viernes, 18 de mayo de 2012

MIS MEMORIAS DEL FLAMENCO (8)

FERNANDA DE UTRERA ENTRE DON IGNACIO YBARRA MENDARO
Y EL ALCALDE DE LA CIUDAD MANUEL DEL VALLE

El 18 de enero de 1990 se le entregó la VI Distinción "Compás del Cante" a la genial cantaora Fernanda Jiménez Peña, más conocida como Fernanda de Utrera. Fue una lástima que las bases de la concesión no contemplaran dársela a dos personas a la vez, porque el binomio Fernanda y Bernarda era inseparable, tal como ocurría años más tarde, en 1997, con Matilde Coral y su marido Rafael "El Negro". Pero ese gesto, que no pasó desapercibido para nadie, no ensombreció para nada una de las noches más hermosas y emotivas de la historia de la Distinción. Hubo fiesta de la grande con los bailes de Pilar López, la Duquesa de Alba, Pepa de Utrera y Caracolillo, y con los cantes de Inés, Luis, Gracia Montes, Tate Montoya, Nano de Jerez, Chano Lobato y, por supuesto, de Fernanda y Bernarda.

FERNANDA Y BERNARDA FUNDIDAS EN UN EMOTIVO ABRAZO
Mi querido amigo Ramón Ramos, que parecía gitano hasta en los andares, del equipo de relaciones externas de Cruzcampo, y yo fuimos los encargados, días antes de la entrega, de visitar en su casa de Utrera a nuestra gran amiga Fernanda, que nos recibió con honores de rey, dada la cantidad de viandas que sacó para agazajarnos. Estaban las dos hermanas y sus sobrinos Inés y Luis. Nos reímos de lo lindo en el buen rato que compartimos, y hasta Fernanda se estiró, sin guitarra, obsequiando con un par de soleares de su sello. Las tapas , apenas si se probaron. Ramón comía menos que un pichirichi, y yo, antes de salir para Utrera iba como el niño del chiste de Paco Gandía después de un potaje con pringá que me había hecho mi Lola.

Esa visita protocolaria siempre solía hacerse para pedirle a la persona distinguida con el "Compás" la lista de sus invitados y sus direcciones, al objeto de que recibieran una invitación oficial de parte de la entidad patrocinadora para asistir a la cena de gala del Alfonso XIII. Cuando Fernanda nos entregó la lista de invitados, creo que estaban todos, menos los Álvarez Quintero, Rodrigo Caro y Francisco Antonio Ruiz de Gijón, aquel escultor que perpetuase al "Cachorro". ¡Toda Utrera! Nos reímos y, con la mayor suavidad posible, Ramón le dijo que un máximo de 15 personas: su familia más directa, el alcalde de la localidad, su médico..., un total de quince, más o menos. Ella, con cierto pesar, fue tachando y tachando y, al final, se quedó la lista en 20, ni uno más ni uno menos. Pero cuál sería nuestra sorpresa cuando en la noche de marras yo observaba que en el patio de el "Alfonso" había más gente que nunca en el aperitivo previo. Enrique Osborne me estaba buscando a mí, y yo a él. Estábamos desbordado. Los gitanitos de Utrera se habían presentado allí para acompañar a su artista, y hubo que habilitarse otro salón para atenderlos. Aquello le costó una pasta improvisada a la Cruzcampo.


Fue una noche magnífica, una de las que tendremos que recordar siempre en la historia de la Distinción. A los dos años, el 27 de junio de 1992, los gitanos de Utrera quisieron devolver el regalo y le dedicó su XXXVI Potaje Gitano al Grupo Cruzcampo por su "Compás", acto en el que tuve el honor de actuar como mantenedor y hacer el acto de ofrecimiento.


Con tal motivo, y para su programa de mano, la Hermandad de los Gitanos de Utrera me encargó un escrito que sinteticé en un soneto de esos que yo llamo "a mi estilo", sobre la marcha y sin pretensiones literarias.


Mi amistad con Fernanda y con los gitanos de Utrera, ya vieja, se fue afianzando aún más y el 28 de marzo de 1993 tuve el gran honor de dar el Pregón de la Semana Santa de Utrera a petición de un querido amigo, un gitano cabal llamado Manuel Peña Narváez, confirmado por el Consejo de Hermandades y Cofradías de tan querida Ciudad. Utrera también me ofreció el alto honor de hacer el ofrecimiento del acto del título de Hijas Predilectas de la Ciudad de Utrera a las hermanas Fernanda y Bernarda en el transcurso de un acto multitudinario que estuvo presidido por el entonces Presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves.


No sé por qué, pero siempre he sentido una especial veneración por Utrera, por su gente, por sus cantes y por su trato deferente para mi persona. Una soleá de Fernanda puede matarme; una bulería de Bernarda me da vida; una copla de Enrique Montoya me acerca al humanismo más sencillo; unos tientos de Gaspar me erizan todos los vellos de mi cuerpo; y una rumba de Bambino me transporta y me lleva a bailar. Cualquier cante de un artista de Utrera es para ponerlo en un marco; cualquier apretón de manos de un utrerano es un contrato en firme y una seña de confianza. Fueron muchas las horas que compartí con sus gozos, muchas las que disfruté con ellos y junto a ellos. Por eso, se me cae la baba de los labios cada vez que pronuncio su sonoro nombre.


EL JURADO DE LA VI DISTINCIÓN CON FERNANDA Y BERNARDA DE UTRERA

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