lunes, 30 de abril de 2012

DESDE MI TORRE: TRES MESES SIN ELLA


Parece que fue ayer cuando vi por última vez el brillo de sus ojos verdes mirando al vacío, antes de su última expiración, cuando la vida, tan injusta, me la robó para siempre dejándome en la más terrible soledad. Vivimos tan unidos, y nos divertimos tanto, que ahora se me hace cuesta arriba andar sin ella, sin su ánimo, sin su apoyo, sin su palabra consejera, sin sus riñas amables. No puedo hacerme a la idea, pero los días del almanaque me machacan hasta querer hacer que me acostumbre. Imposible.

Me llevan, me traen, me animan, intentan los amigos que se vayan ablandando los malos recuerdos, mas no pasa un solo día sin que una lágrima resbale por mis comisuras haciendo un homenaje a su memoria. Están ellos sí: los amigos de verdad, los hijos y los nietos, pero me falta ella, lo único por lo que ha merecido la pena vivir.

Nadie que haya amado tanto como yo puede sentir una pérdida tan grande. Nos queríamos a nuestra manera desde que nos conocimos; formamos una familia que aquellos que la conocen dan como ejemplar. ¡Qué gran maravilla de esos tres hijos! Fue nuestro pequeño milagro. Y ahora, cuando podíamos disfrutar de los réditos de nuestra gran inversión de amor, viene ese Dios, al que no hemos visto nunca, y al que creemos por el miedo a la Eternidad, a robármela de un tajo, como si Él la necesitase más que yo. Algunas veces dan ganas de romper el carné de creyente y tirárselo a la cara.

Veo pasar sombras, mujeres y hombres, quicios y perfiles, besos en los veladores, niños en los parques, manos entrelazadas de viejos matrimonios, risas y tristezas, coches y autobuses y trenes que van o vienen camino de cualquier lado. Y yo estoy como un árbol, siempre temblando como se quedan sus ramas cuando se van los pájaros -como dijo el poeta-, temblando y frío. No sé con quién hablar por mi gran estancia, no tengo a nadie con quien compartir mis sentimientos, mi tristeza, mi dolor, mis dudas, mis escasas alegrías... Nadie acude con un pañuelo para secar mis lágrimas, ni con una palmada de aliento para sonsacarme una sonrisa. No saben, dudan, no pueden...

¡Tres meses sin ella! Tres meses sin escuchar su voz, lastimera en los últimos años, pero voz al fin y al cabo. Tres meses sin esa presencia que, aún siendo una pavesa, llenaba mi pequeño orbe de ilusiones. Tres meses de soledad y hastío, faltos de emociones, pidiendo a ese Dios traicionero que me lleve con ella, que ya está bien de caminar por este desierto que no deseo andar en solitario.

Y, a pesar de todo, parecen que mis ojos estén muertos, casi vidriados, como aquel 30 de Enero, cuando a las dos y cuarto en punto de la tarde el hielo de su mano me quemaba la mía. Allí, en la habitación número 262 del Hospital Virgen del Rocío, murió ella, mi Lola, y se me fue para siempre. También aquel día, y a la misma hora, fecharon mi acta de defunción.

¡Tres meses! ¡Toda una vida!



6 comentarios:

  1. "Veo pasar sombras, mujeres y hombres, quicios y perfiles, besos en los veladores, niños en los parques, manos entrelazadas de viejos matrimonios, risas y tristezas, coches y autobuses y trenes que van o vienen camino de cualquier lado."

    Emilio, cuando leo esto me recuerdas a mi hace unos años. Era una sensación de estar de espectadora de los otros, como si a todos les pasaran cosas y a ti no, como si todos tuvieran una vida (algo más interesante), como si pasaran cosas más emocionantes...como si estuvieras contemplando el mundo sin pertenecer a él. Mis sensaciones eran de infelicidad, de soledad, de no tener ganas de vivir, de sin sentido... a mi me parece que aunque no visité ningún psicólogo tenía sintomas de depresión.
    Creo que és normal tener estas sensaciones en determinado períodos de nuestras vidas.
    Pero date tiempo. Con el tiempo van viniendo cosas nuevas y sin darnos cuenta nos va cambiando la perspectiva, y nos van llegando más alegrías.
    Hace poco salía por la tv un señor que perdió a su mujer y sus tres hijos de 12, 10 y 7 años (si recuerdo bien) en el accidente del camping de los Alfaques. Hace muchos años de eso y nunca entendí como la gente sabe vivir con una pena tan grande...bueno, te aseguro que el hombre volvía a ser feliz y estaba muy bien, pero pasó todo un proceso de recuperación emocional y sentimental que no se lo quitó nadie.

    Saldrás "pa lante" Emilio, ya verás que sí.

    Saludos,
    I.

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Ia, por tus palabras de ánimo. Espero salir adelante, lo que pasa es que hay días, como el de hoy, cuando se cumplen tres meses de su ausencia, que todo se te viene abajo. Algunos amigos me están ayudando mucho, me animan, ve invitan..., creo que todo es cuestión de un poco de tiempo.
    Lo de los Alfaques fue terrible. Yo tampoco sé cómo este hombre supo soportar tanto dolor.
    Siempre recuerdo los versos de Miguel Hernández: ¡Tanto sufrir para morirse uno...!

    ResponderEliminar
  3. Un texto precioso,mucho amor en este,mucho sentimiento.Es horríble como a veces estrañamos a una persona tanto hasta dolernos por dentro las entrañas.En el momento que puedas sonreír a ciertos recuerdos y llorarlos a la vez con equilíbrio noble,es el momento que te darás cuenta que lo asimiláste y tu vida dará otro paso hacia delánte.
    Cuando una persona llora y rie por algo,esas lágrimas ya no son de dolor,son de añoranza a esos recuerdos bonitos,ya no vive esa pérdida de una forma similar.Yo creo que lo peor es al princípio de una pérdida,hay gente que no puede llorar ni siquiera,es el no aceptar esa situación como cierta o posible.
    Me encanta como descríbes el amor que le tenías,es de esa clase de amor que no se olvida núnca,es preciosamente escríto,muchas grácias por haberlo compartído,por que después de solo 3 meses,es muy fuerte poder escribír algo de una persona tan especial sin derramár lágrimas,ánimos de parte mia,su ausencia será física,pero cada paso y decisión que hagas,quieras o no,la compartirás con ella y sus maneras de compartir el dia a dia con ella.

    ResponderEliminar
  4. Recuerda que ya mismo estará tu "sanedrín" compartiendo contigo, y con Juan Peña, un día del deslumbrante mayo cordobés que será inolvidable. Aquí o ahí, en Triana o en Córdoba... siempre contigo.
    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  5. Si lo sé no lo leo, Emilio, me has hecho llorar a moco tendido como no lo hacía desde la noche de los tiempos que ya no volverán. Te vuelvo a decir que lo siento enormemente y solo se me ocurre decirte que siembres cuatro rosales uno rojo y tres amarillos.¡Un abrazo!.

    ResponderEliminar
  6. Muchísimas gracias a todos. No fue ayer un buen día para mí.
    Espero que el sanedrín venga pronto por aquí para pasar un buen día y olvidarnos de algunas penas.

    Un fuerte abrazo a todos.

    ResponderEliminar