indigno della,
helóse, y ella al fin díjole recio:
"Limpiadme estas espaldas". T él diciendo
que limpias las tenía, dijo ella:
"Eso será por ser vos un gran necio".
No hay comentarios:
Publicar un comentario