JUGANDO A LAS BOLAS
Ya no se ven por nuestras calles, como en nuestros años infantiles, los corros de niños jugando a las bolas -llamadas canicas en algunas ciudades-, ese juego tan singular con el que tantas y tantas horas pasábamos divirtiéndonos de lo lindo y llevando a nuestra casa el botín ganado o "empaluchada" la bolsa si habíamos tenido un mal día. Nada más sencillo y divertido que este juego que gozaba de varias modalidades y de diferentes tipos de materiales: desde las humildes bolas de barro cocido, pasando por las más sofisticadas de cristal -que normalmente eran los antiguos tapones de las gaseosas-, las muy apreciadas de china o las "superbolas" de acero que lográbamos, de los cojinetes estropeados, rogando una y otra vez la dádiva a los encargados de los talleres mecánicos cercanos.
Cada niño teníamos una bolsita de tela, hábilmente cosida por nuestras madres, con un cordoncillo para cerrarla y atarla a la correa una vez terminado el juego. Una de las modalidades era lanzar una bola y había que tener tino para darle. El primero que diera a la del contrario cobraba su ganancia en las bolas pactadas, bolas que se solía entregar al compañero de las de barro, las más baratas, a menos que se hubiese también anteriormente pactado que el "tesoro" tendría que ser de china, de cristal o de acero.
Otro de los modos del juego era hacer un hoyo de poco diámetro en la tierra, adonde desde una línea definida había que intentar meterla en el agujero. A medida que se iba fallando, la línea avanzaba hasta la posición última, y así, una y otra vez, hasta lograr meter la bola en el objetivo. En muchas ocasiones, se jugaba a lo que en Sevilla denominábamos como "nicle, nacle y cholacle", que era meter la bola en tan sólo tres golpes. Había verdaderos ases de puntería en este juego, y verdaderos llantos cuando uno volvía a la casa con la bolsa vacía, es decir: "empaluchao".
Los juegos de calle, y lo he dicho en varias ocasiones, han desaparecido para siempre. Hoy los críos tienen su vida puesta en las videoconsolas y no hay quien los distraiga ni quien pueda hablar con ellos. Las calles se han quedado sin sus risas, sin sus gritos y algarabías. Tristes son las calles hoy sin estos juegos que tan felices nos hicieron a todos en los tiempos de la alta pobreza.
Hace poco leí un artículo del empresario más joven de Inglaterra. Es un niño de 8 años que jugaba en el cole a canicas e iba a tiendas para comprar siempre canicas diferentes. Como en todas encontraba el mismo tipo de canicas buscó por internet. Empezó a pedir canicas de otros paises...bueno, se puede ver su página web http://marbleking.co.uk/
ResponderEliminarEl Rey de las canicas. Bueno, son preciosas.
Nosotros jugabamos en el pasillo de casa...suerte que los vecinos del piso de abajo nunca protestaron.
Bonitos juegos.
Pues sí que hay canicas en la página a la que me ha remitido. Lástima que este juego, al menos en Andalucía, se haya perdido totalmente. Seguro que a su vecino le gustaban las canicas y por eso no protestaba.
ResponderEliminarNosotros comprábamos las bolas de barro en el tejar del corral Montaño, frente al cuartel de los civiles. Este corral era el de mayor densidad vecinal de toda Triana y había que atravesar sus patios hasta llegar a los hornos de un viejo tejar (origen del corral) donde, desde hacía muchos años, una familia se dedicaba a fabricar juguetillos como muñecos para las niñas, caballitos para los niños y esas bolas -todo en barro- que, recién pintadas, parecían de china... Había una copla que decía:
ResponderEliminar"En el corral Montaño/ se fabricaban/ las bolitas de barro/ conque jugaba;/ veinte a la "gorda":/ azules, amarillas, verdes y rojas".
Buenísima anotación, querido Ángel. ¡Qué época más creativa y divertida! Aún hoy, me parece sentir en las manos el tacto de aquellas bolas, su peso y su belleza. Las de cristal y de china tenían unos colores especiales, y las de acero un peso demasiado grande para nuestros dedos niños.
ResponderEliminar...pero las de acero, Emilio, eran "demoledoras"; recordarás que podían hacer añicos a las "pobres" de barro, o saltarle un pedazo a las "presumidas" de china. Podría aplicarse al juego de las bolas aquello de "dime con que bola juega y te diré quien eres"...
ResponderEliminarLas de acero eran difíciles de manejar, aunque había verdaderos especialistas.
ResponderEliminar¡Qué buen artículo! Recuerdo en mi niñez que era uno de los juegos más populares. A veces cuando alguna bola estaba cerca del agujero (a punto de ganar), había que decidir si apuntar al mismo o a la bola rival para quitarle posibilidades. Un abrazo desde Lima.
ResponderEliminarAsí era, querido amigo. Algunas veces, ante la posibilidad de fallar se apartaba al enemigo de un certero bolazo para alejarlo de la meta. Veo que has jugado bien a esto. ¡Qué tiempo más hermosos!
ResponderEliminarUn abrazo para ti y para Lima.