¡Oh dulce noche! ¡Oh cama venturosa!
Testigos del deleite y gloria mía,
decid qué os pareció de la porfía
de aquella dama dulce y amorosa.
¡Cómo se me mostraba rigurosa!
¡Cómo dentre mis manos se salía!
¡Cómo dos mil injurias me decía,
la dulce mi enemiga cautelosa!
Pero ¡cómo después me regalaba,
cogiéndome en sus brazos amorosos,
y abriendo aquellas piernas delicadas!
¡Con qué süavidad se meneaba!
¡Qué besos que me daba tan sabrosos!
¡Y qué palabras tan azucaradas!
Anónimo
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