En ese arcoiris duplicado de colores, gigantesca paleta circular que recoge todos los que va mezclando Sevilla en sus días de gozo, van girando, con el ay de la risa nerviosa entre los labios por el vértigo de la caída, suspiros de novios, besos de padres valientes con sus hijos, valentías de muchachos que gozan de la efímera dicha de la juventud... Es la mayor atracción de la Feria, pero también la mayor atracción de la vida. Vemos al mundo enano cuando estamos arriba, y la soberbia se nos sube en esa cresta al sabernos que estamos en el lugar más alto y que, desde él, podemos mandar a nuestro capricho en la vida de los demás. ¡Qué distinta la visión cuando se está abajo, cuando la vida nos ha roto todos los esquemas y nos confundimos con las miserias y problemas de los demás...!
La noria de la Feria es la de los abrazos y los besos, las de las declaraciones de amor de los novios que empiezan, la de la risa miedosa de los niños... La de la vida es la noria de los éxitos y los fracasos, esa noria a la que nunca queremos subir y a la que sólo nos empuja el Destino hasta que se para, vieja y oxidada, en el último latido.
Cuando miro su cuerpo de gigante sobre el tablero de la calle del Infierno, recuerdo las muchas veces que me subí con mi padre, y tantas y tantas como sentí su vértigo al lado de mi Lola, y las ocasiones en que subía con mis hijos y disfrutaba con sus reacciones...
Hoy mi noria tiene otro sentido, cuando contemplo que ya no subo en la alegría de la vida y que su caída rápida me va acercando al final de ese sueño que nadie queremos dormir, cuando hasta deseo de que su arcoiris de color desaparezca para siempre de mi visión, que se ha acabado, de una vez por todas, el tiempo del billete.
Fotografía: José Manuel Holgado Brenes
Texto: Emilio Jiménez Díaz
Un fin de Feria que me ha sorprendido y, además, muy, pero que muy apropiado para un final de algo, querido Emilio, es profundo, trascendente, serio y tu mérito es total porque tu texto sea relacionando una foto preciosista y estética. Tu texto nos lleva de la mano a cavilar y a pensar en un "final". Que buena serie "hemos" hecho entre los dos sobre la Feria.
ResponderEliminarEres único, Emilio, gracias y mi enhorabuena de corazón.
Me alegra haber puesto las palabras acertadas a tu excelente fotografía. Se acabó el billete, pero espero que no se acaben tus fotos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, José Manuel.
La foto parece retocada con acuarelas...
ResponderEliminarEl momento en que nos dejaba en lo más alto no tenía precio. Estábamos más cerca de la inspiradora luna y ya sabemos - lo escribe Emilio- cómo se le sacaba partido a la cúspide...
-¡Qué miedo!, gritaba ella.
-¡Anda, arrímate, que ya bajamos!, respondía él.
Mientras, ambos soñaban con un milagro que averiara la noria.
Lástima que la noria no hubiese dejado siempre su cangilón en esa cúspide que nos hacía soñar, besar y enamorarnos. Lástima que tuviese que caer, como la vida, para dejarnos en la visión de la miseria.
ResponderEliminarNo hubo milagros para que la vida siempre nos cogiese arriba.
Perfecta la metáfora...
ResponderEliminarTriste metáfora, Ángel.
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